En tarde nublada y lluviosa durante la primera mitad del festejo, y ante una escasa entrada, se celebró la primera novillada de la Feria del Caballo 2015, en la Plaza de toros “Silverio Pérez”. Se lidiaron cinco novillos de Maravillas, y uno de Los Cues, corrido en cuarto lugar, que apenas cumplieron en cuanto a trapío. Mientras el de sangre Garfias estaba vergonzosamente armado, los de la familia Cuevas fueron poco rematados de carnes. En cuanto al juego, todos fueron débiles y descastados, sosos y sin transmisión, aunque, además, más de uno desarrolló peligro. Actuaron las cuadrillas completas a la orden de los siguientes novilleros:

Diego Emilio: palmas tras aviso, y silencio tras aviso.

Antonio Mendoza: silencio tras tres avisos, y palmas.

Emiliano Villafuerte “El Moso”: palmas tras aviso, y silencio tras aviso.

Ni por fuera ni por dentro la novillada con la que todos nos estrellamos

Con poco para contar volvimos de Texcoco. Un desfile de antibravura mandó Maravillas, dando al traste con la interesante combinación juvenil que planteó la empresa. Diego Emilio se estrelló con Bullanguero. De toda la lidia destacaron, escasamente, un buen recibo capotero y una serie de naturales, que se diluyeron entre miraditas y derrotes. El primer aviso de la tarde y las primeras palmas fueron para él. El cuarto, Cirilo, remiendo de Los Cues, acochinado y muy mal armado, brocho y cornicorto, cantó su comportamiento defensivo apenas salió por toriles. Incierto, toda la lidia se fue en miraditas, arreones, extraños, y el profundo bramar constante, como intentando asustar a quien se acercaba. El novillero no lució indefenso ante este panorama, pero tampoco logró imponer su ley. Silencio y otro aviso.

Poco trapío y poco trapío

La peor parte, probablemente, se la llevó Antonio Mendoza, quien dejó ver su magnífico concepto por breves momentos, siempre ahogados por la condición de su lote. Él se estrelló Tanguito y Peluquero. El primero, soso, con la cabeza arriba, sin transmisión, y buscando la muleta en el último tiempo del muletazo, llevó al joven michoacano a la desesperación. El torero se aceleró un poco y, a partir de un punto de la faena, ya no pudimos ver su trazo largo y bueno (aunque ahogado, recuperando el calificativo que usamos anteriormente), y proliferaron los enganchones. Se puso pesado con la espada, y el irreconocible Gilberto Ruíz Torres, que en Texcoco es duro como él solo, tocó los avisos con rapidez en comparación con cómo se los tocó al primer espada en el turno anterior. Tres avisos y el toro apuntillado desde el callejón. No parece haber poder humano o divino en México que devuelva un toro a los corrales.

Un encierro malo sin salvación

Con el quinto, poquísimo que contar. El novillero acabó por pedir la música con ánimos de agradar. Un viaje muy corto y con la cabeza arriba cebó toda posibilidad de cambiar la onza. Leves palmas.

Los toreros pusieron todo

El Moso, Emiliano Villafuerte, ciertamente muestra avances en su tauromaquia, más firmeza que empieza a desdibujar, poco a poco, el verdor extremo que hasta hace poco vimos en él. No quedó tan a merced de Pispireto, tercero de la tarde, como parecía adelantar su saludo capotero. Al contrario, se puso en donde se ponen los toreros y, con cierta solvencia, resolvió la papeleta que significo aquel novillo. Ciertamente sin lucimiento, pero sí mostrando avances, paso a pasito hacia adelante. Para cuando se lidió el sexto (Cantinero, cárdeno claro, girón, meano, coletero, calcetero de los cuartos traseros, y caribello), la gente ya pensaba en tomar carretera, y no en soportar otro episodio del más pesado sopor. Por ello comenzaron a apretarle al Moso, más sin embargo, lo mismo pudieron haber presionado a Diego Emilio, o a Mendoza.  Quizás el momento psicológico, la ansiedad por terminar, pero no más motivó los irrespetuosos pitos. ¿La lidia? Ah claro,  Cantinero decidió que lo suyo era dar pasitos para atrás, y que solo iría hacia adelante cuando se metieran en sus terrenos, mala cosa para un verde Emiliano Villafuerte. Silencio.

Hasta el final

Inició la edición 2015 del serial texcocano, dedicado al centenario Silverio Pérez, no sin ciertas cuestiones en las que empresa debe poner atención. Es una absoluta falta de respeto para todos que el reloj tenga un atraso de… ¡media hora! Fueron los propios toreros quienes llamaron la atención en ese sentido, y exigieron que se partiera plaza. Posteriormente fue corregida la hora, pero no sabemos si pueda volver a pasar. Otro detalle nefasto, fue la incesante música producida por uno de los restaurantes ubicados en los bajos de la plaza. Nadie tiene problemas con que los borrachines feriantes se recreen en Ranas Beer (que por cierto, estaba bastante vacío, ni quién soporte tal escándalo), pero si exigimos cierto respeto por el rito taurino. Algunos tachan a los asistentes a las plazas de toros como bárbaros, mientras que los de afuera declaran que son “sanguinarios, locos, bien ondeados, nos gusta matar” a todo volumen,  y dentro lo tenemos que soportar. Lo que hay que ver, si no lo veo, no lo creo.

*Fotos: Luis Humbero García