En tarde soleada con breves ráfagas de viento, se celebró la primera novillada de la Plaza de toros Cinco Villas, con un lleno sin apreturas. Se lidió un encierro de El Vergel, bien presentado, aunque disparejo en tipo, además de un becerro, de San Francisco de Asís, que cerró plaza, y que no fue estoqueado en la plaza. En cuanto a comportamiento, los del hato neolonés acusaron falta de casta y fondo, además de ser tan variados de comportamiento como lo fueron de lámina. Destacaron quinto y sexto por nobles, y tercero y cuarto, por ásperos y peligrosos. Actuaron cuadrillas completas comandadas por los novilleros:

Nicolás Gutierrez: ovación.

Mario de Loera: silencio.

Cayetano Delgado: silencio.

José María Pastor: vuelta al ruedo.

Manuel Gutiérrez: oreja.

Héctor Gabriel: oreja.

Cristóbal Arenas El Maletilla (becerrista): dos orejas simbólicas.

En puntas, grandes, vaya, serios. Cinco Villas no queda a deber al respecto, el toro surge, serio, severo, como debe ser, y, hasta ahí, el deber de la empresa está cumplido. No así el del ganadero, que exhibe su caótica selección mandando una novillada de chile, de dulce, de mole, y de manteca. Algunos primorosos, y otros, aunque estrepitosos, bastante feos de tipo, sin rematar en cuanto a trapío. Todos tuvieron en común la falta de casta y nervio, además de desfondarse rápidamente. Con los matices tuvieron que lidiar los novilleros, quienes, dicho sea de paso, también presentaron una escala de grises entre la suficiencia técnica y la total desorientación.

Abrió plaza Nicolás Gutiérrez, de Aguascalientes, con Apasionado, bonito negro, que terminó por aquerenciarse en tablas, previos pases sueltos de buena factura que el novillero logró por ambos pitones. El novillo desarrolló una marcada querencia por la zona del burladero entre toriles y caballos, a donde lo tuvo que ir a buscar el hidrocálido hasta llevarse una violenta voltereta. Mató de estocada defectuosa y varios descabellos, incluyendo un horrible tajo que le abrió al novillo en los belfos en su intento por hacerlo humillar. Le recomendamos ampliamente disminuir la violencia de su procedimiento para descubrir la muerte de los novillos.

Susto mayor, pero nada más por fortuna

Mario de Loera se las vio con Seductor, número 49. Berrendo en negro, capirote, alunarado, coletero, botinero de tres extremidades, que se dejó en tres series por el terreno de la puerta de cuadrillas, y después se huyó despavorido a tablas, de donde ya no hubo poder humano que lo sacara. Y menos cuando el poder humano fue uno tan dubitativo, extraviado, y técnicamente insuficiente como el del novillero aguascalentense, que tiene mucho que aprender y entrenar. De cualquier manera, no vale ser tan estricto con muchachos de tan poco rodaje, que deben estar conscientes de sus carencias para trabajarlas.

Por las mismas anduvo Cayetano Delgado, de Monterrey. Le tocó en suerte Amoroso, 817, castaño, muy bien armado, pero feo de hechuras y tipo. Su lámina recordaba más a un decimonónico ejemplar de la extinta casta Navarra, que a un novillo de encaste Parladé. Siempre se agradecerá lo bien armado, pero lo extravagante del tipo del cornúpeta, no permitió en ningún momento albergar las mejores esperanzas. Un marrajo difícil, con mucho que lidiar, tuvo enfrente al verdor del regio, quien no pudo hacer lo que no podemos exigirle. Silencio. Cabe señalar que este toro dio una clara muestra de cómo se escobilla un toro en puntas, muy diferente a las tristes escenas de pitones reventados que hemos visto últimamente.

Una novillada seria, como debe ser para identificar novilleros con la talla

La otra cara de la moneda fue José María Pastor, tercero de cuatro hidrocálidos acartelados, de familia torera, que dio una grata sorpresa al ponerse enfrente, con todos los recursos y con técnica, de Enamorado, número 3. Con dos guadañas por pitones, el cárdeno hizo por arrancar la cabeza de su lidiador, quien respondió con señoras verónicas, mandonas, sometedoras, por abajo, ante las que el novillo se sintió inmediatamente podido. Sobresalió a la brega Christian Sánchez al llevar al novillo al caballo. Con la muleta, Pastor pegó buenas series por ambos lados, especialmente por la derecha, siempre comprometido por el sentido de Enamorado, que lo buscó constantemente. Sonó la música, y la res, que se sintió podida, optó por mansurronear y defenderse, pero estaba ya a las órdenes de un José María Pastor, que la había dominado a cabalidad, y que nos hace albergar esperanzas. Falló con los aceros y perdió una oreja de ley aquí y en Madrid, por lo que tuvo que conformarse con una vuelta al ruedo.

José María Pastor brindó la actuación más solida de la tarde

Manuel Gutiérrez, otro natural de Aguas, acompañó a Queridón, herrado con el 999, en su mala suerte. La suerte debe acompañar a los toreros, pero también a los toros, y el pobre Queridón, el de mejores condiciones de todo el encierro, llegó al momento culminante de su vida con el santo de espaldas. De salida, se ha llevado un golpe que lastimó una de sus manitas delanteras, y durante la lidia se aflojó el pitón derecho, justo a tiempo para no ser devuelto. Aún con todo su historial, el animal dio un juego estupendo, y permitió al novillero momentos de muy buena factura. El chaval insistió con ahínco en una mala colocación, con la pierna de la salida retrasada, a la que el novillo nunca se arrancó. Fue cuando lo citó en paralelo cuando Queridón convidó de su miel, de buena calidad. Mató con dificultades y cortó una oreja.

Hay cosas que no vale imitarles a "los grandes"

Héctor Gabriel, poblano, de buenas hechuras y maneras, saludó con el capote sobresalientemente y quitó lucidamente por navarras. Cariñoso, número 874, poco a poco se desfondó, y los buenos augurios de salida disminuyeron en la misma proporción que los buenos momentos del torero. En fin, faena voluntariosa de un novillero que estuvo ahí y que, por él, no quedó, tanto que bastaron sus breves pasajes para exponer su toreo y su expresión. Mató de estocada defectuosa y cortó la segunda oreja de la tarde, ambas con una vara quizás un tanto menos rigurosa que con la que se midió a la primera parte del cartel.

Voluntad para realizar una lidia completa

Volteó la plaza de cabeza el niño maravilla Cristobal Arenas “El Maletilla”, ante un ternero de San Francisco de Asis. El pequeño exhibe una intuición torera, un dominio de la escena, y una entrega en el toreo que deben dejar a más de un torero adulto con la boca abierta. No abundaremos más en el asunto, pues en su administración debe haber la mesura necesaria para canalizar la afición del chaval en un gran torero, y no la visión de explotarla como si se tratase de un burdo entretenimiento. Sabemos lo difícil que ha sido, históricamente, el camino para los niños toreros, y a este Maletilla le deseamos la mejor de las suertes, de modo que, algún día, repita esa serie de naturales, en la Plaza México, con 25 y frente a un toro de 5, en plenos medios, y con la plaza llena a reventar. Soñar no cuesta nada. Triunfar cuesta mucho.

Muchos niños fue encontrando el pequeño Cristóbal al dar la vuelta al ruedo

*Fotos: Nadlleli Bastida.