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15/02/2015
  (Temporada Grande-México) EnTendido Joven: Al Precipicio
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

Durante mucho tiempo, hemos responsabilizado al inexistente planteamiento empresarial de la empresa de la Plaza México el declive de ésta. E, incluso, estamos convencidos de que la administración Alemán-Herrerías ha sido definitiva en la degradación del espectáculo en esta capital. Sin embargo, esta temporada nos hemos encontrado, a topacarnero, con un escenario desolador. Quisiéramos, soñáramos con que todos los problemas de la fiesta en México, y particularmente en el Distrito Federal, nacieran y murieran en los despachos que dirigen los destinos de la Monumental, sin embargo, la tauromaquia sucumbe ante un cáncer generalizado.

Es un cáncer generalizado, que carcome las entrañas de un espectáculo insertado en lo más profundo de la mexicanidad, y que, como la mexicanidad misma, está podrido, putrefacto, potencialmente herido. La corrupción, tal como en el resto de los aspectos de la vida en México, ha alcanzado un nivel alarmante, y amenaza gravemente los cimientos del sistema taurino, que no se construyó en un día. Por si esto fuera poco, la actitud acrítica de todos los participantes en el espectáculo pone su granito de arena para hundir nuestra ya precaria situación. Por ejemplo, los profesionales no solo parecen aceptar esta dinámica, sino que incluso parecen hacerlo por convencimiento, quizás por conveniencia, o quizás por incultura sobre su profesión. Un mar de coba, así podríamos calificar los argumentos taurinos de ciertos toreros, quienes se regodean en la nada. Nuestros ejemplos más inmediatos: Angelino, José Mauricio, y El Chihuahua mirando permanente a los tendidos vacíos, dándose coba, convencidos del humo que construyeron frente a los de Monte Caldera.
 


Convencidos de brindar espectáculo sin contenido

Administrativamente, en un terreno en el que se juegan más que billetes y contratos, nos hemos llevado otro estrellón. La posición de la figura, mal acostumbrada a exigir más allá de lo éticamente razonable, tiró por la borda el fin de temporada que la empresa había adelantado desde que se presentó el derecho de apartado. Los oscuros intereses que tiran de los hilos tras esa decisión, aunado a la incompetencia de la empresa para negociar, reiterada constantemente a lo largo de veinte años, conforma un juego de los tres chiflados entre grupúsculos de poder en donde todos se meten el pie entre las risas nerviosas de los observadores.

Y en una jugada sorprendente, diferente al pleito con Pablo Hermoso (que nos trae a la memoria, rápidamente, la pelea con Joselito, José Tomás, y los toreros apoderados por Enrique Martín Arranz a principios de siglo, los distintos pleitos con El Juli, incluyendo el que lo marginó de la actual temporada, entre muchos otros), Sergio Flores declinó participar del cerrojazo. Cuando acontece un suceso de la magnitud del indulto del domingo pasado, solemos recriminar a la empresa de La México el no conducirse lógicamente, y no repetir inmediatamente a los triunfadores, e incluso vetarlos (Arturo Saldivar en 2011, Joselito Adame, por mencionar algunos).

¡Pero resulta que cuando intentan hacerlo son los propios toreros quienes se niegan a apostar por su calidad taurina y prefieren cuidar los triunfitos! Este domingo era el indicado para hacer historia, no dentro de diez meses, cuando el triunfo de La México no haya abonado nada a la temporada española, y nadie en el DF se acuerde. En fin, no cabe duda de que en los escritorios se juega mucho más que dineros y condiciones: en ellos se juegan conceptos taurinos: la posición de las empresas ante una torería nacional ávida de oportunidades, y las mentalidades tanto de toreros, como de apoderados, subalternos, aficionados, honestos y vividores, además de las ya mencionadas empresas. En resumen, las mentalidades y costumbres de un sector social.

 No conocemos la oferta del doctor Herrerías al tlaxcalteca, sino que sólo estamos ciertos de que Flores se adscribió a la incomprensible doctrina de cuidar el triunfo. Qué pasó, nunca lo sabremos, pero ya perdió la fiesta. No tenemos noticias de que Fermín Rivera hubiese sido contemplado, pero no hubiese sido descabellada otra repetición del potosino.

Finalmente, se nos presentó un cartel terrible, espantoso, para cerrar la temporada. La argumentación para el cartel por parte de la empresa fue con las orejas por delante, en una temporada en la que, casi por regla general, poco, pero muy poquito fue lo que valieron. El resultado, nada más, y nada menos que el esperado. Un José Luis Angelino diluido en el tiempo, lejos de la promesa aquella que brillara en el último aniversario a plaza llena, un José Mauricio desconcertante, venido a menos, extraviado, sin oficio, sin técnica, sin nada de lo que tuvo, y un Antonio García El Chihuahua altivo, altanero, retador, fuera de su carisma tradicional, y con un concepto del toreo ofensivo a la vista (y a todo lo demás). La corrida de Monte Caldera, terciada, cumplió en términos generales, y fue alegremente desperdiciada por la tercia. Pobrísimos dividendos. Cabe destacar algunas mantas calificando a la temporada como la peor de la historia durante el paseíllo, pero párele de contar.

Este es un análisis menos exhaustivo que el que realizamos con motivo del cierre del serial pasado en un texto bastante más largo, pero está acorde a nuestro sentir tras esta temporada, con la que no queremos nada más que llegar al final. En ningún momento intentamos contradecir aquel texto, sino abonar, a un año de distancia, ciertas precisiones que dificultan el cuadro de nuestra fiesta. No es la empresa, que no puede, por si sola, sino también la tauromaquia (entendida como una idea de la que participamos todos los inmiscuidos, materializada en un espectáculo y todo lo que lo rodea), que no quiere.

Por ahora, el panorama es oscuro. Completamos la primera temporada de la historia sin llenar los numerados, pretensión que se volverá cada vez más difícil de cumplir, justo como el ya utópico lleno, que no se ha repetido en casi diez años. Dejo estas reflexiones, un poco carentes de estructura, intentando aportar algo a la discusión que usted pueda generar, amigo aficionado, y deseando que vengan tiempos mejores para nuestra fiesta. Qué vengan tiempos mejores, y ojalá que, para la próxima ocasión en que nos encontremos, ellos estén ya sobre nosotros. Ha sido un placer escribir para usted una temporada más, ha sido un placer compartir con usted nuestro compromiso y nuestro amor sin medida por la fiesta.

*Foto: Luis Humberto García.

 
     
   
     
   
     

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