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En el pasado festejo, décimo cuarto realizado en el marco de la Temporada de Matadores de Toros 2014-15, José Antonio Morante Camacho, Morante de la Puebla, finalizó su actuación con un detalle cargado de torería, con verdad y exposición: apuntilló al quinto, mientras aún se encontraba de pie. En los tiempos recientes, esta suerte se ha suprimido de la cotidianeidad del ritual taurino en favor del uso de la espada de cruceta, otra suerte subestimada que, le guste a quien le guste, puede alcanzar una considerable altura estética. Pues bien, el puntillazo de Morante a Luna Nueva, berrendo del cada vez más corto de futuro hierro de Fernando de la Mora, resultó un momento de gran calado estético, de sentimiento torero, superior vamos, de lo mejor que hemos visto en la temporada. Insisto, superior pues, que valió el boleto. Sí señor, valió el boleto. Es un dicho gastado en esta tauromaquia “veintiunónica” de oropel, aquello de los detalles que valen el boleto, y cuando sucede uno que, en efecto, valió el boleto hay que celebrarlo.
Trascendente e importante es para el ser humano todo aquello que lo hace cambiar de opinión, que le revela una verdad nueva. El estigma sobre el apuntillamiento realizado por el matador de toros al animal en pie provocó cierto rechazo inicial del público, que pitó antes de que Morante intentara dar muerte al toro, y pitó con más fuerza tras el fallo al primer intento. Sin embargo, el éxito de la segunda tentativa desató el júbilo en el tercio de entrada que se congregó en el gran coso, incluyendo el de este juntaletras, que se incluso se inclinaba a la primera posición al respecto de la suerte practicada. Basado en la supuesta condición antirreglamentaria del cachetazo final a la res en pie, juzgué, en un inicio, que dicho detalle debía permitirse, sin embargo, debía conllevar una multa en tanto acción prohibida expresamente por el reglamento.
En términos técnicos, Morante apuntilló “a cachete” a Luna Nueva. Es decir, con el mango de la puntilla rodeado de por la palma de la mano, como se suele apuntillar en España, y como se toma un puñal. Esta suerte fue tan cotidiana en el pasado, que cuando una estocada sobresaliente provoca la muerte inmediata y espectacular al astado, aún hoy nos referimos a tal acontecimiento como “rodar sin puntilla”; no sin descabello, no sin cruceta, sino sin puntilla. La información técnica de esta suerte, poco difundida, fue recuperada hace poco en un par de sobresalientes entradas del blog La razón incorpórea de José Morente. El breve análisis técnico de lo que vimos este domingo ha sido posible únicamente gracias a la asidua lectura de dichos textos.
Internémonos en el reglamento, ¿Esta suerte es antirreglamentaria o no? El reglamento taurino de la Ciudad de México presenta algunas ambigüedades al respecto. El artículo 70 de dicho código señala lo siguiente:
Artículo 70.- Concluida su labor de muleta, los diestros estoquearán según lo aconseja el arte de torear y sólo en caso de excepción se permitirá entrar a la media vuelta. Queda prohibido herir a la res a mansalva o en los ijares, así como ahondar el estoque para hacerlo penetrar más de lo que quedó de primera intención. Previa autorización del Juez de Plaza, el matador podrá apuntillar a su toro cuando el animal esté herido de muerte, pero se prohíbe recurrir al descabello si la res no está mortalmente herida. A los peones les está prohibido abusar del capoteo después de que el matador haya herido al astado. Sólo se permitirá la intervención de dos peones de brega para auxiliar al espada.
¿En qué consiste la ambigüedad del artículo 70? En que parece utilizar los términos “apuntillar” y “descabello” como sinónimos, aun cuando la tradición señala que ambas son suertes diferentes e independientes una de la otra. ¿Este artículo autoriza las dos suertes?, ¿las considera una misma?, ¿el matador debe pedir autorización al juez para apuntillar, o también para descabellar? Es difícil de determinar. Quizás omite la posibilidad de que el espada en turno pueda apuntillar a la res, y se limita a autorizar el descabello. Por si hiciera falta abonar más a la confusión, el reglamento solo menciona la palabra descabello en este artículo. La palabra puntilla, y sus similares, aparecen en otros dos artículos al respecto de la devolución de toros y los vendedores, pero al respecto de la lidia, solo aparece una vez más:
Artículo 74.- Queda prohibido al puntillero salir al ruedo antes de que doble la res, así como apuntillarla si no se ha echado. El puntillero es el único autorizado para el corte de apéndices y el mismo será responsable de cualquier mutilación indebida a los restos del toro. En las plazas de primera categoría, el puntillero entregará al alguacilillo el o los apéndices concedidos y éste en representación del Juez de Plaza los pondrá en manos del lidiador.
La prohibición a apuntillar a una res de pie no parece aplicar también para el matador en turno, ¿acaso el sí, en efecto, puede apuntillar a la res aun en pie? Nuestra interpretación apunta hacia que todo lo no proscrito expresamente, está permitido, apreciación contraria hacia el juicio original de este aficionado. Sin embargo, el reglamento nos parece tan ambiguo y confuso, que, incluso si no existiera la política contraria al reglamento de la empresa que comanda los destinos del coso, aportaría anarquía a la lidia. Ante la flagrante deficiencia e inoperancia de la Comisión taurina, es complicado acceder a una interpretación oficial, que un órgano útil y sano seguramente podría proporcionar.
Con las consideraciones anteriores, nos surgen algunas otras dudas. La desaparición del concepto apuntillar en el reglamento, significa también la ausencia de un protocolo ante la posible eventualidad de que algún caballo sufriese un percance mortal en el ruedo, que lo imposibilitara de abandonar el ruedo, y solo mostrara una larga agonía pública. No es una constante en la tauromaquia contemporánea, pero es un suceso que puede llegar a suceder, y sobre el que reglamentos más antiguos, como el del Estado de México, detallan como proceder en caso de tal acontecimiento. En fin, amigo aficionado, le proponemos esta reflexión, interpretativa, al respecto del reglamento, y dejamos en el aire la interrogante, ¿Lo que hizo Morante fue antirreglamentario? ¿Debería estar sujeto a una sanción, tomando en cuenta únicamente la cuestión reglamentaria, más allá del valor estético y taurino de lo que hizo? Que cada quien saque sus conclusiones.
El resto de la faena a Luna Nueva fue un compendio de buenos momentos ante un astado mal presentado, como todo el encierro, que, tras un inicio promisorio, cambió de lidia, y se vino para abajo. Si hubiera que calificar globalmente la labor de Morante con este astado, deberíamos utilizar el adjetivo correcta, fue una faena correcta y decorosa, rematada con un gran detalle torero. Torera fue, también, la división de opiniones que cosechó al dar la vuelta al ruedo. A pesar de todo, este ha sido uno de los momentos estelares de la Temporada de matadores de toros.
 Una suerte tan en desuso que el reglamento olvida o arricona a la ambigüedad
Diego Silveti, se volvió a llevar el lote, y de nuevo se quedó corto. El tercero, Andasolo, protestado de salida, fue el torito de la ilusión, de entra y sal, con el rabo colgando apenas de unas hilachas. Silveti se mantuvo aseado y correcto, pero frío, en una faena que nunca estuvo ni cerca de tomar altura. Fiel a su costumbre, pinchó, pero esta ocasión cobijado por la Plaza México, que no tomó partido por los gritos de “toro” que surgieron. Con su sexto, Piropo, vendió un arrimón, de la ralea del más vil toreo de tendido. Su labor despertó un inusitado éxtasis en la zona entre el túnel 3 y, más o menos, el burladero de la contraporra, que la otra mitad de la plaza no replicó con el mismo arrebato. Para el final de su trasteo, solo quedaban en la plaza sus partidarios de aquel sector, que le premiaron con otra orejita de poco valor. Zotoluco y Diego se están rezagando en la baraja taurina mexicana.
Sorprendentemente, Jesús Morales, juez de plaza al que hemos criticado con severidad, e incluso con mofa en este espacio, tuvo una actuación decente, en la que no perdió la cordura, y no entregó premios tan ridículos como el resto de sus actuaciones. Si bien entregó dos orejas con sabor a nada, éstas no tuvieron la desproporción de otros premios otorgados por él mismo. Bien por él.
Se acercan los festejos de aniversario, y aun no hay combinaciones confirmadas. Se acercan los días, saltará el toro a la arena, y tendremos algo nuevo de qué platicar. Hasta entonces.
*Foto: Nadlleli Bastida
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