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La Ficha del Festejo.
En el papel, pero sin contexto, el cartel de hoy resultaba uno de los de mayor interés para los aficionados capitalinos y de provincia. Lo fue de hecho. Una combinación para grandes expectativas. Pero lo ocurrido en noviembre de 2013 fue además de un autosabotaje, un bofetón para la afición. Por separado volvieron cada uno, desde aquél día en varias y distintas fechas. Ningún azar, estamos seguros, los volvió a reunir, lo que supondría que el trayecto de 14 meses tendría que haber sumado. Si aquella encerrona fue tan grandiosa como la han querido cantar, y si el torero que repetía por tercera ocasión en la temporada tuviera como fundamento actuaciones sólidas y rotundas, y si la personificación del arte encarnara tal medida de pundonor, la entrada no hubiese sido un revés más a la fiesta en la capital, y por ende en el resto del país. Si esto realmente funcionara como dicen, con sus fórmulas y sus argumentaciones, llevar 30 mil personas habría sido natural.
Pero el esfuerzo para sacar a la gente de la plaza ha sido grande de verdad. Por ello no sorprende. Como tampoco asombra que se lidie, una vez más, un encierro tan vergonzoso. Según el cartel, hasta cinqueño era el 6to, aunque los rasgos del encierro completo eran de seis animales sumamente jóvenes, casi unos niños que difícilmente alcanzarían los 3 años de edad. ¿Qué alcance puede tener la valoración de lo que hagan tres matadores de toros, dos prácticamente consumados, ante lo mismo que enfrenta casi cualquier alumno aventajado de casi cualquier escuela taurina? Ninguno se ruboriza ya. No sabemos si, la afición ha quedado petrificada ante tantos atracos, como ocurre en la vida cotidiana, pero lo cierto es que la indiferencia esta a la alza. Y como los fernanditos de hoy, o los teofilitos de la semana pasada, y las anteriores o futuras, no los protestan, asunto arreglado.
¿Para qué esmerarse en presentar un toro digno si no rechazan estos chotos? ¿Para qué buscar algo más si lo mínimo basta para regodearse? Si con un poquito más o un poquito menos no desaprueban, suficiente entonces. El juez Jesús Morales, por ejemplo, dejó de soltar orejas a pares hoy, pero no por ello, se puso en su papel para velar por la categoría de la supuesta primera plaza del continente. Sin peticiones mayoritarias, concedió un apéndice a Zotoluco y Diego Silveti, pero no a Morante. ¿Cuál fue el criterio? Lo sabrán él y dios, tal vez. ¿Qué más da confundir a los no enterados con otorgar un arrastre lento a un torito de entra y sale que no mostró la mínima pelea en varas?
Con los de Fernando de la Mora no augurábamos algo diferente. No asombra ya el descastamiento. Se puede esperar como mucho, ese animal que acuda y pase con compasión y no con fiereza; es decir, sin molestar. Eso sí, casi sin cesar, con mucha nobleza, clase y ritmo que, si bien no son poco, no son el ingrediente fundamental. Ese fue el 3ro. Un animal que no se cansó de acudir desde todas las distancias, buscando la muleta con fijeza , pero carente del ímpetu que da la casta. Sin embargo, sus buenos atributos eran más que suficientes para hacer una faena, en tres tercios, de escándalo y voltear la plaza. Todo quedó en un trasteo académico, en una labor con el sabor de un agua de limón de una fonda cualquiera.
Es verdad que Diego Silveti siempre se ha mostrado con afán y empeño no solo por agradar, sino por sacar el mejor partido de sus astados y así alcanzar un desempeño sobresaliente. Pero a este joven Silveti, luego de Charro Cantor, le ha faltado lograr transmitir lo que dice sentir. Muletazos y muletazos, tandas y tandas, adornos y adornos que no dicen, que no emocionan, que no seducen ni conquistan. En su labor con Andasolo tuvo los momentos de mayor lucimiento con el capote, pues con la muleta fue ese sumar pero solo en cantidad. Y si con el tercero anduvo bien a secas, con el sexto tiró por el camino hasta del tremendismo. Otro era el cierra plaza, desde luego. Un animal menos potable, más medido de fondo y del resto, que rondó la querencia, aunque mostró voluntad para acudir. El guanajuatense ejerció su turno en el quite, y con la muleta inició con estatuarios en los medios y terminó igual toreando por alto. Sin embargo, en lo medular lució extraviado, sin recursos, más que pasarse el toro por la espalda, las dosantinas en intervalos y con enganchones y el colofón con ese valor espartano que de contenido tiene poco. Prendida la galería, con una estocada trasera y caída remató su labor derivó en una petición que no alcanzó la mayoría, pero que el juez Morales le pareció lo suficiente para otorgar una oreja.
Correcto el guanajuatense, se le escapó también un torito de la ilusión A Zotoluco también le concedió un apéndice con una petición insuficiente y que tuvo como consecuencia la desaprobación del premio. Un lote de inválidos sorteó el torero capitalino. El cuarto -el resto también-, debió ser devuelto a los corrales al manifestar de manera constante no estar apto para la lidia. Si dobló los remos delanteros y traseros en diez ocasiones, no exageramos. Pero con el discurso de que no tenemos que copiar la fiesta de España o Francia, porque es otra cosa, aquí se pasan por alto los básicos. Con el que abrió plaza Zotoluco pudo hacer algo más, pero no mucho más. Por más intentos que hiciera la falta de casta del animal provocó un trasteo más bien de trámite.
Saludo a uno que no tiene por ningún lado pinta de toro-toro Una petición idéntica en cantidad hubo para Morante, pero en ese turno el juez de plaza parece que de pronto recordó qué palco ocupaba. Ojalá que lo hubiese tenido presente todo el festejo y toda la temporada. Con el quinto, también al de La Puebla le volvió de pronto un aire de disposición y vergüenza, porque con el tercero fue, una vez más, la encarnación de la displicencia. Tras acomodarse a la verónica en el primer tercio, brindó la muerte a la concurrencia. Entre detalles muy con su acento, algo de Morante pudimos ver, y con ello, lo de más calidad de la tarde. Pero, pero. Sí, pero. Si la tacañería es la primera carta con un encierro tan ruin, aunque crea justificado que se le han de brindar loas inconmensurables, solo un ciego o subyugado las rendirá. Si bien, la división de opiniones al dar la vuelta al ruedo no fue comprensible, en el caso de que fuera un juicio por su desempeño con ese segundo de su lote, sí se entiende como una opinión del todo. La historia difícilmente cambiará, Morante de la Puebla podrá actuar una tarde entera con total indiferencia, pero no recibirá la indiferencia.
Sin toro no hay nada; ni arte, ni duende *Fotos: Luis Humberto García.
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