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Según la vigésima tercera edición del diccionario de la lengua de la Real Academia Española, una de las acepciones del vocablo “maestría” es la siguiente:
1. f. Arte y destreza en enseñar o ejecutar algo.
Según el diccionario escolar de la Academia Mexicana de la Lengua, la misma palabra tiene, antes que cualquier otra, esta definición:
s.f. 1. Gran habilidad para hacer algo: Tienes maestría para exponer tus opiniones.
A la carrera como banderillero de Jesús Morales le quedan como anillo al dedo ambas interpretaciones de la misma acepción de este vocablo del idioma español. El señor fue un maestro en lo suyo, solo eso explica que hubiese estado a las órdenes de prominentes figuras del toreo hasta una edad avanzada para una actividad como el toreo. Tomado del blog “Toreros mexicanos”, recuperamos esta semblanza.
Banderillero de toros nacido en México, Distrito Federal, el 4 de mayo de 1936. Se inició en una escuela taurina cuyo maestro era el matador de toros David Liceaga (sic). […] En 1963 decide hacerse subalterno y tiene su examen profesional el día 22 de diciembre en la inauguración de la Plaza de Toros “Santa María” […] Formó parte de las cuadrillas de los maestro César Girón, Manuel Capetillo, Alfredo Leal, Manuel Benítez “El Cordobés”, Manolo Martinez, Eloy Cavazos y Miguel Espinosa “Armillita Chico”. Se retiró de la profesión en la Plaza de Toros México, el 23 de febrero de 1997...
Por si hicieran falta evidencias, una torerísima escena, en la que el maestro hizo gala de su oficio, se conserva en youtube. Al compañero en apuros, hoy su compañero de ridículos, le salva del percance con torería. Era la noche del 7 de marzo de 1991, jueves taurino. El cartel estuvo compuesto por “El Pana”, José de Jesús, y Hector de Granada. Para entonces, ninguno de los maestros inmiscuidos en el incidente se cocían al primer hervor.
Hoy, veintitrés años después, el señor Morales, y el señor Vázquez, arrastran el prestigio que lograron con años de jugarse la vida. Sus actuaciones en el palco de la autoridad de la Plaza México son absolutamente vergonzosas. Ninguno de los dos puede declararse ignorante del ritual taurino, ni del papel de la autoridad en la fiesta brava, a menos de que hayan dedicado su vida a algo a lo que nunca prestaron atención, lo que resultaría tristísimo.
Un valor imprescindible en todo ser humano es la honestidad. En el medio taurino, ella debería caracterizarse, antes que otra cosa, por el reconocimiento y respeto a las formas tradicionales que rigen la fiesta brava. Y, por si aquello no fuese suficiente, también por el cumplimiento con total apego a la ley de las funciones asignadas al puesto que están ocupando. Resulta un ejercicio poco honesto, deshonroso para un torero, prestarse a una farsa fuera de la ley. Si Jesús Morales tiene el criterio que, ingenuamente, le adjudicamos dada su experiencia en la fiesta brava, debería manifestarse y denunciar públicamente los elementos que le impiden cumplir con sus obligaciones conforme a derecho, por más que todos nos los imaginemos. Seguir haciendo el ridículo sin chistar en cada una de sus apariciones tiene solo un calificativo: ineptitud.
Años después, en el palco, deshonran sus trayectorias Hoy no vamos a hablar mucho de toros ni de toreros. José María Arturo Huerta envió un encierro justito de todo, aunque con algo de nerviecillo. El palco de la autoridad le metió el pie a Federico Pizarro, a quien le regaló una orejita como para emborronar la de ley que cortó la temporada pasada, a Uriel Moreno “El Zapata”, quien no tuvo la mínima vergüenza de devolver los dos podridos trofeos que le malbarataron, y a David Fandila “El Fandi”, triunfador absoluto, pues logró colocar en la Plaza México una propuesta taurina que nunca hubiésemos siquiera imaginado que sería bien recibida en esta plaza. Destacó en varas, como un oasis, César Morales.
Ese desastroso balance deja la actuación del otrora maestro, hoy Facilón Morales, incapaz de mantenerse en su decisión de no otorgar el indulto, ninguneado por el ausente GDF, a quien representa, mangoneado por los participantes de la fiesta, y sometido por la empresa, que impone sus directrices ante el estado fallido del Dr. Mancera, que tiene tan abandonados tanto al ahora peligrosísimo Ajusco como a la Plaza México. Si él y sus compañeros jueces y asesores no le salen al toro de dignificar su actual oficio, como lo hicieron muchas veces con el antiguo, entonces nuestro título, nuestra interrogante, tiene una respuesta: Sí, en Jesús Morales hay un maestro inepto. La supervivencia de la fiesta brava en la Ciudad de México está de por medio.
Fuentes. Sobre la definición de la RAE Sobre la definición de la AML Sobre la trayectoria de Jesús Morales Sobre la trayectoria de Juan Vázquez Y de pilón: sobre la trayectoria de Gilberto Ruíz Torres
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