Esta causa ha llevado por lema, desde que la fiesta vive bajo amenaza seria de índole política e ideológica, la consigna “Sí a los toros”, que todos hemos esgrimido en aras del respeto a nuestra cultura, identidad, forma de vida, afición, ceremonia, liturgia, celebración, festejo, etc. Sería prudente preguntarnos quién, a estas alturas, cuando la fiesta ha ganado terreno, de palabra, obra, y acción dice si a los toros, y quién no.

Los problemas de la Plaza México tienen orígenes profundísimos, arraigados en las más grandes dificultades que enfrentamos como nación en México en todos los aspectos. Harían falta muchas tesis, de muchas disciplinas, para abrir un debate serio al respecto del asunto. La cuestión es que muchos no parecen estar muy convencidos de fomentar lo que reza el mencionado eslogan.

Así se da un #NoALosToros

Entre los antitaurinos más importantes de México, destaca, sin lugar a dudas, el nombre del matador de toros en el retiro Javier Bernaldo. No lo vi actuar como matador de toros, por lo tanto, y a pesar de las buenas referencias, mi opinión es de la más absoluta indiferencia. Como persona, tampoco lo conozco, por lo tanto, ni puedo,  ni es mi papel mencionar la más mínima cosa sobre él en ese sentido. Pero como ganadero, he visto el desempeño de sus encierros demasiadas ocasiones como para seguirlo tolerando. El chiste es que este veintitrés de noviembre envió otro encierro absolutamente nauseabundo a la Plaza México, en el que no abundaremos. No sé a quién debería darle más vergüenza cobrar por eso: si a Bernaldo por criarlo y enviarlo, o a los matadores por lidiarlo. Javier Bernaldo, matador de toros bravos, y criador inscrito en la ANCTL reitera, por milésima ocasión, su contundente #NoALosToros.

Dos de los tres espadas que conformaron el cartel se debate entre decir sí y decir no a los toros. Miguel Ángel Perera es el primero, quien en el pasado San Isidro se zumbó la corrida de Adolfo Martín, y a uno complicadísimo le arrancó las orejas con técnica, pundonor y buen gusto, viene a estrellarse en la Plaza México con la gatada de Bernaldo de Quirós. Impresentable fue su primero, soporífero estuvo con su segundo, y corriente con el de regalo, de Vistahermosa. Se llevó dos orejas cortesía de Facilón Morales, que ojalá le hagan provecho. Perera debe decidir si #SiALosToros o #NoALosToros.

Octavio García, El Payo, también se debate entre el sí y el no.  Su toreo va en ascenso, y es capaz de lograr buenos momentos casi en cualquier condición en este momento de su carrera. Sin embargo, debe decidir si el sí a los toros, y por tanto, al buen toreo, es un respaldo permanente, o los momentos de darse coba y tomar los cuartos traseros para intentar sacar saldo a favor con pequeñeces se traducen en un definitivo #NoALosToros. Después de la agradable sorpresa del torero sólido de la inauguración, deberá tomar partido pronto. Hoy la apuesta por la coba y los cuartos traseros sujetos se tradujo en un resultado “tablas”, como se dice coloquialmente, pues lo mismo dejó las mejores tandas de la tarde, que tanditas menos valiosas en las que incluso le gritaban “toro, toro” (si, a pesar de la horrenda y mortecina lagartija que tenía enfrente). El quinto se lo echó encima y después se dedicó a vender cómo el bernaldito lo buscaba, no había mucho más que hacer con ese pobre animalito.

El toricantano, Fermín Espinoza “Armillita”, merece el beneficio de la duda. Su buen quehacer con el de la confirmación nos hace albergar ciertas esperanzas de que él también diga #SíAlosToros, a pesar de haber elegido este esperpéntico hato para confirmar. Cortó una oreja y se fue inédito en el sexto, que se despitorró justo antes del brindis.

Otro factor dice #NoALosToros, y es la afición de la Ciudad de México, que ha arrastrado su categoría vergonzosamente en cinco corridas. Este domingo dio otra muestra de desubicación alarmante, que puede llevar a la fiesta de nuestra ciudad (que fue capital del toreo en América, le guste a quien le guste) a la desaparición definitiva. Sin criterio y exigencia no hay afición que comprenda a cabalidad el ceremonial taurino, y de no existir dicha compresión, el espectáculo en nuestra plaza se degenerará cada vez más y más, hasta ser un triste show sui generis que, poco a poco, ira maleándose en su esencia hasta desaparecer. A diferencia de lo que nos quieren hacer creer algunos, no son los aficionados exigentes y a los que nada complace los que ponen en peligro a la fiesta, sino los que no la comprenden, ni intentan comprenderla en absoluto.

Para completar la escena, están el Gobierno del Distrito Federal y su Comisión Taurina, la Delegación Benito Juárez, nuestra heroica tercia de jueces de plaza, la empresa de la Plaza México, prensa cobera, y otros. Todos en contubernio, fomentan este tristísimo escenario, y,  por razones que no vamos a repetir en esta ocasión, le han impuesto a la tauromaquia en el Distrito Federal como expresión de masas, un enorme #NOALOSTOROS como eslogan. Y si no me creen, vean las entradas (y el tuiter).