La Ficha del Festejo.

No es un exceso. Ya lo ha dejado atrás.

El conjunto nos da un demasiado que contradice.

Tres horas y media de mansedumbre. Tres horas y media de nada. Sin toro, sin emoción, es nada.

Lo peor es que previo a, la certeza de que esto ocurrirá era muy alta ¿Para qué entonces?

El hierro de Marrón nos lo garantiza. Y como lo saben, llegan, en este caso, Alejandro Talavante con un noveno cajón de otra ganadería. Ironía pura (burla sutil y disimulada). Llegan con la ruina por delante. Porque no solo se trata de horas y toneladas de mansedumbre. No hay trapío, porque eso no es importante –dicen. Importantes, lo suficiente, ellos. Entonces, esa es su medida. Lo que de aquí resulte, no podrá tener más valor que el mismo que le otorgan de y como principio.

Dos orejas le fueron entregadas a Arturo Saldívar, luego de un trasteo en el que pareció estar muy a gusto. El sexto, muy pobre de cabeza y de trapío, tuvo un poquito de fondo para durar más que el resto del encierro. Sin embargo terminó buscando la querencia. De casta ni hablamos, pasaba despacito, humillando, pero sin codicia o celo de bravo de verdad, sino de sumisión.

Saldívar pudo expresar en buena parte de la faena su tauromaquia

La faena del hidrocálido tuvo pasajes de muy buen gusto.  Saldívar se recreó prácticamente desde el inicio. Algunas series fueron reunidas, de un toreo vertical y asentado, toreando despacito. Pero también en medio de las tandas, o alguna entera, faltó ajuste, se perdía ese toreo sobrio por aquel de la figura completamente descompuesta, con más alivio que de cintura rota. Necesarias fueron las dosantinas, ya fuese parchada y/o enganchada, para culminar y llegar a la galería.  La plazota estaba entregada con eso. Solo bastaba matar de y con verdad.  El espadazo fue defectuoso, muy trasero y desprendido, pero efectivo. Si el listón y la complacencia de La México, había arpobado tal encierro, porque no premiar al por mayor.

Al tercero le faltaba de todo, se quedaba corto y se defendía, pero al torero también se le vio falto de ideas y recursos.

Precido premio, aunque cada día más fácil de conseguir en esta plaza

Arturo Macías pasó sin ninguna dimensión. Los quites de siempre, y un intento por hacer algo serio sin alcanzarlo. Con el primero, no hubo tanda alguna sin ningún enganchón. El cuarto, escandalosamente protestado, tuvo el mérito de aceptar lidiar una cabra en un plaza de primera convertida en una plaza de tercera.

Una tarde sin huella

Alejandro Talavante tuvo una tarde de muchos detalles. Pero cuando se va por delante con un escenario como el descrito antes, en esa proporción podrían quedar los halagos. Se le vió, como se le ha visto recientemete, buscando un toreo de corte gourmet, más fino, sin impurezas. Hay fondo que sin la conjunción de los elementos ideales se torna en disgusto que toma el camino de la apatía. Eso es lo que no nos hace falta, toreros ceñidos al discurso del artista que precisa los astros alineados para poder fluir. Pero, ciertamente, es más difícil buscar ser ese torero que busca una expresión artística más profunda cada día, ante la mayor variedad de complicaciones.

El primero del lote se estrelló en un burladero, justo cuando el extremeño se disponía a brindarlo. Con un animal sin integridad y no apto para la lidia, no hay historia. Con el quinto no encontró esa quinta esencia  y hasta se enredó para darle muerte.

Con capa y muleta, Talavante va mostrando una nueva concepción en su toreo

Luego de los seis impuestos o sorteados, debió terminar el festejo. En términos prácticos, por ello se anuncian seis astados de. En términos más concretos, el no tener materia con el lote para lograr el triunfo anhelado, es parte de ese conjunto de características vitales de la armonía de una tarde de toros. En OyT siempre nos hemos declarado en contra del desequilibrio que genera el toro de regalo. Por ello, no reseñaremos lo ocurrido con los dos sobreros. Sin embargo haremos un solo apunte.

Tras la faena del octavo, la premiación se convirtió en una anarquía. El juez de plaza Gilberto Ruiz Torres mostró en primera instancia un pañuelo, sin embargo, un sector del público pitaba e increpaba al del biombo.  Este, como el resto de los señores que ocupan el "puesto de la autoridad" no tuvo ningún empacho por mostrar un segundo pañuelo, total, como esta es un plaza “torerista”, aquí se da gusto a los toreros. Sin embargo, la bronca hacia el juez crecía. El alguacil mostraba una oreja y el subalterno español le reclamaba que eran dos. Dimes y diretes allá, confusión acá, pero solo el matador Ruiz Torres no entendió que la petición no era por una segunda oreja, sino de premio para el sobrero de Campo Grande. Consecuencia lógica, apenas Alejandro Talavante recibió las dos orejas, la protesta fue unánime. ¿Para qué tanta insistencia de Valentín Luján, sin su matador tuvo que regresar un apéndice? Ahí no queda la cosa. ¿Cómo es que si torero extremeño aceptó que no merecía el segundo apéndice al devolverlo, si se encarama para salir en hombros? Patrañas.

Con una rayita más de honestidad, ni se aprueba un encierro como este, de hecho, ni siquiera se embarca, ni se entregan orejas a granel, ni los toreros saldrían en hombros por premios de fantasía. Esta, entonces, podría decirse que lo que hacen y los resultados que consiguen tienen algo de categoría; de total, cuando los excesos dejaran lugar a la justa dimensión.

*Fotos de Luis Humberto García.