Término beisbolero, extra innings. ¿Por qué utilizarlo para encabezar una nota taurina? Porque este domingo, en la Plaza México, más de un detalle nos recordó al procedimiento, en aquel deporte, de jugar entradas extra para desempatar un match sin vencedor. Un fantasma amenaza al quehacer de todos los diestros en una arena, es el fantasma de los avisos, sencillo mecanismo, incluso humanitario, para recordar al matador en turno que debe terminar con la vida del toro a la brevedad y sin hacer mayores aspavientos. Enviar los avisos mediante toques de clarines o trompetas, es una obligación del juez de plaza, quien debe velar por el cumplimiento del reglamento, fruto de siglos de tradición.

Este domingo ofició en el biombo de la Plaza México el maestro Jesús Morales, magnífico banderillero en el retiro, además de mentor de toreros, quien en el palco no se ha cansado de mostrar constantemente su ineptitud para tal cargo. No solo ha entregado los dos últimos rabos en la historia de la Plaza México, devueltos sin siquiera ser tocados por los diestros que los obtuvieron entre soberanas broncas, sino que, además, en su reloj mágico, nunca llega el tiempo de sonar los avisos, sino hasta después de varios extra innings. Diego Silveti mató al sexto en el minuto diecisiete tras tomar la muleta, y no sonó ni el primer aviso.

Por lo tanto, considerando que el primer aviso debió sonar al minuto doce, y que el juez actuó cumpliendo con el reglamento, es claro que el maestro Morales tiene un sistema particular para medir el paso del tiempo. Haciendo un muy sencillo cálculo matemático, obtendremos que un minuto jesusmoraliano, consta de ochenta y cinco (85) segundos, en comparación con el minuto tradicional, que dura sesenta (60) segundos. Por lo tanto, para el minuto jesusmoraliano doce (12), Diego logro darle muerte al toro, y el juez, usando su criterio, estaba esperando a que transcurrieran un poco más de los ochenta y cinco segundos de ese minuto para sonar el aviso.

Jesús Morales y ese criterio laxo para ejercer desde el palco

Espero que el resto del mundo pronto valore esta aportación de la tauromaquia mexicana, y adopte este sistema. Es tan útil, que el que esto escribe pudo ir al baño y volver a tiempo para ver como Guillermo Capetillo daba muerte al segundo de su lote con solo un aviso a cuestas.

Hablando de extra innings y de Guillermo Capetillo, este ya no se cuece al primer hervor, y sus facultades físicas lo denotan. A diferencia de otros tiempo, lució voluntarioso, pero sin las piernas suficientes para aguantar las embestidas del buen primero de su lote, del hierro de La Estancia. En un episodio de pilón de su vida torera, igual pudimos verle un recibo por verónicas de terciopelo, lentas, extraordinarias, y un genial remate, además de un torerísimo inicio de faena de muleta por doblones. El cada vez más cercano fin de su trayectoria, significa también los extra innings de la saga de artistas mexicanos, estetas de primera categoría, iniciada por Silverio Pérez, y que en ningún sitio se alcanza a ver por donde pueda continuar.

El cuarto, para el matadero como los otros dos esperpentos de San Isidro, tuvo el comportamiento propio de un buey de yunta y la movilidad de una piedra.

Sobre Diego Silveti, ya alertamos el domingo pasado de los extra innings por los que pasa su carrera. Se le está yendo el tren, y sigue sin decir nada. Su primero, otro desecho de San Isidro, no le hubiera permitido decir nada ni a su padre, que tenía el suficiente drama interno para exteriorizar con el más mínimo gesto. El sexto, de La Estancia, un animalillo alto y largo, pero terriblemente mal presentado, y que, sospechosamente, sangraba como fuente del pitón derecho, fue un mansurrón rajado, con el que Diego porfió, expuso, y extrajo una serie de naturales. Como ya mencionamos, ese trasteo fue ridículamente largo, pletórico de ganas y voluntad, pero carente de todo contenido. Esperemos que su barco salga a flote.

Sebastián Castella volvió a la Plaza México tras una considerable ausencia y temporadas magras en México. El francés trajo aires de novedad a la fiesta en el tiempo de su irrupción, sin embargo, poco a poco se convirtió en un torero ceñido a una faena, que repitió hasta el cansancio, además de exigir cada vez más y más comodidad. Al mejor Castella lo vimos en esta plaza por allá del 2008, 2009, y puede que hasta por el 2010 con Cincuenton y Maestro, de Teófilo Gómez, entre otros toros. Un poco más variado, un tanto atrabancado, a veces en la distancia justa de Miel en Penca, de La Estancia, Castella construyó un trasteo desigual que fue finalmente premiado con dos orejas. Los honores del arrastre lento recibió este negro, bragado, meano, girón, calcetero, y rabicano, hermoso de lámina, muy similar a otro toro de la misma ganadería, Piamonte, y que recibió un arrastre lento justo, el primero de la temporada. Repetir lo que paso con el San Isidro que hizo primero del lote de Castella, ya sería ad-nauseam.

Con este párrafo llegamos a los extra innings de este apunte, que, sin más, los invita a asistir este domingo a la Plaza México, viernes de la semana jesusmoraliana.