La Ficha del Festejo.

La Temporada Grande arrancó con un hecho importante. Algo por encima del límite, como esperamos que ocurra con todos los toreros, con todos los toros y con la temporada entera. Que sea uno en solitario no es para conformarnos, pero tampoco para dejarlo diluirse entre el resto.

La mejor versión de El Payo abre la temporada

La nota la ha dado Octavio García El Payo con el quinto, un castaño que al quedarse corto en los capotes generó un pequeño conato para que fuese devuelto. Apenas al pisar la arena, cantó su mansedumbre.  Complicado fue lidiarlo durante los dos primeros tercios, pero El Payo, convencido en su capacidad y conocimiento tomo la muleta y comenzó por doblarse con el astado. Lo colocó luego afuerita de las rayas del tercio. Supo desde el principio taparle la cara y así su principal defecto, a cambio de extraer las virtudes. Eso es también el arte de torear reses bravas, además de la largueza, ligazón y temple, que también los hubo.

El queretano plantó, esta vez sí, una faena formal, con muy buena cabeza. El resultado fue el reposo, y en consecuencia,  el temple. No fue ese torero que al encontrar apenas unas buenas embestidas se revolucionaba y terminaba con un trasteo ordinario con el único fin de encandilar para cortar las orejas. Lo que vimos fue a un torero con la mente clara para hacer, estructurar, y entonces fluir en lo artístico.  Este era el Octavio García al que nos referíamos en el previo de esta tarde. Este es el camino para no andar más al borde, sino a bordo.

Decidido a torear y "nada más"

A ese buen que qué hacer solo faltaba rubricarlo con la espada para asegurar una oreja, de esas que pesan y ponen el listón en alto para el resto de la temporada.  El acero quedó un tanto caído, de ahí el derrame, pero el espadazo fue efectivo. Le fue otorgado el segundo apéndice que pidió buena parte de la concurrencia, y al final bien recibido por la mayoría.

La oreja del segundo sí que había tenido algunas protestas, muy pocas en realidad, así como cierto es que aquel trasteo fue como aquellos que terminaban dejándole más reproches que valoraciones. El Payo no logró someter al de Barralva que era un tanto brusco. Ese punto de raza no venía acompañado de un tranco claro, de ahí que el torero no pudiera terminar por domeñar y templar al animal.

Uno de los sellos de La México es premiar las estoconazos que hacen rodar a los toros sin puntilla en apenas unos segundos. Esas sí son las estocadas que valen la oreja. La de El Payo al segundo, fue de esas.

Con la espada cortó dos de las tres orejas de la tarde

Decíamos líneas arriba que la ambición nos mueve para buscar más. No se trata de una codicia innoble y desmedida, es un no plegarse solo por haber conseguido un poco.  De ahí que el encierro de Barralva no nos deje del todo satisfechos en el primer término, el trapío. Han cumplido en el límite, pero también lo mencionamos en el previo. Este hierro no ha vuelto con un encierro como aquel de la temporada torista de 2006.  En cuanto a comportamiento, los más han quedado como con los uñas sostenidos el límite, pero en líneas generales les ha faltado raza, y de ahí que acusaron falta de fuerza, de motor y de fondo para romper.

Al borde también, pudo quedar de nuevo Morante luego de lo mucho que ha perdido ya en México. El resultado de hoy, pitos, pitos y división de opiniones, no es la valoración más justa de lo acontecido esta tarde, sino cosecha de sus apariciones en los tierras mexicanas de un año a la fecha. La México y Aguascalientes, particularmente. El que a José Antonio Morante Camacho, con todo y tour, no se le espere con los brazos abiertos es consecuencia y responsabilidad –o  falta de-, de su propio hacer.

El primero acudió bien al capote y Morante pudo lancearlo con gusto. El animal blandeo al salir del peto, algo más o menos lógico, pero lo preocupante no fue perder las manos, sino doblarse por los cuartos traseros. La pata derecha parecía ser la afectada. El animal no fue sustituido y durante toda al faena de muleta, el de Barralva cayó constantemente.  Pasaron unos cuantos minutos, el sevillano decidió abreviar. Luego, también como muchas otras tardes, intentó pasaportar al astado desajustándose mucho, y a punto estuvo de la bronca.

Así abría Morante la y su temporada.

Con el cuarto tampoco hubo acoplamiento. Si bien el intento fue mayor que con el que abrió plaza, en Morante no se percibía mucho más.  Muy medidito de raza y fondo el de Barralva, pero el sevillano tampoco se despeinó. De nueva cuenta, poco fino y ajustado para matar al astado.

Apostó por el Saltillo-San Mateo para regalarlo. El animal no terminó por romper, por ir de menos a más, pero tuvo la suficiente calidad para que Morante pudiera dar más. Con el capote, no llegó a derrochar en cantidad -no es lo importante-, pero sí se prodigo en calidad -que sí es lo verdadero-, con el recibo a la verónica, la media, un quite por chichuelinas y la revolera. La faena de muleta fue un tanto intermitente, más por las condiciones del animal, pero sí con los destellos únicos del de La Puebla. Sin embargo, nos parece que en esta ocasión, más allá de la aparición de su genialidad y luminosidad, fugaz y perene al mismo tiempo, fue más importante verle dispuesto. Pese a que el astado huyo durante todo el trasteo y teminó metido en la querencia, Morante fue siempre en su búsqueda. Así, sin la presencia de la apatía o indiferencia que muchas tardes parece ataviarlo, es que logró rescatarse mínimamente a sí mismo, de cara a este nuevo invierno.

Al final Morante decidió estar

No sabemos si Diego Silveti se encuentre ya cerca del límite; si esté bordeándol, por dentro, por fuera, o añun lejos de este. Hemos creído tardes anteriores que es así, que lo ha alcanzado y hasta rebasado, pero la cuerda ha dado aún más de si.  Al torero guanajuatense se le ha escapado otra tarde de las manos. El encierro, como hemos datado no ha sido el ideal para el triunfo, pero su alternante consiguió salir en hombros. Tampoco han sido una diatriba los dos de su lote. El punto es que Silveti no ha logrado dar una estructura mínima a ninguno de los dos trasteos. No queda a merced de los astados pero el oficio parece ser el mínimo para uno que se le da tan buen trato en los carteles y vitola de torero importante. A su primero no terminó de entenderlo, y a su segundo tampoco.

De milagro el sexto no se vino arriba. Tras una pésima lidia, que es también responsabilidad y parte del oficio del matador, el de Barralva presagiaba sacar el pecho por el hierro. No fue así, la codicia y prontitud mostrada en el inicio de la faena de muleta se ahogó, no solo por los procedimientos del torero, sino porque le faltó casta. El astado se desfondó y Silveti pudo refugiarse en ello.

Diego Silveti sigue al borde del límite