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Con escaso público en los tendidos tuvo lugar el segundo festejo de la Feria de Sanse. Lidiándose un encierro del hierro de Castillejo de Huebra para los rejoneadores:
Fermín Bohórquez, oreja y palmas
Joao Moura, saludos en su lote
Francisco Palha, silencio y oreja.
Foto archivo Discreto fue el segundo festejo ferial, más por culpa de los toros que por culpa de los caballeros en plaza, destacando los rejoneadores Fermín Bohorquez y el portugués Francisco Palha, también gustó Joao Moura hijo.
El festejo duró justamente dos horas, en que los asistentes amantes de este tipo de festejos se lo pasaron en grande, primero por ver a los caballos toreros y luego admirar a sus expertos caballistas que tan bien tienen domados y entrenadas sus cabalgaduras.
Los toros anunciados poco ayudaron a los caballeros para que puedan lucirse, eso sí un encierro muy bien presentado, quizás con demasiados kilos para una plaza de tercera y que embestían mejor a los capotes de los auxiliadores que a las cabalgaduras, siendo los caballeros y sus jacas los que pusieron todo de su parte para dar satisfacción a los amantes del rejoneo
Un toro parado fue el que abrió plaza para el español Fermín Bohórquez, que la única oportunidad que tuvo fue la de demostrar sus dotes de caballista y larga experiencia en estas lides, pero que con el paso del tiempo se ha quedado adocenado y sin engancharse al carro del rejoneo moderno; no es que estuviera mal, pero ya no llena a público tan entusiasta, tras una faena y lidia discreta a mi entender logro cortar una oreja sin mucho fuste, pero que el público la pidió con fuerza y al Usía no le quedó otra que sacar el albo pañuelo y conceder el trofeo, con el que dio la vuelta al ruedo sobre su cabalgadura. Su segundo acudió con alegría a las jacas y que a mi entender tuvo una mejor actuación que en su primero y que bien supo aprovecharlo en los primeros compases de su labor, pero que lastimosamente falló reiteradamente con el rejón de muerte privándole posiblemente de un trofeo. Dio la vuelta al anillo entre aplausos de sus incondicionales.
Quien demostró haber crecido y madurado en su quehacer fue el lusitano Joao Moura quien toreó muy bien con el caballo, clavando en lo alto, tanto los rejones de castigo, como los palitroques a dos pistas incluidas las cortas, pero toda esa buena labor la emborronó con los rejones de muerte, teniendo que echar pie a tierra para descabellar a su oponente. Quedando todo en un saludo desde el tercio. Con las fuerzas justas fue el segundo de su lote, se superó con los palos normales y las banderillas cortas, teniendo una buena actuación según mi criterio, pero marró con los rejones de muerte. Una vez más saludó desde el tercio.
El que si nos sorprendió fue el rejoneador Francisco Palha, quien hizo sonar la música por primera vez en la tarde, al torear cruzándose al pitón contrario con sus caballos y rematando con piruetas tras cada embroque, nos recordó al inventor del violín, aquel rejoneador madrileño Bernardino Landete de los años cincuenta y sesenta, ejecutando esa suerte limpiamente. Pero no estuvo muy acertado a la hora de utilizar los rejones de muerte, debido a que el morlaco no ayudó en ningún momento, encima el cachetero estuvo poco acertado con la puntilla. Silencio para el portugués. Un toro, toro fue el que cerró el festejo, que desde la salida trotó alegremente, propiciando el lucimiento de Palha, quien toreó con las colas de sus cabalgaduras de forma ortodoxa y su quehacer fue de menos a más entusiasmando a la concurrencia; el trofeo cayó tras un rejonazo certero doblando el burel sin puntilla. El público pidió las dos orejas, siendo concedida una sola por la autoridad, que con mucha emoción paseó por el anillo de la plaza de Sanse.
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