En tarde magnífica hasta el sexto toro, cuando se empezó a vislumbrar la tormenta que azota esta noche a la Ciudad de México, se llevó a cabo el quinto festejo de la Temporada Novilleril 2014, con escasa entrada (unas 2500 personas). Se lidió un encierro de la dehesa michocana Real de Valladolid, terciados de presentación y manejables en términos generales. Actuaron las cuadrillas completas comandadas por los novilleros:

Mirafuentes de Anda: palmas y silencio.
Luis Ignacio Escobedo: palmas y bronca tras tres avisos.
Antonio Mendoza: al tercio y ovación.

Antonio Mendoza sin apéndices, confirma lo hecho en su debut

Destacaron en banderillas Jorge Luna y Ángel Martín González Lupillo, quienes saludaron en el tercio, además de Ángel Martín González hijo, quien se desmonteró en dos ocasiones. Además se examinó el aspirante a picador Álvaro Carrillo, por lo que picó a todos los novillos.

Fue el de Real de Valladolid un encierro distinto al de semanas anteriores, pero también se dejó meter mano. Si bien no salieron seis novillos de bandera, los moritos michoacanos eran una prueba adecuada para mostrar los avances técnicos de la tercia, enfilada a la alternativa en sus primeras dos partes. Fue, sin embargo, el tercer joven torero, triunfador hasta el momento de la temporada, y a quien no le tocó en suerte el mejor lote definitivamente, quien impuso con rotundidad su ley sobre sus alternantes.

Y es que a Orlando Mirafuentes de Anda solo le pudimos ver esbozos de ese buen estilo y sentido de la estética que atesora. Fue Triunfador un novillo distraído al que finalmente pudo el capitalino, torero de dinastía, meter en la canasta en una buena serie por el pitón derecho. Para la segunda el animal ya no era el mismo y comenzó a volverle muy pronto. Para la tercera ya se quedaba por completo y lo espiaba mucho. El pitón izquierdo carecía de recorrido, por lo que el trasteo acertadamente no siguió por ahí. Se despidió en medio de una ovación. Aunque los aficionados de sombra lo instaban a salir al tercio, el tendido de Sol le recomendó taparse, como acertadamente lo hizo.

El segundo de su lote, Aventador, no transmitía gran cosa, pero tenía una embestida suficiente para que Mirafuentes se impusiera. Entendió bien la necesidad de perder pasos para no quedar a merced de la res, que, si bien se revolvía menos que el primero, también terminaba la embestida en un terreno muy incómodo para el lidiador. Tristemente, no hubo entendimiento con la embestida lenta del novillo y la gente tomó partido por Aventador. Mató de una estocada tendida de efectos rápidos para llevarse silencio de parte de toda la plaza, excepto de los aplaudidores automáticos de sombra, que ya lo habían malaconsejado un rato antes.

Con el abreplaza el joven capitalino trazó mejor esbozos de su concepto

La peor parte de la tarde fue para Luis Ignacio, quien tuvo en el primero de su lote al peor novillo del encierro. Brujo, negro zaino, no embestía, ni siquiera pasaba, solo tiraba derrotes. Sin mucho más que hacer, el novillero se tiró sobre él y le sacó cuartos de pase con mucha exposición y valor. Mató de bajonazo tras varios pinchazos y se fue con palmas.

Por trapío tampoco le aportó nada este, máxime a las puertas de la alternativa

La debacle del zacatecano vino en el quinto, berrendo en cárdeno. En mi humilde punto de vista, este torero tiene muy bien aprendido un concepto del toreo, que quiso aplicar a rajatabla sin reparar en las condiciones del novillo. El berrendo en cárdeno, caribello y calcetero de los cuartos traseros de nombre Campeón, de los mejor presentados del festejo, se arrancaba de largo con alegría y fijeza. Luis Ignacio acortó los terrenos con la muleta muy retrasada y debió perder muchos pasos entre pase y pase. No hubo entendimiento y la gente se endureció con él. Con las espadas un mitin, después del segundo aviso no había dejado ni media estocada siquiera.

Vino el tercer aviso, la bronca estaba hecha ya, es cierto que el novillero, presa de lo que pasara por su cabeza, equivocó sus actitudes y casi vuelve a descabellar después del tercer aviso. Si reflexiona al respecto de ello (y de todo lo demás) podrá ser una lección. Pero lo realmente vergonzoso, es la incapacidad total de devolver a un toro por el personal de la Plaza México.  

Mucha gente se volcó contra Emilio Ríos, el puntillero obligado a intentar dar muerte al toro devuelto sin que nadie hubiese intentado acercarlo a toriles, pero los verdaderos culpables son otros. ¿Se imagina al humilde puntillero diciéndole al inspector de autoridad que le tapaba la salida parado atrás del burladero que por ética no puede apuntillar? Si ni él inspector ni el juez, Jesús Morales, siendo autoridad, pueden decirle que no a la empresa e intentar que se cumpla el reglamento, pues menos el pobre puntillero. Afortunadamente el novillo tenía muchas patas, volvió por toriles, y libró a la Plaza México de hacer más el ridículo.

Y con el no tan malo no hubo solvencia

Antonio Mendoza anunció que su revelación no es llamarada de petate, sino el destape de un torero con oficio y técnica, valor y conocimiento del toro. Con Artista, el hasta ahora triunfador de la temporada se gustó en las verónicas de recibo, la gente ya estaba con él para el remate. Tras el puyazo quitó por chicuelinas y dejó una bonita larga. El novillo mostraba dificultades, pero afortunadamente fue bien lidiado, además de espectacularmente banderilleado por dos Ángel Martín González, el padre y el hijo, quienes saludaron en el tercio.

Sobresalientes actuaciones del Ángel Martín padre e hijo

El michoacano piensa en la cara del toro, le da distancia a los novillos, intenta en la línea, se cruza, y así encuentra rápidamente lo que el burel pide para regalar sus embestidas. No logró mucha ligazón ni continuidad, pero si la labor más cohesionada de la tarde a un novillo de condiciones bastante inferiores a las del quinto, por ejemplo, pero mejor que sus hermanos que hicieron primero y segundo. Pinchó y mató de estocada caída que le quitaron el trofeo de las manos. Mendoza salió al tercio a anunciar con su dedo índice que lo mejor estaba por venir.

Fue el sexto, Chocolate, un negro listón muy serio: alto, enmorrillado, largo, bien desarrollado de pitones aunque tocado del izquierdo. El joven aspirante Álvaro Carrillo dio tres puyazos traseros en un solo viaje al de Real de Valladolid que pueden haber mermado su desempeño en el resto de la lidia. El quite de tafalleras y navarras mezcladas iluminó la tarde, que empezaba a cerrarse, y anunciaba una faena promisoria. La cuadrilla cerró una tarde redonda y salieron al tercio, de nuevo en pareja, Jorge Luna y Lupillo hijo, por segunda vez. Enhorabuena a los tres.

El joven Mendoza inició estrujantemente por alto, en el ambiente se sentía la faena grande. Por el pitón derecho Chocolate regaló sus mejores embestidas. El ánimo de la afición y la calidad del toreo de Mendoza iban en aumento. Por el izquierdo el novillo no tuvo el mismo recorrido, franco y largo, sino que se quedaba a la mitad del viaje y apuntaba al torero. A la vuelta al pitón derecho, las buenas cualidades de Chocolate se habían terminado. Poco más, pinchazo y estocada contraria.

Quince buenos pases, algunos más, algunos menos, se dejó pegar Chocolate, suficientes para que la Plaza México se volcara enteramente con Antonio Mendoza, a quien desde ya ansiamos ver crecer como torero, si la fiesta nos da esa alegría, basado en la capital mexicana. Empezó a llover y la despedida fue muy tibia, pues la concurrencia huía, pero aun así asomaron algunos pocos pañuelos blancos de la afición, que se quedó con ganas de volver a vitorear al joven Mendoza, a quien la empresa debe repetir pronto.

Con el tercero calentó su tarde y va entrando en el gusto de la capital

*Fotos: Luis Humberto García.