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20/07/2014
  (Ciudad de México) Triunfo rotundo del joven novillero Antonio Mendoza. Juan Pablo Llaguno camina con paso firme
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

Ante menos de un cuarto de plaza (unas cuatro mil personas) se realizó el primer festejo de la Temporada Novilleril 2014. En tarde agradable con amenaza de lluvia al caer el primer toro y ráfagas de viento en el cuarto, se lidiaron seis novillos de Xajay, de buen juego en conjunto aunque pobres de presencia. Destacaron el segundo y el sexto que fue indultado. El astado premiado lleva por nombre Bandolero, número 46 con 395 kilogramos. Actuaron las cuadrillas comandadas por los novilleros:

Diego Emilio: palmas y al tercio con división de opiniones tras dos avisos.

Juan Pablo Llaguno: una oreja y al tercio.

Antonio Mendoza (presentación en la Plaza México). Silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras indulto.


El debutante Antonio Mendoza fue sacado a hombros hasta las calles

Hubo un minuto de aplausos en honor al matador de toros Raul Espíndola, fallecido recientemente. Al romperse el paseíllo la Porra Libre entregó el premio “Joselillo” al novillero triunfador de la temporada anterior a Juan Pablo Llaguno.

Casi cinco meses separan la última de Temporada Grande y el inicio del serial novilleril. Aun cuando el panorama al exterior del coso no era el más halagüeño, la Plaza México terminó por lucir una entrada aceptable. El ayuno por fin terminó, y de qué manera. Un encierro demasiado escogido en cuanto a presencia, pero con muchas posibilidades nos permitió ver una buena tarde de toros, de la que salimos profundamente emocionados e ilusionados. Habituados ya a la monotonía y mediocridad que sufrimos en el pasado ciclo, la actitud, el quehacer, la disposición e incluso la rotundidad de los nóveles espadas debe significar un golpe de timón a la somnolencia de la tauromaquia en esta ciudad, aunque la propuesta de la empresa en poco o nada difiera a la de los últimos años.

Abrió plaza el joven novillero hidrocálido Diego Emilio, quien mostró buenas maneras pero menos sitio que sus alternantes. El primer astado, Antequero de 425 kilogramos, cómodo de cabeza como el resto de la novillada, dio buena pelea en un único puyazo. En la muleta desarrolló sentido rápidamente y el novillero se vio en aprietos constantes al inicio de la faena. En al menos cuatro ocasiones, Diego Emilio adelantó la suerte cuando el negro bragado se quedaba, teniendo que salir por piernas para librar los bruscos derrotes de Antequero. El burel siguió por la misma línea y el joven torero no logró dominar al astado, optó por el toreo de pitón a pitón y la concurrencia lo censuró. Mató de un espadazo caído y se llevó tibias palmas.


Con el cuarto Diego Emilio pudo mostrarse mejor

Con su segundo, de nombre Ranchero, el peor presentado del festejo, Diego Emilio inició su trasteo por el pitón izquierdo, con el que el novillo pronto confirmó el mal estilo que mostró en los primeros tercios. El novillero continuó porfiando, pero la descompuesta embestida en dos tiempos terminó limitando todos sus intentos al pitón derecho. Con éste, Ranchero fue más colaborador, aunque sin tener un cortijo en el pitón. Los mejores momentos del aguascalentense fueron dos series por ese pitón, en las que el toro terminó por buscar al torero. La faena se desdibujó un poco al preparar la muerte y se emborronó por completo en un penoso mitin con la espada. La falta de coordinación entre torero, cuadrilla, apoderado y mozo de espadas fue evidente en un momento en que el tiempo apremiaba. Apenas sonó el segundo aviso, Ranchero dobló pegado a tablas y en la querencia, donde el novillero intentaba descabellar. Diego Emilio salió al tercio con fuerte división de opiniones.

Juan Pablo Llaguno sigue caminando con paso firme a ser un torero importante. El primer utrero de su lote, Coleador, cárdeno bragado, más pequeño que el abreplaza y muy cómodo de cabeza, permitió al triunfador del pasado serial novilleril una importante demostración de crecimiento respecto a sus últimas actuaciones. Mucha técnica, sentido de la estética y cabeza de torero lucieron en esta faena. Es verdad que hubo altibajos, pero el torero y su administración supieron detectarlos y corregirlos, de modo que el interés de la afición no se diluyó en ningún momento. Así, Llaguno abrochó una faena bien estructurada por ambos pitones y de detalles muy toreros con una estocada entera con la que el toro tardó un poco en doblar. Jorge Ramos entregó una oreja e ignoró la decreciente petición de la segunda. Fuerte ovación para el toro en el arrastre.


Oficio, naturalidad y temple van acompañando al queretano

Con su segundo Juan Pablo estuvo voluntarioso y tesonero aunque un poquito atropellado. Se llevó una horrible voltereta en la que su rostro estuvo a merced del toro, incluso parecía estar desmayado mientras las asistencias lo dirigían a la camilla. Antes de ser recostado recobró el sentido, se quitó la chaquetilla, exhibió el chaleco trozado por la espalda, y ligó una serie por el pitón derecho, recibida con exacerbado júbilo por la concurrencia. Mató con problemas y escuchó un aviso. Salió al tercio y fue pitado al intentar dar la vuelta. Este toro recibió dos puyazos y el tercer espada intervino en quites.


Y no quedó a deber esta tarde en La México

Es clara la expectación que los hermanos Llaguno han levantado a lo largo de su carrera, la gente les tiene mucha fe, y esta tarde se vaciaron con Juan Pablo. Así fue como Antonio Mendoza se encontró con una versión muy fría de la Plaza México en el primero de su lote. El joven capitalino avecindado en Michoacán mostró variedad y buenas maneras sin mayor trascendencia. El novillo, bautizado Campirano, era soso y descastadón. El tendido comenzó a apretar al novillero y éste se tiró a matar defectuosamente. Silencio tras aviso.

La explosión llegó con Bandolero, número 46, 395 kilogramos de romana y nacencia en julio del 2010 según la tablilla, negro zaino y un poco más ofensivo que sus hermanos, rabicorto. Desde el capote se percibía que el toro tenía la calidad necesaria para algo destacado. Permitió al novillero dejar buenas verónicas, un sobresaliente remate con las piernas flexionadas en forma de tafallera para dejar al toro en el caballo, y un notable quite por faroles. El morito avizoraba calidad pero no había roto, no peleó sobresalientemente en varas, incluso se escupió de la suerte. A partir del segundo tercio fue que Bandolero empezó a crecerse cada vez más y más hasta repetir incansablemente en el terreno de tablas allá por la puerta de cuadrillas con codicia y boyantía.

Ahí fue donde Antonio Mendoza lo entendió cabalmente, le planteó la faena y lo tuvo donde él le ordenó. Tener en las manos un toro de estas características es un arma de doble filo, y en la Plaza México son una auténtica bomba de tiempo en manos de un inexperimentado novillero. Al más mínimo detalle que no termine por convencer, la concurrencia suele lanzarse furiosa contra el desdichado torero. A Antonio Mendoza solo le lanzaron sombreros y prendas de vestir, pues en todo momento mantuvo a la afición metida y convencida en lo que estaba haciendo.


Frío con el primero, Mendoza se encontró con uno al que toreó a placer

Así, poco a poco, armó un trasteo que empezó en líneas altas con un cambiado por la espalda y fue in crescendo hasta alturas insospechadas. El entendimiento cabal del toro permitió que los adornos, siempre oportunos y muy toreros, fueran intercalándose en una faena de altos vuelos. A la mitad de la faena el joven capitalino tenía el rabo prácticamente asegurado, el júbilo era cada vez mayor y a Antonio, de vena, le salía todo lo que intentaba. Nos regaló extraordinarias pinceladas al trincherazo, al desdén, y, la joya de la corona, un extraordinario pase andando. El toro pudo seguir embistiendo otra media hora, pues en lugar de cansarse, el novillo parecía ir cada vez a más y a más.

Se avecinaba la hora de la verdad, la faena ya había durado demasiado y afloraba en el tendido la petición de indulto. A Antonio Mendoza, a sus diecinueve años, lo separaba una estocada de la consagración que lo pondría, de golpe y porrazo, a la cabeza de la novillería mexicana, con el consecuente riesgo que implica apostar por la grandeza. El novillero no terminó de decidirse a entrar a matar y vino el indulto, polémico como todos. Voluntaria o involuntariamente, Antonio Mendoza se salió por la tangente y decidió postergar para mejor ocasión el gran golpe que da un rabo y que no acaba por cuajar un indulto. No importa, si este novillero mantiene los pies en la tierra y trabaja en consolidar su concepto, la oportunidad volverá pronto. Ah claro, también se puede elegir la tangente. Enhorabuena a él, a su gente y a los que pudimos ver su destape.


Así ha iniciado el serial novilleril 2014 de La México

Después de cinco meses y algún tiempo agregado gracias a una horrenda Temporada Grande, pudimos volver a la Plaza México para abandonarla reflexivos y profundamente emocionados, palpando esa sensación de una multitud recién extraída del éxtasis. Solo nos queda pedir una cosa a la fiesta: que la temporada continúe por la tónica del interés, florezcan las emociones, vengan la seriedad y la bravura y con ella, tal vez, regrese de la mano el gran público de la capital mexicana.

*Fotografías: Luis Humberto García.

 
     
   
     
   
     

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