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El resumen de la feria es fácil. Victorino y los demás. La casta, la fiereza incluso, del toro de lidia, recupera el interés de la fiesta de los toros perdida entre el barullo de la elegancia y el medio toro.
 Uno de los toros de Victorino Martín Pero creo que para un resumen global es interesante contextualizar la feria en la época negra de la fiesta de los toros por la que atravesamos, en la que los toreros del sistema, aquellos que torean todas las ferias y son el soporte de las taquillas de los empresarios, no tienen el contrapeso de los toreros de aficionados, que son quienes traen la emoción al toreo. El toreo cansino de todos los días, que para hacerse todos los días necesita precisamente de toros que permitan a las figuras andar sin apreturas, no encuentra el contrapeso de toreros de calidad que gusten a los aficionados, como en otros momentos fue el caso de Antoñete, Rincón, José Tomás o El Cid.
En esta época ha aumentado la rigidez del sistema debido a la existencia de un oligopolio de toreros, el año pasado el G-9 ó G-10 y este los “big five”, que se pelea con los empresarios por el pastel que en esta época de crisis no cesa de disminuir. Esta rigidez ha institucionalizado la serie B donde están los toreros modestos con el ganado exigente y sin apenas trasvase entre ellas y ha provocado una falta de relevo en la parte superior del escalafón donde se mantienen los mismos desde hace más de diez años, a costa de la propia fiesta. El entramado oficial se apoya en un dominio de la prensa oficial taurina que está tajantemente separada de la opinión de los aficionados que se expresa en las redes sociales y la búsqueda de una presentación a la sociedad más acorde con los más vacuos espectáculos.
En este marco global es donde se puede ver el resumen de la feria de San Isidro que está representado por el triunfo de Victorino o el elogio de la fiereza y la exigencia. La sorpresa Miura con dos toros bravos, uno de ellos de premio. El sitio, la cabeza torera y la decisión que ha demostrado Perera. La entrega de Fandiño que no supera su techo de calidad aunque haya creado un momento tan conmovedor como su estocada a topacarnero al Parladé y no haya sido capaz de dar un puñetazo encima de la mesa el día de la Beneficencia. El desprecio de los “big five” a la lidia, quizá entendible porque no viven de eso, sino de su repetitivo toreo de muleta. El efecto Castaño que no ha tenido seguimiento y no ha habido otros toreros que se hayan aventurado por el hueco del espectáculo de la lidia, a pesar de que se nota que los banderilleros que saben, tienen mayor gusto por arriesgar y hacer más bella su suerte, es una sorpresa que no puedo calificar de positiva. La desastrosa realización de la suerte de varas donde los picadores recargan inmisericordes la puya, sin dejar apenas espacio para una bella realización de la suerte y poder mostrar la condición del toro.
En fin el apunte de tantas cosas buenas y malas, muy dispersas en tantas tardes y que han propiciado una feria más entretenida que en años anteriores, pero que no supone un avance hacia una tauromaquia más comprometida con la casta y bravura del toro y la emoción del espectáculo, sino un paso más en un negocio decrépito por cuyos restos se pelean toreros oligopolistas y empresarios dominantes.
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