Cuando se anunciaron los carteles de San Isidro, analizando las distintas combinaciones del serial, una de las tardes que me resultaban especialmente apetecibles era en la que se anunciaban los cárdenos victorinos. Una terna madura y que ha triunfado con este encaste. Además había subido varios enteros en su cotización, a medida que trascurría el abono isidril. Buena actuación de Uceda Leal con los de Fuenteymbro, Ferrera torero capaz, en sazón, en momento dulce y Alberto Aguilar que había dejado buen sabor de boca el domingo pasado con la de Montealto, cortando también una oreja.  Cierto que estuvo en la plaza Pepe con Rodolfo Pascual para hacer el Apunte Tuve la suerte de ver la corrida de ayer junto a Rodolfo Pascual, amigo y matador de toros durante la década de los ’90. Siempre el disfrutar de una tarde de toros con un profesional, te ayuda a ver matices que el que no se ha puesto delante, como es mi caso, no es capaz de apreciar. Cada aficionado que se sienta en un tendido suele ver la corrida de una forma, en buena parte en esa disparidad de criterios reside la “chicha” del asunto.
Soy de los que piensa que donde está el toro está la corrida, es decir ver la corrida a través del toro. A la salida y con el paso de las horas, con un juicio más frío y templado vas analizando y te haces una serie de preguntas. ¿Hubo toros? ¿Hubo toreros? Vayamos por partes. Para empezar creo salió una corrida irreprochable de presentación, en tipo, con un trapío importante. De una forma bastante escueta podremos convenir que el toro de bravo se sustenta sobre dos pilares que deben estar compensados. De un lado la casta y del otro la nobleza. Pues bien ayer la corrida de Victorino creo que fue una corrida con alta dosis de casta, que vendió cara su vida, dura de patas, de las que piden el carné. Sin embargo yo no la puedo calificar de brava, pues el otro componente, la nobleza se quedó en la finca. Encierro de “alimañas” en la que faltó el Victorino bravo de verdad, que se come la muleta embistiendo entregado con recorrido. Respecto a los toreros, como he referido anteriormente, una terna capaz y conocedora como pocas de este encaste. Uceda creo que no estuvo con la buena actitud que mostró en su primera comparecencia. Tanto Ferrera, con un gran sentido de la lidia, y Alberto Aguilar no se le puede poner un pero, no volvieron la cara en ningún momento. El otro vértice del triángulo, además de toro y torero, el público. Tomó partido por los toros desde el primero de la tarde. Este tipo de corridas, como esta de Victorino, significan un arma de doble filo para los toreros. Si se lucen los toros, los dejan ver, lo cual es algo de agradecer para el aficionado, una lidia completa, como ocurrió con la del primero de Ferrera, dejándolo largo en el caballo, etc., la situación se volvió minutos después en su contra. Extraña “sensibilidad” por una parte del público al ovacionar al toro, concretamente me estoy refiriendo al quinto, que tras herir de forma espeluznante al tercero Manolo Rubio, y tras fallar el puntillero se volvió a levantar. Por lo tanto una tarde de alta tensión que no dejó indiferente a nadie, de la que cada aficionado tiene su versión o forma de verlo y un servidor ha dado la suya.
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