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Se dice que el valor de una oreja en Madrid no tiene par más que otra oreja en Madrid. Escribía esto hace unos días, luego de que Alberto Aguilar cortara, una vez más, un apéndice en San Isidro. Miguel Ángel Perera hoy, ha hecho lo propio.
Para los toreros, mantenerse durante la temporada con actuaciones selladas por la constancia darán soporte, pero solo al volver a Madrid y reiterar, podrán equiparar y aumentar su cotización.
 Y puede haber más que estas dos orejas de un Adolfo en Madrid Se puede impugnar la segunda oreja otorgada hoy a Perera. La Puerta Grande le dará los titulares, convertirse el torero que esté en boca de todos, pedir un alza en sus condiciones de contratación, ser ya un firme candidato a los premios como triunfador de la feria. Todo ello no es poco, sin duda. Pero puede haber algo más, incluso algo más que esa reiteración del extremeño al cortar otra oreja en Madrid.
Sabemos que el status quo impuesto desde el sistema va en camino de estrechar en muchos sentidos la amplitud y horizontes de La Fiesta de los Toros, a la que ahora unos llaman "el toreo". Por ello los favorecidos, entre los que podemos citar a este torero, van necesitando menos para ocupar los escaños más altos. Y no lo digo yo, o nosotros. Lo han dicho, por ejemplo, algunos de sus antecesores. Cosas como que en otra época, los toreros tomaban más riesgos, hacían más apuestas. En palabras más prácticas, lo que queda a todas luces es que las figuras de antes solían abandonar su zona de confort, mientras que las de ahora, una vez encaramadas, se acortan más, y para mantenerse, descalifican la diversidad.
Este llamado a contracorriente, que probablemente salió mejor de lo esperado para el propio torer, no será
casualidad que uno de los que lo han recalcado en últimas fechas eso de jugarse más, sea un
matador en el retiro, hoy muy cercano al de la Puebla de Prior.
Perera decía, justo al ser alzado en hombros, ante los micrófonos de la emisión por tv que se sentía el hombre más feliz de la tierra en ese momento. Seguramente. Lo soñaría. Seguramente. Y si tenía la seguridad de que pasaría, de un guiño ha de convertirse en una vuelta de tuerca; para él y para muchos. Los beneficiados serán más que los afectados; aunque estos últimos sean los del poder. A ellos desde ya, podríamos preguntarles por ejemplo, tras esta puerta grande en Madrid, ¿con qué autoridad (o desvergüenza) repetirían que solo el listado de sus hierros Top 10 sirven?
Perera hizo una apuesta: ir con la de Adolfo en Madrid, que significaba por ejemplo, que el primer tirón en taquilla no estaba en los toreros. Luego, también ir al lado de un compañero diferente, como Diego Urdiales, que expresa el toreo sin ventajas.
Ha ganado para sí, sin duda. Cuánto es fácil de contestar. Llevará gente a las plazas, incluso a Madrid. La pregunta es cuánto más realmente quiere. ¿Se trata de una postura resolutiva que lo lleve a ser una verdadera figura? Es decir, de esas que no solo busquen mandar en los despachos, sino que muevan en pro, los hilos de la fiesta de los toros (de si misma y de todos en consecuencia). De ser así, no hay más afirmación que una denuncia participativa de la sórdida mengua de la riqueza de la fiesta de los toros en el ruedo; frente a frente con la diversidad: del toro bravo, y a la par con toreros que ni se excusan para torear la complejidad de esa pluralidad, también de los poderosos o los modestos, y de los que lo hacen apegados a la pureza y la verdad. En una de esas, y puede terminar en esa senda.
Los gestos aislados le podrán retribuir, aunque cada vez un tanto menos. Podrá cortar otra oreja o de nuevo salir en hombros de Madrid, y valdrá por ello. Le sabrán diferente. Solo hay más en lo distinto, y como se dice, lo alcanza quien está dispuesto a perderlo todo.
*Foto: Muriel Feiner.
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