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Anda que no clamamos por eso de la diversidad de encastes, por la variedad en el toreo, por los toreros que no sean pegapases clónicos y por el toro encastado. Es un derroche de saliva, neuronas y energías que es difícil reponer. Pero cuando se nos da lo que pedimos, lo despreciamos, rasgo de necedad, o lo que es peor, no nos enteramos ni aunque nos lo pongan delante con cascabeles. ¡Qué mundo este! Me asombraba escuchar al acabar la corrida de Cuadri como había quien se ponía a juzgar lo ocurrido bajo los parámetros de la modernidad, de eso que llaman el monoencaste y de lo que algunos llamamos la Tauromaquia 2.0. ¡Magnífico! Venga a renegar de que nos llevan como borregos por el mismo carril, siempre en línea recta, con badenes y con pantallas que nos impiden disfrutar del paisaje y para un día que nos llevan a la montaña a retozar por los prados, nos quejamos de que hay hierba fresca, lomas, sendas que rodean los montes, pajaritos, mariposas y hormigas. Pero es que estamos en el campo; ya, pero es que no hay rectas, ni pantallas. Pero es que esto es el campo; ya, pero…
Y para colmo, también hay rectas y praderas sin cuestas, en forma de toros a los que se puede torear a gusto, toros con los que se puede demostrar la torería y capacidad de poder a la casta, toros para salir de la plaza con las letras de una finca ya pagadas, y todavía nos sobra para una casita y para comprar los muebles. Pero es que los de Cuadri tenían sus complicaciones; pues claro, es que son toros y a los toros, a veces, les pasa eso. Pero claro, si resulta que los señores toreros y sus cuadrillas quieren jugar a eso de la lidia, sin saber cuáles son las normas fundamentales de esta, pues apañados vamos. Perdido Javier Castaño, que parece encontrarse en una línea descendente; muy perdido y apático Iván García, quién da la sensación de estar pensándose pedir la liquidación del mundo del toro y buscarse la vida en otra parte; y aparte de perdido, pero mucho, la evidencia de estar nada placeado de José Carlos Venegas, que ante un toro, el último, que parecía un vendaval, no hizo más que estar a merced del toro, rezando porque aquello acabara pronto y salir andando de la plaza.  Los andares de torero de don Fernando Con Javier Castaño viajaba su cuadrilla, qué perogrullada, la que tantos parabienes ha conseguido en esta plaza, con ese espectacular tercio de varas con Tito Sandoval y de banderillas con David Adalid y Fernando Sánchez. Pero tampoco hoy era el día. Solo este último ha cumplido con las expectativas depositadas en estos toreros de plata, además de Marco Galán, con su sorda labor en la lidia. Fernando Sánchez en el segundo de la tarde quiso romper con los palos, y si consiguió clavar un par aceptable. Saludó junto a su compañero, pero más bien por seguir la tradición implantada en sus últimas apariciones, que por méritos obtenidos. Pero el de verdadero mérito ha sido el que ha puesto al cuarto, un toro que esperaba por el pitón izquierdo y al que ha tenido que llegar mucho aproximándose de esa forma tan personal del torero de las patillas. El de Cuadri esperaba, Sánchez se metía en terrenos comprometidos dejándose ver y citando al toro con descaro. Ha forzado mucho y ha aguantado y consentido al toro, para al final dejar un par en todo lo alto. Al menos ha habido un torero que ha considerado lo que tenía delante y midiendo sus fuerzas ha sabido darle al toro lo que pedía, que no es poca cosa. En cambio los demás, así como muchos de los espectadores atraídos por los toros han dejado claro que nos sacan del carril y nos perdemos. |
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