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Iba un caballero por primera vez a los toros, le habían dicho que era uno de los mejores carteles no solo de la feria, de toda la temporada; lo mejor de lo mejor en el ruedo de Madrid y en una única tarde. Ganadería de postín, toreros con sensibilidad y a los que la gloria se les rinde sin condiciones, cada vez que se visten de luces. Toros del Pilar para Sebastián Castella, José María Manzanares y Alejandro Talavante. Era oírlo y hasta al señor que nunca había entrado en una plaza se le volvían los ojos del revés. Pero sin dudarlo un segundo se fue en metro a Ventas, pagó un pastizal por una entrada de tendido bajo de sombra y gin tonic y puro en ristre, ya estaba dispuesto para recibir ese chorreo de arte que le habían asegurado. Era lo mejor del toreo. En esto que empiezan a salir toros a la arena, esa fuerza de la naturaleza dotada de poder y fiereza, y catapum chimpún catacroc, los del Pilar rodando por el suelo y manteniéndose en pie a duras penas para que los fenómenos se expresaran.
Pero hete aquí que esas figuras que han trascendido más allá del toreo, esos que salen en las revistas del corazón exhibiendo palmito, se pasan las dos horas meneando el telón rosa ese y lo rojo que va enroscado a un palo. Qué sosería y que aburrimiento. Bueno, paciencia, y así un toro, otro, otro y… hasta seis, pero no pasaba nada. Aquello ni emocionaba, ni daba miedo, ni tenía nada que ver con el arte, ni nada que se le parezca, pero, ¿qué pasa aquí? Pues si quiere el señor, yo se lo explico. Piense usted en la música. Piense en que quiere acercarse a ese noble arte y para procurar entender lo que este supone, para captar esa sensibilidad de autores e intérpretes vuelcan en sus creaciones, se sienta delante de la tele y se prepara para ver lo mejor de la música europea. un representante por país, elegido de entre una multitud de aspirantes, de entre los que ha sobresalido como el mejor, la mejor voz de toda una nación, que además interpreta una canción compuesta por los más destacados de ese país. Los mejores de entre los mejores, con las mejores composiciones posibles. En esto que salen unos vestidos de gallinas, el Chikilicuatre, una señora con barba, otros disfrazados de monstruos emitiendo ruidos de difícil clasificación. Vamos, lo ideal para pensar que eso de la música es un camelo, pero de los gordos. Pues ya no digo más, que cada uno piense sobre lo visto en Las Ventas en una tarde de máxima expectación.  Dos lances salvadores |
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