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Que hay peores situaciones en el mundo que una corrida en la que el encierro titular de un domingo en San Isidro simple, aunque estrepitosamente, es devuelta al corral, sí. Muchas. Hambre. Guerras. Solo por no gastar más ejemplos.
Esas van en detrimento de toda la humanidad. Y, a pesar del incalculable daño que causan, no es difícil encontrar el por qué surgen.
Ambición, poder, dinero, disparidad, son las variables que lo encierran casi todo.
Comparado con ello, el relato de lo visto esta tarde y alcanzada la noche en Las Ventas pudiera parecer apenas una historieta. Cinco toros bravos que debieran imponer, derrumbándose completamente indefensos. El hombre encargado de la tablilla vuelto loco corriendo por letras, hierros, números para que hasta antes de que caer la noche, anunciar hasta los no previstos. Llegar a un tono hilarante para soportar el cúmulo de decepciones, alcanzar el enfado y el hastío una vez más, y mantener cierta ecuanimidad para no cobrarles a los toreros.
 No se acabará el mundo, pero si nos conformamos... Pero si todo ello tuviera solo cara de una tira de humor, no se debe solo a la distancia que existe entre una y otra realidad. La vergüenza no hay dónde ni cómo esconderla. Y no será solo la del criador de Peñajara, ahí está de nuevo la descomposición del sistema. Podrá decirse que los toros no tienen palabra de honor, que es el primero en procurar lo mejor para Madrid. ¿Pero habrá forma de no repetir todas esas líneas que ya conocemos de sobra?
El remedio en el momento lo puso el presidente mostrando el pañuelo verde para cinco. Con el desastre montado, era lo menos que se podía hacer, porque se supone, que se trata de la feria y la plaza más importante del mundo. Sin embargo, esos remedios provisionales, como en el mundo macro, no son la solución, no le limpian la cara a nadie ni un poquito. Pero, si los de dentro se empeñan por minimizar los daños, ese mismo tamaño le dan a sus "triunfos".
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