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Entre estas dos aguas navegó la segunda corrida de rejones de la feria.
Sabemos de sobra que la asistencia a las corridas con caballistas, especialmente en Las Ventas, suele ser la de ocasión y minoritariamente la de abono. Sabemos también que este día, casi Madrid entera estaba en Lisboa. Así pues, la oferta isidril para esta tarde se enfrentaba al espectáculo que mayor masa atrae en países como España, exponenciado en esta ocasión con los dos equipos de la capital disputándose un título europeo. Con todo ello encima, digamos, la taquilla no quedó desamparada y una buena cantidad de personas eligieron acudir al coso de la calle Alcalá.
Mano a mano con el futbol, el toreo a caballo, anotaba su gol.
En su ámbito, la corrida de Luis Terrón fue decepcionante. Mansa tirando líneas hacia el peligro sordo, y ni siquiera sin esa calidad tan anhelada. Los tres alternantes en sus respectivos turnos iban poco a poco, sacando el partido, pero la materia prima no ayudaba a recompensar a esa gente que ocupaba los tendidos de Las Ventas. El primer mérito de los tres, Cartagena, Ventura y el confirmante Valdenebro, fue lograr que se movieran los astados. Luego, tal vez se habrían empeñado hasta el final para culminar lidias ya no digamos apegadas completamente a los cánones o al clasicismo, sino dedicadas a torear a caballo de pe a pa. Alguno lo intentó más que otro. Pero no. No daba resultados. La prueba era que el público acompañaba con las palmas, las piruetas, bailes, muestras de alta escuela de las jacas y no algún quiebro y clavada bien conjugadas.
 De tú a tú con otros espectáculos, en Las Ventas no quedaron decepcionados Los premios solicitados no alcanzaban la altura de Madrid. Ahí el segundo mérito: lograr que los pidieran. Con el mal encierro, Morante -el tordo de cuatro patas-, Nazarí, Pericalvo, Cuco, Truhán, Listo con sus jinetes, taparon en primer plano la debacle y pudieron entretener a la concurrencia.
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