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La puerta grande se volvió a abrir este San Isidro, esta vez para Miguel Ángel Perera. Y mientras el extremeño triunfaba y se iba en volandas de la plaza, Victoriano del Río se marchaba, imagino, no demasiado contento con el balance de su segundo encierro en el abono. Si el 15 de mayo, el hierro madrileño pegaba todo un petardo, hoy no mejoró demasiado el asunto. Tras una docena de toros lidiados (alguno menos por los sobreros), Victoriano se marcha de Madrid tocado tanto por la presentación, como sobre todo por el juego de sus ejemplares. Y es que por mucho que la mayoría de la crítica vaya a tapar la ruina ganadera, especialmente por el triunfo de Perera, la falta casi total de casta de la mayoría de los "victorianos" ha quedado más que patente. Animales mansos en distintos grados en varas (menos alguno que cumplió) y de descastado y flojo juego en el último tercio. Por ejemplo hoy el primero fue rápidamente enviado de vuelta a los corrales por su manifiesta invalidez. No sólo se derrumbó varias veces antes del segundo puyazo, sino que arrastró los cuartos traseros desde que saltó al ruedo.
El segundo y el tercero de la tarde, por su parte, fueron la demostración palpable del toro que se intenta criar en la actualidad y que tanto gusta a los toreros. Animales nobles hasta la extenuación, con gran calidad, y que van y vienen sin la más mínima exigencia para ese hombre vestido de luces que tienen delante. Pero señores, la casta, el toro bravo es otra cosa muy distinta. Esta fiesta se basa en la lucha entre un hombre y un animal casi salvaje que debe luchar hasta la muerte y vender cara su vida. Y el torero, para triunfar y acabar disfrutando, antes debe someterlo a base de su técnica y valor. Eso hoy, como la mayoría de tardes en la actualidad, no se produjo. El tercero, por ejemplo, que salió de chiqueros echando la cara alta en los lances de recibo, sacó después un fondo exquisito en la muleta. Nobleza, clase, humillación... todo eso está muy bien, por supuesto, pero cuando esas virtudes van acompañadas de casta, exigencia y transmisión. Cuando ambas cosas se juntan aparece la bendita y siempre necesaria emoción. ¿Hubo emoción y riesgo en la embestida de ese astado sorteado en tercer lugar? Más templada y ovejuna no pudo ser su movilidad. Y claro, el torero disfrutó y se gustó, mientras un público absolutamente ignorante de estas cuestiones fundamentales del arte taurómaco, admiraba con total complacencia la unión de ambos en vez de exigir un toro verdaderamente bravo. Por cierto, prueba de que ese tercero no lo era, es que al final se quiso rajar. Y el segundo más de lo mismo: iba y venía sin la más mínima transmisión. La cara opuesta la mostró el cuarto, el único que sacó algunas complicaciones en el último tercio. Midió y salió siempre con la cara alta derrotando violentamente y poniendo en evidencia el supuesto poder de un Juli que no solventó la papeleta. Por su parte, el quinto fue el exponente máximo de esa falta de casta que ha demostrado la ganadería de Victoriano del Río esta feria. Llegó muerto al tercio final sin un ápice de casta y Manzanares se fue a los dos minutos a por la espada una vez visto que el lucimiento era imposible. Qué imagen más penosa la de un animal de lidia que no puede moverse ni acometer por estar completamente desfondado y descastado. Tan penosa como la del sobrero de Zalduendo que en vez de luchar y comerse al torero y la muleta, se acobardó en los primeros compases de la faena y ya no se le pudo sacar de tablas. Vamos, carnaza para los antitaurinos.
Y todo eso fue el contenido, pero no hay que olvidar el continente, es decir, la fachada o presentación del lote enviado por Victoriano para su segunda comparecencia isidril. De nuevo, la desigualdad por bandera y la indigna presencia de algunos animalejos que nunca debieron aparecer por el umbral de chiqueros. Por ejemplo el segundo, que ni se tapaba por la cara. Toro escurrido, anovillado y sin remate que fue protestado de salida. O si no el último que sólo tenía kilos porque ni por delante ni por detrás decía nada. Por no hablar del sobrero de Fernando Domecq que era una señora (o más bien señorita) sardina que tan sólo tenía pitones (eso sí, muy serios y astifinos). Vamos, que el desastre ganadero de este ciclo madrileño continúa con la complicidad de todos los que deberían ofrecer un espectáculo cargado de integridad y dignidad.
 Dispar en presencia lo de Victoriano y desastroso por falta de casta en general
- Bien presentado. Serio, astifino y muy bien hecho. Con cuajo y remate. Muy en tipo y en Victoriano.
- Sale de chiqueros arrastrando por momentos los cuartos traseros. No le sobra la fuerza.
- Completo inválido que se derrumba antes y después del primer puyazo. Los cuartos traseros los arrastra siempre. DEVUELTO.
1º (bis): Sobrero de Zalduendo, Nº 118, "Renacer", negro, 504 kilos, nacido en 12/08:
- Cinqueño. Mal presentado. Tiene mucha cara y es astifino, pero por detrás no tiene nada. Una raspa con cara. Leves pitos de salida.
- Llega al caballo con fuerza empujando, pero sale manseando descaradamente y se marcha casi al otro lado de la plaza. No le pegan nada.
- Mansísimo y rajado a partir de la primera serie del último tercio. Sin un mínimo de casta, tras los primeros muletazos de El Juli se escapa hacia el burladero de matadores y ya es imposible sacarlo. Imposible para el lucimiento. La antítesis del toro bravo.
(PITOS EN EL ARRASTRE)
2º: Nº 108, "Jocundo", negro, 519 kilos, nacido en 08/09:
- Muy mal presentado. No tiene nada, ni por delante ni por detrás. El perfil (anovillado y lavado) lo delata. Escurrido, sin remate. Muy estrecho.
- Ya muestra debilidad de salida y empiezan a cuidarle y a levantar los capotes.
- Mansito en varas, empuja sin clase, calamocheando y con la cara arriba. El segundo puyazo no llega a ser ni un picotazo.
- Blandito, lo cuidan en banderillas. Aprieta y corta en el par por el pitón derecho.
- El toro perfecto para el torero. Nobilísimo, con calidad, humillación y duración. Va y viene sin molestar, abriéndose mucho.
(SILENCIO EN EL ARRASTRE)
3º: Nº 54, "Bravucón I", negro salpicado, 531 kilos, nacido en 10/08:
- Cinqueño. Bien presentado por su cuajo y remate. Gran morrillo. Expresión de seriedad aunque no es exagerado por delante. Estrechito de sienes y tocadito de pitones.
- Sale de los lances rematando hacia arriba.
- Cumple en el caballo. Empuja con un pitón, pero al menos no se marcha suelto al sentir el castigo. Pronto en el segundo puyazo.
- Noble y justito de fuerzas en el segundo tercio. Lo aprovechan para dos quites Perera y Juli. Pierde las manos varias veces.
- Una oveja que simboliza el toro del siglo XXI. Noble hasta la extenuación, ni una complicación ni mirada, calidad, clase... pero sin la emoción del auténtico toro bravo que pone en aprietos al torero. Mansito, al final se quiso rajar.
(OVACIÓN EN EL ARRASTRE)
4º: Nº 44, "Impuesto", negro, 508 kilos, nacido en 10/09:
- Correcto de presentación. Más fino de hechuras, estrechito de sienes y tocado de pitones.
- Poquita fuerza en el primer tercio, le pegan poco en el caballo.
- Se va orientando en banderillas, sale con la cara arriba
- Astado complicado en el último tercio porque mide y, sobre todo, tiene el gran defecto de salir siempre con la cara alta derrotando violentamente. Se defiende.
(SILENCIO EN EL ARRASTRE)
5º: Nº 102, "Jerezano", castaño, 512 kilos, nacido en 12/09:
- Correcto de presentación. Bajo y bien hecho, sin exageraciones. Por delante, enseña muy ligeramente las puntas. No le sobra nada...
- Sale con frialdad y se emplaza en el centro del ruedo.
- Manso en varas. Se deja pegar dormido y sin celo alguno por el caballo. Mientras le están picando está mirando hacia afuera sin moverse.
- Se va agotando por momentos. Tercio largo y pesado el segundo.
- Una birria de animal por su nula casta. Llega muerto en vida a la muleta y Manzanares abrevia.
(PITOS EN EL ARRASTRE)
6º: Nº 126, "Bravucón II", negro, 583 kilos, nacido en 03/10:
- En el límite de trapío ya que sólo tiene kilos. Por delante dice muy poco y le falta seriedad y por detrás no tiene remate en la culata.
- No rompe ni termina de deslizarse en los lances de recibo.
- Otro mansito que recibe la primera vara del picador que guarda la puerta y en la segunda protesta pegando cabezazos, sin clase ni fijeza en el peto.
- Tan noble como descastado. Sin transmisión alguna. La mitad de la faena hacia adelante un marmolillo que ni se mueve.
(SILENCIO EN EL ARRASTRE)
*Foto: Muriel Feiner.
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