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Y de Manuel solo se alcanzaba a escuchar el ¡Pfff!
Si la cosa va cuesta abajo, como titulaba y describía hace unos días Antolín Castro, para remontar, cada día hace falta más. O dicho con mayor precisión, mejor. El pfff de Manuel podía entenderse luego de ver que la corrida de esta tarde de nueva cuenta no ayudaba.
- ¿Qué se hace Manuel?- Le preguntaron en varias ocasiones. - ¡Pfff, imposible!
¿Imposible qué? La pregunta era qué hacer, qué se podía hacer, qué se debía hacer. Algo sería posible. Se supone que Manuel es una voz autorizada por el conocimiento, la experiencia y ¿el criterio?
Pero cuando el criterio solo es el lucimiento y “triunfar”.
Verdaderamente complicado era resolver con lo de Couto de Fornhilos, no podemos negarlo. Mucho menos lucir como en esas faenas modelo de hoy. Ni lo de Gerardo Ortega lo permitía. El encierro entonces, era una calamidad.
- ¿Qué se hace con esto Manuel?
Se le preguntaba al torero -creo yo-, a aquel que por lo menos desde ahí, de palabra, expondría los procedimientos conducentes.
- ¡Pfff, imposible!- Como mucho dijo-: lidiarlo y matarlo.
 Ellos tal vez no consultarían a Manuel L a respuesta, el juicio pues, venía en realidad del sistema. Lo sabemos. Ese que acostumbra el doble discurso. Luego de experimentar y jugarse más de un albur con el hierro portugués, vuelven y lo encasillan todo en su paradigma.
Sueltan la granada y luego mandan a la cruz aquello que estrelló a tres compañeros necesitados de “algo mejor” con “esto” (sin decir quiénes, además). Denuncian que la corrida de hoy no es ayudar a estos tres toreros, pero nunca hacen algo para no arrinconarlos ahí.
Proponen aquello de someter, de mandar, de lidiar con orden, ante la casta, ante el poder sin esculpir de un animal impulsivo, o ante aquellos que protestan o se defienden. Más tarde, lo satanizan, lo tildan peor que a la peste bubónica y además devalúan por completo, esos principios del "arte de lidiar reses bravas"
Ensalzan como lo único que debiera prevalecer en este mundo -del toro bravo, no del toreo, que no se les olvide-, la nobleza, la clase, las faenas de lucimiento y el “triunfo” -¿el triunfo?-, pero nunca extienden invitaciones para sus fiestas más allá de su selecto grupo.
- ¿Qué se hace con esto Manuel?
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