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Iván Fandiño, ese es hasta ahora el nombre propio de esta Feria de San Isidro que ya ha superado su primera semana. El pasado martes, el torero de Orduña conseguía, por fin, lo que tanto tiempo había soñado y había acariciado con los dedos: abrir la puerta grande de Las Ventas. Lo logró tras una gran tarde cargada de valor, firmeza y pureza. Sí, los pilares de este rito sacro del toreo. Además, puso a la plaza en pie tras tirarse a matar a su segundo toro sin muleta, consiguiendo una estocada en la que se jugó la vida a cara o cruz. Ese gesto, por otra parte, devolvió por unas horas la fiesta de los toros a la actualidad nacional apareciendo las imágenes de Fandiño encunado por su enemigo en telediarios y periódicos. La esencia de este arte milenario, de nuevo, sobre la mesa.
Lo malo es que Fandiño llega a esta su segunda tarde en el abono con una ganadería de pocas garantías en una plaza como la de Madrid. Jandilla, divisa del gusto de las figuras, vuelve a San Isidro tras el rotundo petardo de 2013 en la que lidió dos corridas, a cada cual más infumable. Me temo que los de Borja Domecq serán más de los mismo: tanta nobleza y calidad, como poca fuerza y casta. Ya veremos cuántos aguantan los dos puyazos reglamentarios...
Finalmente Miguel Abellán causa baja y su lugar lo ocupará uno de los diestros que hasta ahora han dejado buenas sensaciones: el mexicano Joselito Adame. Abriendo cartel El Fandi en la primera de sus dos comparecencias. El granadino ofrecerá su espectáculo y... nada más. Vulgaridad y ventajismo a partes iguales son sus señas de identidad, pero aquí sigue, dos tardes en Madrid.
 Fandiño de nuevo en Las Ventas Toros de Jandilla, desiguales de presentación, con algunos justitos de trapío y protestados; y de noble y flojo juego en general.
El Fandi: silencio y silencio Iván Fandiño: oreja y saludos Joselito Adame: saludos y silencio.
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