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En los bailes decentes de los años de juventud de nuestros padres era imprescindible guardar la honra de las mozas y estar al tanto de que los mozos no se aprovecharan acortando distancias durante un despiste de la madre o la tía soltera de la joven. Ante todo, decencia y para eso hay que dejar que corra el aire. Que preocupación, que empeño, tanto que esa idea se ha quedado marcada en el espíritu colectivo de los jóvenes de buena familia. Ya pueden llamarte alto, bajo, feo, guapo, gordo o flaco, pero que no duden de tu honradez. Y si algo ha quedado claro, es que Ponce, Castella y Galán son de muy buena familia, de las mejores, de las más preocupadas por la honradez de las mozas casaderas, de las que uno no se puede aprovechar acortando las distancias.
Estaba en juego la honra de los de Victoriano del Río, igual daba que no se les pudiera picar, que algunos tuvieran rasgos anovillados o que midieran el suelo con la panza son cuestiones menores, incluso el que más o menos siguieran la muleta, algo que se sobreentiende en las ganaderías emblemáticas de la Tauromaquia 2.0, lo importante era no deshonrarles, no arrimarse demasiado, no fuera a ser que luego el mocerío no quisiera llevarles al altar. Pero tranquilos el maestro Ponce ha mantenido las distancias respetuosamente, dejando que el toro pasara a metro y medio del fajín del traje de luces y si alguien lo duda, que le miren esa taleguilla impoluta y sin una gota de sangre. Que no es fácil, ¡cuidadito! que para ello hace falta un excepcional manejo del pico de la muleta, alargar el brazo que torea y doblar el espinazo para ampliar distancias y hacer que corra el aire entre toro y torero.
Castella otra cosa no tendrá, pero educación y respeto le sobra y lo mismo por uno que por otro lado, al natural o con derechazos, mantiene las distancias dentro de lo que la decencia recomienda; incluso hasta ofrece una actitud displicente y de anodina apatía, no vaya a ser que la tía soltera se piense que esta disfrutando o con intenciones de aprovecharse. Y por supuesto, David Galán, aunque como joven e inexperto, a pesar de retorcerse para mantener al toro lejos y de usar el pico de la muleta, por momentos dejaba que el toro se le metiera más en la muleta, haciendo que los pitones viajaran dentro de la tela. ¡Ay estos jóvenes! Habrá que corregirle esta manía, no vaya a ser que al final pretenda pasarse los toros bien cerquita. La ventaja que tiene es que con esa tosquedad con que torea se le ven enseguida las intenciones.
 Javier Ambel citando al quinto de la tarde Pero claro, estos son los maestros y siempre tiene que haber quien no lo es y que aprovecha la mínima oportunidad para que el aire no corra con tanta facilidad, para que las corrientes se conviertan en remolinos circulares, en sinuosidades perniciosas que despiertan los más bajos instintos del personal. Ya ven un banderillero, no podía ser otro, ha osado contonearse delante del toro para citarle en los medios y dejar un par en todo lo alto. El descarado se llama Javier Ambel, no se olviden de este nombre, y que lo recuerden también los ganaderos de la modernidad que mandan a sus mojicones desmochados a las plazas con la creencia de que no van a ser tildados de sátiros por dejar acercarse a este torero. ¡Una vergüenza! Especialmente en su segundo par por el pitón derecho, el señor Ambel ha llamado descaradamente la atención del toro. Con los palos en alto ha girado la cintura, ¿se imaginan? Se ha ido acercando, ha provocado la arrancada y ha clavado el par en todo lo alto, dejándose rodear por los pitones del de Toros de Cortés. Pero no se crean, que encima ha dejado llegar al animal a escasamente una uña de los alamares de la chaquetilla. Un escándalo. No tengo más remedio que dejarles aquí la imagen de ese contoneo descarado. Lo del embroque creo que es poco decoroso, así que eso me lo voy a evitar. Ustedes seguro que lo entenderán, ¿verdad?
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