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Ahora que tantos escribimos de toros, que los comentarios, crónicas, reseñas o resúmenes se reproducen de manera similar a colocar un espejo frente a otro para reproducir hasta el infinito la imagen atrapada, pretender hablar, recordar o comentar la corrida de La Palmosilla es muy semejante a multiplicar al aburrimiento, el sinsentido o el estupor, hasta límites difícilmente soportables para cualquier aficionado, que se acerque de buena fe a una descripción de la misma.
 Primero salieron ellos tres, luego hasta nueve de los oponentes, tocaron a tres Baste decir que los animales flojos, mansos y descastados ni siquiera se prestaron a un remedo o simulacro de corrida y derrumbados por los suelos dieron paso a un desfile de, diferentes y a un tiempo iguales sobreros, que esperaban su oportunidad en los corrales.
Uno de Torrealta, cinqueño pasado, que cayó en manos de Joselito Adame le sirvió para mostrar su faceta de torero decidido, que basa su tauromaquia en el valor y conecta fácilmente con el público más impresionable. Otro de La Rosaleda, ganadería creada según confesión de los ganaderos Peralta con diez vacas y con el objetivo de promocionar los novilleros sin picadores, recorrió el ruedo para demostrar que hay saldos ganaderos al por mayor, como La Palmosilla y al por menor como esta ganadería. Le tocó a Escribano quien también basa su toreo en el valor, pero el valor con ser necesario, no es suficiente para justificar una faena y a fuerza de repetido pierde importancia.
El valor para tener trascendencia, como demostró Fandiño, debe ir unido a la sorpresa y por supuesto al enemigo al que se enfrenta, además de ser un hecho singular. Sólo así trasciende de la mera temeridad y se convierte en una parte de la tauromaquia. |
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