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Aunque parezca mentira, después de los innumerables petardos que hemos sufrido estoicamente esta feria, la emoción, la bendita emoción, regresó al coso de Las Ventas. Y mucha culpa de ello tuvo Adolfo Martín, que volvió a demostrar que su ganadería es de las pocas que aún se cimentan sobre la casta. No fue la suya una gran corrida en cuanto al juego (porque la presentación sí que fue todo un ejemplo de seriedad y trapío, pero manteniendo el tipo y hechuras del encaste), pero sí un encierro muy interesante y variado. Los hubo más nobles, los hubo más complicados... pero la mayoría tuvieron castita y matices. Los mejores, sin lugar a dudas, fueron los corridos en cuarto y sexto lugar, dos ejemplares que tuvieron unos primeros tercios emocionantes, y que después ofrecieron muchas embestidas para el triunfo. "Baratillo" fue el segundo del lote de Ferrera; "Marinero" el que cerró plaza y el lote de Castaño. Animales que sin ser sobresalientes si llegaron al notable y que poseyeron las virtudes de Albaserrada-Saltillo. Tras su gravísimo percance del pasado mes de septiembre en su propia finca extremeña, Adolfo volvió por sus fueros a la plaza que se lo ha dado todo como ganadero. Final feliz para un duro capítulo en la vida del criador de Galapagar.
Pero en la vigésimo primera de abono no sólo hubo emoción por parte de los toros, también la hubo entre los que se vistieron de luces. Por fin, después de mucho tiempo, en Las Ventas el espectáculo fue completo, todos los tercios de la lidia tuvieron su protagonismo e importancia. Con las denominadas ganaderías duras o toristas llegó el espectáculo en varas. Y ansiosos de ver un primer tercio interesante estábamos todos después de una feria absolutamente desastrosa en ese trascendental compás de la lidia. Hubo dos derribos espectaculares, pero los tercios de varas más emotivos tuvieron lugar ante los dos mejores "adolfos". De muy largo puso Ferrera al cuarto, a "Baratillo", aunque éste tardeó mucho antes de arrancarse a la segunda vara y empujar. Pero lo mejor llegó en el sexto con el imponente y precioso "Marinero" y el picador Tito Sandoval. Tito dio una lección a todos los mediocres que se han subido al caballo en este San Isidro y nos deleitó a todos moviendo con gran naturalidad y mando a la montura, para después colocarse de frente, dar los pechos del caballo al toro, y tirar el palo. Alguno de los puyazos cayó caído, pero en general realizó la suerte magistralmente. Y como reconocimiento a su labor, los tendidos del coso madrileño se pusieron en pie para ovacionarle. Una escena emotiva y grandiosa que, desgraciadamente, hacía mucho tiempo que no veíamos. Y si espectáculo hubo a caballo, en el segundo tercio también brilló la cuadrilla del salmantino Javier Castaño. David Adalid y Fernando Sánchez fueron los protagonistas de dos tercios sensacionales. También ellos pusieron a parte del público en pie, especialmente en el toro que puso broche al festejo. Andando con torería hacia el toro, le dieron todas las ventajas al enemigo, sacaron los palos de abajo, reunieron el par y clavaron con absoluta pureza asomándose al balcón. De nuevo, la emoción presente.
Cuando las mulillas se llevaban a 'Marinero' la afición quería volver enseguida Y como olvidar la actuación de los tres matadores que hicieron el paseíllo. Alberto Aguilar, que sustituía al herido Iván Fandiño, sólo pudo justificarse y quedó casi inédito con el lote de menos opciones. En cambio, sus compañeros también hicieron disfrutar al respetable. Antonio Ferrera destacó toda la tarde por su capacidad e inteligencia lidiadora. Siempre al quite, anduvo en todo momento atento a cuanto sucedía en el ruedo, dando indicaciones a su cuadrilla, o ayudando a sus compañeros. Bastante bien estuvo en banderillas, con dos tercios que se hicieron largos, pero que tuvieron un gran mérito. Y por el conjunto de su tarde, obtuvo una oreja en el cuarto. Trofeo bastante protestado, pero que fue pedido mayoritariamente. Y Javier Castaño pudo sumar otro apéndice en el sexto tras una faena que tuvo emotividad y que intercaló grandes muletazos (especialmente naturales), con otros de menor nivel. Fue un trasteo con altibajos en el que faltó bajar más la mano y romperse con el buen "Marinero". De lo mejor de Castaño fue su colocación, casi siempre en el sitio y con pureza. Lamentablemente, la espada se volvió a cruzar en el camino de un torero que muleteó a su segundo con la montera calada en un gesto poco común hoy en día y que recordó a épocas taurómacas añejas.
En definitiva, que aunque la tarde de ayer duró más de dos horas, a todos se nos hizo corta y nadie se aburrió. Corrida riquísima en matices y detalles que darán lugar a interminables y apasionadas tertulias entre los aficionados. Acaso, pregunto, ¿no es esto la fiesta?
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