|
La denostada serie B de la fiesta de los toros, la de las ganaderías duras por indóciles, la de los toreros que buscan el espectáculo en el riesgo que asumen ante toros correosos o imprevisibles, la de los aficionados que recorren la temporada pidiendo toros encastados y toreros que sean capaces de poderlos, vivió una cumbre en la corrida de Adolfo Martín.
Javier Castaño ha organizado su tauromaquia buscando convertir la lidia del toro en un espectáculo total. Se ha rodeado de una cuadrilla capaz de asumir los riesgos inherentes a la lidia de un toro encastado buscando la correcta ejecución de las suertes. Les gusta dar espacio al toro para que demuestre su potencial, su casta, su bravura si la tiene. Hacen su trabajo de acuerdo a las reglas del arte, a las que añaden riesgo y prestancia. Tito Sandoval mueve bien el caballo y ¡pica arriba!, sin destrozar al toro, que por otra parte andaba escaso de fuerzas. Galán lidia con sobriedad y eficacia y Adalid y Sánchez parean con espectacularidad, riesgo e incluso chulería, que nunca sobra ante el riesgo.
Ayer sí, todos los del paseíllo fueron toreros y protagonistas en la corrida Todo el espectáculo tuvo el buen remate de una actuación del matador, Javier Castaño, seria, maciza, con gran acierto en la colocación, en el ritmo que el toro pedía, buscando la brillantez y la enjundia del pase aislado e intentando la ligazón de las suertes que las escasas fuerzas del toro impedían.
Como en las grandes películas de la serie B americana, que escasas de presupuesto y alejadas del star system, se abrían paso gracias al gran oficio de sus directores, a la genialidad de sus guionistas y a la brillantez de sus actores. Como ayer Ferrera, Aguilar, Castaño y sus cuadrillas con los toros de Adolfo Martín.
|
|