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Javier Castaño nunca se te va olvidar. Fue una feliz sentencia, -y será para toda la vida-, que me hiciera Antolín Castro en Madrid el 30 de mayo de 2012. Hace exactamente un año, estaba en Las Ventas por primera vez y, ese día estaba en el cartel una corrida de Carriquiri, el maestro Carlos Escolar Frascuelo, un paisano, Ignacio Garibay, y Javier Castaño. Esa no era la única razón sino que cuatro días antes había tenido el privilegio de presenciar su encerrona en Nimes. Aquella que ha sido una de las mejores tardes de toros de mi historia, por lo menos.
La fecha será una mera coincidencia, pero donde no existe casualidad es en lo que hoy, 30 de mayo de 2013, se ha visto en Las Ventas. Una tarde que contrasta con el resto de la feria. Con algunas, la escala será más cercana, pero con otras, las más, es ir de un extremo a otro, como lo fue de ayer a hoy.
En principio, no hubo baile de corrales, lo cual significa que lo seleccionado para esta tarde no jugaba a ser “chicle y pega” como se dice ordinariamente en México. Eran toros con edad y trapío, punto. Además, hasta donde recuerdo, no hubo toros que anduviesen rodando por la arena, perdiendo las manos a cada rato. Luego, fueron los protagonistas de un festejo que duró alrededor de dos horas y media y nadie se aburrió, La corrida tuvo sus matices, por supuesto. Algunos con la mínima casta que se antoja para este hierro, ello condujo sobre todo a la falta de movilidad y entrega. No todos llegaron a la nota del cuarto y el sexto que, con cualidades importantes, no podrán calificarse como extraordinarios. Y también, los que aprendieron pronto; muestra inequívoca de su edad y, que no se trataba de ese toro noblote y sumiso.
Esos son los toros que el supuesto grupo élite no quiere. A su decir y entender, ese toro ni sirve, ni gusta. ¿Entonces qué ocurrió hoy en Madrid -el verdadero? ¿Cómo fue posible que hoy se hubiese vivido la tarde con mayor emoción en la feria? Hasta los comentaristas estaban sorprendidos. ¡Toda la plaza en pie! Y de este lado no nos quedábamos solo con la palabra. Podían mostrar paneos, planos generales que lo verificaban. ¡El siete le está pidiendo la vuelta al ruedo! Poco faltó para que completaran con ¡Esto es un milagro, Dios existe!
Se notaban tan asombrados que parecía también que apenas se estuvieran enterando que la lidia no está compuesta de un previo engorroso e indeseable, dividido en dos y, enseguida, por fin, la faena de muleta. ¡Son tres tercios de verdad! ¡Sí existen!
¡Sí señores, sí existen!, a pesar de que un grupo ha querido mutilarlos, desecharlos. Luego, también han querido adoctrinarnos para esconder sus incompetencias, o por lo menos, sus des-intereses.
Un 30 de mayo, en Madrid se ha visto una cuadrilla por completo, y a su jefe no le ha hecho mella ni su lucimiento ni las ovaciones que les han brindado. Por el contrario, él mismo las promueve, porque se sabe un verdadero director de lidia. Ahora, tampoco olvidaré la sonrisa de Tito Sandoval.
Hoy, además, ese torero, Javier Castaño ha trazado unos naturales lentos, profundos, perfectamente delineados a un tío de Adolfo Martín. ¿Por qué nos decían que eso no era posible? Pudieron haber sido más –no porque nos preocupe la cantidad. Ojalá hubiese podido ligar tres o cuatro…
¿Alguno se fijó en que citaba de frente, cruzado, en los terrenos del toro?
Ha sido curioso que se protestara la oreja de Ferrera porque no alcanzó la cuota más alta en la faena de muleta. Quizá, se deba en parte a la costumbre y a quien es capaz de mantener un criterio uniforme. Una oreja de Madrid debe ser por el todo, por mantenerlo, y no sólo por una parte. Sin embargo, a pesar de la discusión sobre el merecimiento del trofeo, la propuesta de hoy, el tomarse a pecho ser el primer espada y, también darle dimensión a los tres tercios, no lo pone más de la mitad del escalafón.
En una tarde así, tan verdad, no podía faltar el recuerdo y brindis para Fandiño En la mejor tarde de este San Isidro, a falta de dos más, no podían faltar dos toreros: Alberto Aguilar e Iván Fandiño. Fandiño estuvo, sin duda, no sólo por haber recibido destinatario del ofrecimiento de la muerte de dos toros (segundo y tercero). Dos toreros que piden estas corridas. Renuncian al clavel por estar en las tardes de mayor emoción y valor taurino de la feria.
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