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Tantas tardes de mansos y resulta que de una tarde insoportable, pero insoportable de verdad, lo único que se puede salvar son los mansos. No diré yo que el cartel fuera para tirar cohetes, ni para quemar petardos, pero quizá se podía adivinar que iba a haber voluntad, ganas de agradar, desmelene, desparpajo y diversión, ya fuera por el desoreje de alguno de los toros, por las carreras de record o porque un picador se marcara un cha cha cha. Ya la elección de los toros empezó resultando problemática, se decía incluso que el día anterior se había echado para atrás la corrida de Jandilla al completo, pero está visto que uno ya no se puede fiar ni de lo que se dice en las redes sociales. Se ha podido comprobar que los cuatro toros que pasaron el reconocimiento tenían el trapío suficiente para cualquiera de las novilladas que se celebren en esta plaza. Y apurando mucho, hasta uno de los dos de Las Ramblas. Para una corrida de toros la cosa cambia y hasta siembra la duda de por qué pasaron justamente cuatro. Serían los que estaban más próximos a los veterinarios y así en la cercanía debieron ganar mucho.
El Fandi ha dado su espectáculo y hasta ha hecho que 15 o 20, incluso más, se animaran con sus pares de banderillas al “A que no me pillas”, al “Pasa, pasa, que yo me paso” y el par del “cogotero”, ese que se saca por detrás de la coronilla. Quizá no ha lucido más por el cambio de neumáticos, ha arriesgado, ha sacado los mixtos y quieras que no, no es lo mismo. Daniel Luque, pues… pues…, llevaba un vestido muy elegante ¿no? Y Jiménez Fortes tendrá que pedir explicaciones al que se pasó en la dosis de valeriana, ¿se puede estar más soso?
A este me lo meto yo para adentro por mucha importancia que se dé Cualquiera se inspira con una tarde así, desagradable, aburrida, que las musas no hacían otra cosa que evocarme un Cola Cao bien calentito con magdalenas, sentado en una mesa camilla con el braserito debajo, como cuando uno era niño. Pero eso era una utopía en ese momento y todo hacía pensar que la tarde iba a ser larga, cuando los mansos han tenido que salir a recoger al inválido de Las Ramblas. ¿Qué habrá pensado cuando ha visto aparecer a esos camaradas que parecía que no se habían quitado el pijama? De repente los ve salir haciendo sonar los cencerros, tolón, tolón, una vuelta por aquí, algunos estirando las patas y calentando pezuñas, que en los corrales no hay quien haga ejercicio y en nada y menos, todos para dentro. El pobre toro se ha quedado mirando extrañado a esa panda de descerebrados, como no dando crédito. Ni tan siquiera han saludado, Igual es que no me han visto, o lo mismo piensan que el descortés soy yo, porque claro, estos curran aquí. Y detrás del de Las Ramblas el cabestro más veterano de todos, haciendo como que miraba para otra parte. Si es que esto es de locos, no me extraña que digan que los de la plaza de Madrid son raros. De raros nada, lo que están es de atar, pero bueno, si no hay nadie más por aquí, voy a ver si al menos invitan a una ración de alfalfa. Y para allá qué se fue camino de los corrales, seguido del más grande, así como el que no quiere la cosa. ¡Hombre! ¿Qué tal? O sea que vuelves para adentro ¿no? Pues pasa, pasa, que ahí se está de muerte. Y así se fueron de vuelta a los corrales el toro inválido, el manso mayor y los mansos menores, porque son mansos, pero útiles.
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