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En calidad de Padrino y teniendo como testigo a Pablo Hermoso de Mendoza, Miguel Moura - su hijo de apenas 16 años de edad -, tomaba la alternativa, exactamente, como a él le ocurrió el 27 de mayo de 1976, teniendo la misma edad que su crío ahora, cuando actuó en Las Ventas, lidiando ganado de Branco Nuncio, cortó una oreja, y fue quien obtuvo el Trofeo Antonio Cañero, como el “mejor a caballo del ciclo isidril”. Era la segunda corrida de rejones que podíamos mirar, a través de la pantalla chica, en este tranquilo pero maravilloso Quito, capital de todos los ecuatorianos.
Joao Moura se va sin suerte en su despedida en Madrid Ese gran torero a la jineta, Joao Antonio Romao Moura "Joao Moura", quien nació en Portalegre, Portugal, el 24 de marzo de 1960 y que salió en hombros por siete ocasiones por la puerta grande de Las Ventas, durante su dilatada campaña como rejoneador, esta tarde, luego de la lidia de su segundo toro, llenó sus ojos de lágrimas, por la indignación y la ira interior, cuando el uso del rejón de muerte, le impidió un triunfo y, por el contrario, recibió una fuerte silbatina, cuando se despedía de su paso por la “Catedral del Toreo”; y, con esta ida, daba paso a su joven hijo que, en el segundo de su lote, demostró que tiene madera y conocimientos para llegar lejos, igual que su padre. Ahora y, durante mucho tiempo todavía, como es lógico, le faltará experiencia.
Esta tarde se comprobó, que los toreros, sean los de a pie como los de a caballo, en cada presentación en la arena de los distintos cosos en el mundo entero, no solamente tienen como enemigos al toro, al viento o, en general, a la climatología, sino también, al más fiero de ellos, al público. Qué pronto se olvidan los aficionados de lo que hacen los grandes toreros en el ruedo. Cuando están de a buenas, los aplauden a rabiar, piden por ellos todos los trofeos posibles y, sacan pecho cuando los tienen cerca o han hablado con ellos; pero, cuando están de a malas, el público es implacable y, en ocasiones, hiere más que las astas de un toro de lidia.
Sin embargo, esto ha terminado. El, una de las más grandes figuras del rejoneo en los dos últimos siglos, termina su paso por Las Ventas, en medio de las silbatinas, de quienes con frágil memoria, muchas veces, lo sacaron en hombros. Así es la vida y, es de esperar que la historia, no lo olvide.
En una tarde de sol, con un lleno hasta la bandera, Pablo Hermoso de Mendoza cortó una oreja a su segundo astado; Miguel Moura dio una vuelta al ruedo en el último toro de la corrida; mientras que, Joao Moura, fue despedido con esa amargura que sienten, solamente quienes han triunfado y, ahora, pasan por malos momentos.
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