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Nunca será lo mismo ver un festejo taurino en la plaza que por televisión. Cualquiera lo sabe. Cualquiera que haya vivido la diferencia, -obviamente. Aunque a través de la pantalla tengamos ventajas como las repeticiones, los primeros planos, o incluso esa parcial posibilidad de tener ojos en muchos sitios del coso, hasta ahora no conozco alguno que cambie una localidad en el tendido por una barrera del otro lado de la televisión. Eso no quiere decir que no se aprecie el privilegio de seguir en vivo lo que ocurre en un sitio donde físicamente no podemos estar.
Una obviedad más. Toda emisión de este tipo, sabemos va acompañada de narraciones y comentarios de expertos.
De esas voces se aprende, supongo que siempre; hasta donde se la vida nos da la posibilidad de escuchar y ver cosas nuevas de manera incesante. Y de entre esas cosas que ya aprendimos es que hay cosas que no dicen en la tele. A veces por instrucción, otras por autocensura, unas más por interés, algunas por una especie de instinto de supervivencia. Todas estas razones se resumen, en que algunos creen que los medios se hicieron para divulgar lo bueno, lo bonito, lo positivo. Lo que tiende al otro extremo, mejor guardarlo para el petit comité.
Del todo, no todo Día tras día en las emisiones nos va quedando cada día más claro, cuáles son esas cosas que no se dicen. Esta feria de San Isidro no es la excepción. Por ejemplo, si se escucha alguna protesta, pitos, palmas de tango, los comentaristas casi siempre dicen que son los del siete. Como hecho, suele ser cierto que la mayoría de los señalamientos provienen de ese sector de la plaza. Lo que no dicen es por qué, y no precisamente porque no lo sepan.
Otro ejemplo más: este día. ¿Por qué le reprochaban a Manzanares? Porque es quien más despegado torea hoy en día, pues pareciera que para él solo es permitido torear con el pico de la muleta, con un pitón fuera de ella, como si no supiera que ambos pueden y deben ir en el espacio de esta. Y porque hace como si desconociera que el muletazo se puede también rematar de la cadera, no invariablemente lo más lejos que se pueda. Y porque esconde la pierna de salida, aunque con el arrastradito de la otra pareciera que siempre estuvo delante. También es cierto que a mucha gente en la plaza nada de esto le importa. De esto que a un sector le complace sí se habla. Que sea muy elegante, muy artista, muy bonito. Si no lo supieran, no estarían ahí, o no deberían. Bien podrían señalar los motivos y las razones de unos u otros.
Hoy, además de recalcar que las peticiones fueron mayoritarias –tal como ocurrió-, apuntar que se trataba de un grupo de público aprendiz o casual, mientras que en contra parte, los aficionados cabales de Madrid han considerado benevolentes tres de las cuatro orejas de esta tarde.
La tele no dice tampoco, o no se pregunta, si alguno de estos ya triunfadores de la feria, se exigiría sustituir a Fandiño la próxima semana. A los tres les correspondería el derecho tras este éxito.
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