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A algunos no se nos acaba de meter en la cabeza el modelo actual de Corrida de la Prensa y Corrida de la Beneficiencia. Dos festejos que en su día fueron extraordinarios y en los la inclusión en los carteles, de una y otra, requerían unos méritos taurinos avalados por la afición. Ambos se montaban para agradar al público de la plaza dónde se celebraban, la Plaza de Madrid. Centrándonos en la que nos ocupa, la de la Prensa, la contratación de los toreros respondía a los gustos del aficionado, pero durante una época, en los 70 y 80, debía ajustarse al toro que iba a saltar al ruedo. La expectación que se creaba no tiene posible comparación con lo actual. Ahora te la camuflan entre todas las de la feria de San Isidro, con un cartel comercial y ganado adaptado a las características o exigencias de los coletudos. Algo muy distante de aquellas corridas que se celebraban dos o tres semanas después de la feria, independientemente de ésta, con entidad y atractivo propios. Casi se hizo tradicional la corrida concurso de ganaderías, en las que se fraguó la carrera de José Antonio Campuzano, exhibiendo sus dotes de buen lidiador, o aquel hito único de Las Ventas, el indulto de Belador de Victorino Martín. Se podría decir que el elemento común a aquellas ediciones era el toro y la máxima expresión de éste, la suerte de varas. La Prensa y don Luciano Cobaleda Aunque no todo fueron concursos, también se aprovechaba para contratar con ganaderías especiales por algún motivo concreto y que de alguna forma ya habían acreditado en este ruedo el merecer ser anunciado en la Prensa. Una de estas ganaderías era la de don Luciano Cobaleda, el ganadero salmantino que criaba un toro, de encaste Vega Villar, con una presencia imponente, especialmente por la aparatosidad de los pitones. Se decía que entre uno y otro se podía montar un tendedero para poner la ropa a secar. Um toro con mucho trapío, no demasiado grande, pero con esas espabiladeras que hacían preguntarse a la gente cómo se le podía entrar a matar. Aquellos berrendos tenían un comportamiento especialmente espectacular en el primer tercio, protagonizando escenas en las que se podía ver al picador y a su montura balanceándose sobre aquella arboladura tan poco confortable, con el aderezo especial de una casta sobresaliente. Su presencia en la Corrida de la Prensa tuvo lugar el 15 de junio de 1978, y fue lidiada por Gabriel de la Casa, que resultó cogido, al igual que Curro Puya, que fue herido de gravedad, Manolo Cortés y Gabriel Puerta, precedidos por Álvaro Domecq, que rejoneo una res de otra ganadería. Todavía tengo en la memoria la publicación de las fotografías de aquellos seis toros seis en todos los medios de comunicación, los comentarios en las emisoras de radios y el interés que provocaban en aficionados y no aficionados, que incluso llegaban a satisfacer su curiosidad yendo a la plaza. Cada aparición por la puerta de toriles iba acompañada de una gran exclamación del público. Desgraciadamente la ganadería desapareció dos años después igual que poco a poco lo han ido haciendo los hierros de esta procedencia, hasta el punto en que nos encontramos ahora mismo, pero eso ya es otra historia.
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