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Nosotros los españoles que nos creíamos tan listos y no nos enteramos del tesoro que tenemos en nuestras manos. A partir de ahora, a exportar mansos. Les podemos cambiar a Alemania coches de alta gama por mansos, a los franceses queso Camembert y vino de Borgoña por mansos, a Italia el aceite por… pero no, si el aceite es nuestro, pero bueno, las botellas bonitas para embotellarlo, por mansos, y a los ingleses bombines y paraguas, por mansos y seguro que todavía nos quedaría un remanente para el año siguiente. Vaya hartazgo que nos estamos pegando en esta feria, eso sí, los de hoy al menos han tenido su guasa. Los de Pedraza de Yeltes, muy esperados por muchos aficionados, no se puede decir que hayan dejado un buen sabor de boca, eso sí, han venido que ni pintados para dejar en evidencia a las cuadrillas y matadores. Por si alguno pensaba que les quedaban algunos conocimientos sobre la lidia, para que les quede claro, no saben por donde se andan. Que no es que uno se alegre de que un torero resulte cogido, pero baste el ejemplo de uno de ellos que ve que el de Pedraza se le viene encima, no se le ocurre otra cosa que tirar el capote y echar a correr.
Gallo en un quite Los matadores no eran ni figuras, ni dejaban de serlo, sino todo lo contrario. Uceda Leal está más perdido que Pulgarcito en el Amazonas; ya ni se maneja con la espada y con el descabello… Mejor callar. Eduardo Gallo pudo haber dado un paso adelante con el sobrero de José Vázquez, pero le faltó el mando y la firmeza que éste exigía. David Mora estuvo en la misma línea de sus últimas actuaciones, negado, amanerado y a su aire, a su aire él y el toro. Cada uno a lo suyo, porque la promesa de hace dos temporadas ha progresado tanto, que ya no necesita ni toro, él solo se basta para poner posturas. No obstante, ha habido un momento que nos ha hecho albergar la peregrina idea de que íbamos a ver torear. Primero fue cuando Eduardo Gallo recibió a su primero con unas verónicas muy templadas y ganando terreno al toro, pero quizá se haya superado con un quite que le hizo al mismo toro tras ir al caballo. Dos verónicas muy templadas, o quizá, para ser más exacto, debería decir muy lentas, meciendo el capote y poniéndolo más horizontal de lo que se suele hacer. Las verónicas no fueron eso “lo ves, no lo ves”, con que nos suelen deleitar cada tarde. David Mora también destacó en el mismo palo, pero ese amaneramiento, esos retorcimientos que no vienen a cuento y ese echarse hacia delante que parece que se va a caer, es lo que me ha hecho decidirme por Gallo. Pero la cosa no dio para más, siguieron saliendo mansos y más mansos, que parece que no se agotan, pero … el aficionado.
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