Aunque ya todo el mundo lo sabe no puedo comenzar estas líneas sin decir que la esperada encerrona de Alejandro Talavante en Madrid ante seis “victorinos” resultó un fracaso. Lo peor, es que esta vez no se puede acuñar la frase de: “era un fracaso anunciado”. Nada más lejos de la realidad, ya que en la décima del abono de San Isidro estaban todos los ingredientes para que el cartel más rematado y atractivo de la feria fuera un éxito. Una figura del toreo, enfrente de una de las ganaderías más prestigiosas e importantes de las últimas décadas, un hierro, además, del gustó de la afición más exigente. Todo ello con la primera plaza del mundo como escenario. Y, por último, una tremenda expectación mediática que ayudó a colgar el siempre deseado cartel de “No hay billetes” y a disparar la reventa. La encerrona de Talavante con la divisa de Victorino Martín era la oportunidad para reivindicarse el torero y la ganadería, pero también el sitio de la fiesta de los toros en nuestro país y en nuestra sociedad. Si esta tarde hubiéramos sido testigos de un gran espectáculo, la fiesta habría ganado, todos habríamos ganado. Pero la emoción no apareció. En cambio, una tarde más, sí lo hizo el aburrimiento. ¿Con una corrida de Victorino en Madrid y matándola una primera figura del toreo el público se aburrió? se preguntarán muchos. Pues sí, y más que aburridos, salimos de la plaza absolutamente decepcionados, sacudidos por un importante golpe contra la fiesta en uno de sus momentos más delicados. Hoy era el día para que los que mandan en la fiesta (figuras y grandes empresarios), junto a uno de los pocos criadores de bravo que aún ostentan alguna influencia, hubieran dado un verdadero espaldarazo a la maltrecha Tauromaquia. Pero, como siempre, el dinero, el siempre omnipresente y omnipotente “parné”, pesó más que el interés colectivo.

Se han cargado una tarde que estaba hecha y podía ser clave hoy día

Nos quisieron vender la burra desde hace meses cuando se anunció la noticia de la encerrona. Nos dijeron que la de hoy iba a ser la gesta de las gestas, una nueva “corrida del siglo”… ¡hasta hicieron un anuncio sobre la cita sufragado por el propio matador y emitido en un gran número de cadenas de televisión! Pero al final la gesta se quedó en un intento, se perdió por el camino de los eslóganes y de la publicidad. Por supuesto que, a pesar del resultado artístico final, tiene mérito matar seis astados un único diestro, en Madrid, y si éstos encima son de Victorino, pero amigos, ¿cómo salió la corrida? Un encierro impresentable e indigno del coso más importante del mundo. Hacía mucho tiempo que en Las Ventas no se aprobaba un lote de animales tan terciado y bajo de trapío. Si la corrida del sábado no hubiera estado marcada con el hierro de la A coronada y hubiera sido reseñado por los veedores de una figura del toreo como Talavante, ese mismito encierro habría sido rechazado en un abrir y cerrar de ojos. No pudieron traer la corridita más a modo, pero ni con esas… Y es que al final tampoco embistió. Sin ser un petardo, ni comerse a nadie, los albaserradas de Victorino anduvieron tan justos de casta, como de seriedad. Los dos primeros resultaron algo más complicados, mientras que la segunda parte de la corrida si en vez de cárdena, hubiera sido de otra capa, nos habríamos tragado que pertenecía a cualquier hierro comercial de Domecq. Descastados e incluso mansos unas reses que tampoco ofrecieron el mínimo espectáculo en varas. Tan sólo se salvó el tercero que tuvo un muy buen pitón izquierdo y otra serie de virtudes propias de su encaste. Pobre balance para tratarse de una divisa con la historia de Victorino Martín. ¿Dónde quedaron esas corridas desbordantes de casta y agresividad que se comían a los toreros?, o, ¿dónde están esos animales que derribaban espectacularmente a los caballos por su acentuada bravura?, ¿adonde han ido a parar las alimañas de Victorino? Todas estas cuestiones quedaron sin respuesta. Y frente a esa noblona y mansurrona corrida, la figura de turno no sólo no estuvo a la altura y anduvo sobrado, sino que estuvo perdido y sin saber por donde meter mano a sus “enemigos”. Ni un solo brindis en toda la tarde; sólo un quite en seis toros; hasta dos espadazos que hicieron guardia…en resumen, nula actitud a pesar del esfuerzo. ¿Dónde ha quedado la torería y el compromiso con la fiesta y el aficionado?, ¿qué pensarían grandes figuras de otras épocas de este tipo de engaños al que paga? Lo peor de todo esto es que a ninguno de los dos protagonistas del fracaso les importará gran cosa lo sucedido principalmente porque ambos tienen sus respectivas temporadas hechas. Talavante al menos medio centenar de corridas firmadas en todas las grandes (y no tan grandes) ferias de España y el extranjero, y Victorino una veintena de encierros con sus destinos ya fijados. Esto antes no pasaba y por eso las gestas lo eran de verdad y no se quedaban en meros simulacros. Reflexionen señores…