La representación ficticia de un rito real es el camino más rápido hacia su autodestrucción.

La amnesia genética que ha sufrido hoy la ganadería de Juan Pedro Domecq conduce a la fiesta de los toros al desespero. Y si seguimos en esta vía el destino final es el olvido de un arte transmitido por los antiguos desde el respeto y el miedo. Todos los animales descastados y ni por la impropia presencia se tapaban. Poco espacio ocupa un toro de Domecq por regla general pero a veces sí que irradia alegría y nobleza; hoy irradiaba tedio y bronca. El descuido o la omisión por parte del aficionado de las reglas de este magno arte comienza a hacerse notar de manera evidente en la primera plaza del mundo. Y en el aire un pensamiento: no passssa nada.

Si hay que matarlo se mata ¡pero no así!

A Morante hay que agradecerle dos cosas: primero que sea Morante y segundo que cuando ve algo que no vale lo tira y lo mata. Ahora bien ¿acaso no sería mejor que se anunciase con un ganado de más garantías y emociones con el fin de tener que agradecerle proezas más relevantes?... Morante de la Puebla llegaba con el run-run de la media Verónica que exhaló en Sevilla y la expectación se palpaba en el tendido. Aquella media Verónica -aún yo no la he alabado en público- es lo más parecido que ha hecho el ser humano al momento en el que una cascada comienza a curvarse y caer en vertical. Y el tiempo se detiene primero y avanza lento después; tanto que hasta en el estómago se siente el bamboleo de aire en la barriga al recuperar el sacro acto. Y si venía con ese run-run con una bronca y ese run-run se ha ido.

Manzanares hijo vino a Las Ventas a espaciar un toreo anodino, ventajista y muy guapo. Quien ya hoy en día será recordado como uno de los mejores matadores de la historia de la tauromaquia -aunque mate lo más goloso de la camada "brava"- se luce en Madrid como en Logroño. Pero Madrid no es Logroño. Madrid, por ahora y por suerte, exige, y a Manzanares ni se le debe ni se le pasa un muletazo.

Jiménez Fortes confirmaba alternativa y con su primer toro no espació emoción alguna a pesar de la jartada de pases que dio. Con su segundo y tras haberse salvado de milagro en un desquiciado quite con larga cambiada a destiempo incluida tampoco resolvió la tarde. Pasamos miedo por su integridad física si pero no porque el arrimón tuviese un sentido taurino sino porque Fortes se ofuscó en mal entender el espacio quieto y cerca de burel sin tener en cuenta que el aficionado ya había dado al toro por desahuciado.

Otra tarde predicha. Un paso más hacia el Ocaso de una fiesta que muere hoy y renace mañana.