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Frente al televisor con casi un lleno completo, para poder ver a Rafaelillo, Fernando Robleño y Alberto Aguilar, enfrentándose a los toros de la ganadería de José Escolar, una de las corridas llamadas duras. No hubo orejas y tan solo dos saludos desde el tercio pero, al final de la corrida, el aplauso no se hizo esperar, para los tres toreros en su despedida. El ganado con gran trapío y descaradas cornamentas, fueron bravos con el caballo, aunque faltos de casta en general (salvo el sexto que fue manso), con peligro, algunos con muchas complicaciones pero, sobre todo, no pudieron rematar sus embestidas, sino que se quedaron al promediar el último tercio.Alberto Aguilar en un buen pase de pecho El público fue a ver a toreros que no participan en la mayoría de las ferias pero, que siempre que en el ruedo existen toros de lidia de verdad, están primero y, confían en que luego de cada una de sus presentaciones, los vuelvan a llamar. En otras palabras, aquellos toreros que no tienen las mismas oportunidades que el resto.
Con la aparición de cada uno de los enormes astados en la puerta de toriles, el eco que sale de la garganta de los aficionados, es de miedo pues, a más de tener una enorme y astifina cornamenta, el tamaño y peso del animal, llevan a preguntarse ¿qué ocurrirá en el ruedo? Los tres toreros, pequeños al lado de cada uno de los bureles pero, con un enorme corazón, valor y gran voluntad para continuar en su profesión, están presentes. El segundo y cuarto toro, hicieron suspirar a los miles de aficionados pues, el peligro lo trasmitían hasta el último escalón de los tendidos pero, los restantes también, mostraban su enorme peligrosidad y complicaciones para una lidia correcta.
No se puede presenciar un gran espectáculo cuando el ganado es de verdad peligroso pues, los diestros tienen que buscar todas las facilidades que les brindan los astados, aunque son pocas en cada faena, para intentar realizar el toreo que si lo permite el toro cómodo y fácil. Por eso, en cada capotazo, en cada muletazo o al colocar cada par de rehiletes, el público aquilata y valora lo que hace el torero de a pie y, lo premia con sus aplausos. Pero luego, el diestro se encuentra con las verdaderas dificultades que tiene el animal y, llega salvándose de posibles cogidas al tramo final, que es cuando tiene que ser – sobre todo – hábil, para usar bien la toledana.
No hubo orejas, aunque sí leves peticiones para ello en el primer toro de Robleño y Aguilar pero, al final, el verdadero aficionado valoró lo que en realidad sucedió en el ruedo de Las Ventas, porque hubo momentos de emoción y de peligro, que los toros y los toreros, llevaron hacia los tendidos. Enhorabuena a todos los aficionados, que viven con el toro íntegro y el toreo auténtico.
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