Segundo día de feria y... segundo petardo. Otra tarde más en las que las esperanzas e ilusiones (bastante ingenuas, por cierto) se desplomaron según se fue desarrollando el festejo. Hoy el factor principal del fracaso fueron los toros. Auténtico petardo el que ha pegado el salmantino hierro de Los Bayones, que no sólo fracasó en cuanto al juego, sino que lidió un encierro muy mal presentado e indigno para una plaza como Madrid, en líneas generales. De la quema (en cuanto a trapío) se salvaron los corridos en cuarto y sexto lugar. Éstos si tuvieron la seriedad y el remate propios de Las Ventas. El resto fue un compendio de animales, o terciados por delante, o sin la culata y el remate exigibles por detrás. Menos mal que esta vez el 7 cumplió con su papel y se pasó toda la interminable tarde protestando la presentación y el juego de la corrida. Aunque muchos se empeñen en desprestigiar a este grupo de aficionados, si no fuera por los "talibanes" del popular tendido del coso de la calle de Alcalá, seguramente Madrid no sería la plaza que es. Y es que, en la actualidad ya quedan pocos, muy pocos, de los exigentes aficionados de antaño, y las voces discordantes que denuncian las corruptelas del sistema han quedado reducidas al 7. Una pena, sí, pero una realidad.

Tejela fue quien se enfrentó a saldos y él mismo fue su consecuencia

Algunos piden respeto para el torero, pero ¿qué respeto muestran hacia los espectadores que pagan su entrada aquellos que reseñan estas corridas impresentables o aquellos que luego las aprueban por la mañana?, o ¿qué respeto dirigen a la afición toreros como Matías Tejela que año tras año desaprovechan oportunidades y ocupan huecos que otros mucho más capaces y dispuestos podrían rellenar? Con este tipo de hechos solo queda el pataleo y la protesta. Por lo menos, que aquellos que siguen socavando la tumba de la fiesta de los toros sepan que a algunos no nos toman el pelo.

Al margen de la presentación, el lote de Los Bayones no sirvió para el lucimiento ni el triunfo. Algunos fueron descaradamente mansos, otros, lo que padecieron fue una absoluta falta de casta, y por último, también los hubo que carecieron de fuerza. Uno fue mandado de vuelta a los corrales. Una pena que sólo uno escuchara el sonido de los cencerros ya que otros merecieron el mismo destino. Un auténtico inválido el segundo que fue sustituido por un exageradamente grande sobrero de Valdefresno. El cuarto, por ejemplo, también mereció el pañuelo verde, pero el señor Julio Martínez, presidente de la corrida, volvió a dar la nota manteniendo al inválido. A la postre, hubo un único ejemplar, el carbonero y terciado tercero, que resultó interesante. No fue un astado bravo, pero sí encastado. Y además de esa casta, transmisión e intensidad, tuvo la virtud de la humillación. Humilló mucho una res que no fue completa ni fácil, pero que al menos atrajo la atención del respetable. El manso y geniudo sobrero de Fraile Mazas tampoco pasó desapercibido. El resto... para olvidar.

Y de la terna un nombre, el de Antonio Nazaré, que sin firmar una actuación rotunda ni redonda, demostró que quiere ser torero y vino a San Isidro con una actitud irreprochable. Además, este sevillano posee un buen concepto del toreo y baja la mano como Dios manda. Hubo naturales sueltos realmente templados y notables, pero el trasteo que instrumentó ante el primero de su lote se quedó a medias. Quizás si las series de muletazos hubieran sido más largas, la cosa habría cambiado.

David Mora lo intentó con voluntad, pero de su actuación sólo quedará en el recuerdo el valiente y comprometido quite por chicuelinas en el segundo de la tarde. Fea y espectacular voltereta la que sufrió en este tercio, aunque afortunadamente sin consecuencias. Y abría cartel un torero muy querido por esta plaza (esto es ironía, claro): Matías Tejela. ¿Y qué hizo el madrileño en su paso por el ciclo taurino más importante de la temporada? Pues lo de siempre, es decir, nada. Vino de telonero y cumplió con su papel al pie de la letra. Nula actitud y nulo lucimiento en dos labores en las que no dio ni un sólo pase reseñable. Faltó colocación, faltó temple, faltó actitud... faltó todo.

En definitiva, segunda tarde y segundo petardo. Pero claro, las cosas no suelen pasar por casualidad. Cuando nos queremos ahorrar (o aglutinar en nuestros bolsillos) el máximo dinero posible, pasa lo que pasa. Los saldos tienen sus resultados y consecuencias y nuestra querida Taurodelta sigue demostrando que esto es tan cierto como que esta tarde nos volvimos a ir a casa como ayer: aburridos.