El pasado domingo 12 de diciembre, quedará registrado en la historia de la Monumental Plaza de Toros México, un hecho sin precedente al devolverse cuatro impresentables animalitos, que más parecían becerros, a los que pretendieron hacer pasar por toros. Así vimos devolver tres pequeñajos de Julio Delgado (ganadería que había seleccionado el propio Enrique Ponce... y que curiosamente no acabó toreando ningún bovino por ser los más chicos) y uno de José Garfias (otro para Ponce que fue devuelto por abecerrado). De acuerdo al Reglamento Taurino para el Distrito Federal, a la reciente modificación del 25 de octubre de 2004, indica en su artículo sexto con relación a las atribuciones y falcultades de los jueces de plaza (presidentes): Artículo 6, fracción XVIII.- "A petición de la mayoría de los asistentes al festejo, rechazar el toro que se esté lidiando". Y eso fue justamente lo que hizo el juez de plaza Ricardo Balderas... rechazar a los astados que el público en escandalosa protestó y exigió su devolución a los corrales. El público decidió recuperar su espectáculo y por eso exigió respeto en todos los órdenes. Ya se cansó de que lo engañen. Cabe hacer notar que -de acuerdo a información del propio Ricardo Balderas-, el sonido local (altavoces) sospechosamente estuvo desconectado. La intención era que el Juez de Plaza pudiera comunicarse con el público e informarle que iba a suspender el festejo, ya que la empresa se negaba a sacar otro toro, que al final fue de Vistahermosa. Con esto queda claro, actualmente, es el público el que ordena la devolución de los bureles que aparezcan en el ruedo de la Plaza México, de acuerdo a la modificación al Reglamento Taurino por parte del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, con fecha de publicación 25 de octubre en la Gaceta Oficial del Distrito Federal. Modificación que se hizo de acuerdo al consenso en las mesas de trabajo en las que participó activamente el empresario de la México. Todo lo demás que puedan decir los voceros de la empresa o el propio empresario, queda sin fundamento legal, y por supuesto, moral. |