Un mes de toros buscando cada día que detalle, que momento era capaz de levantarnos del asiento, de hacernos recordar grandes momentos y a los que uno no pudiera resistirse a pasarlos al papel y revivir con los lápices y los pinceles un instante único. El problema es que el motivo para dibujar motivos taurinos, cada vez hay que buscarlo más a menudo en el pasado, que en el presente; especialmente si uno tiene como filosofía el no pararse en tragedias y el pretender dibujar las cosas bien hechas, según el criterio del toreo clásico, ese que siempre debería estar de moda.

Poco dio de sí la feria. Recuerdos de Chenel en su trincherazo por bajo

Pero corren unos tiempos en los que cualquier cosa parecida al ideal es pura coincidencia. Porque aparte de un carácter un tanto gruñón y protestón, no dejarán de reconocerme que muchas tardes es una tarea casi imposible, pero entonces prefiero instalarme directamente en lo que dé de si la memoria. Esta feria he compartido mis buenos ratos con Juan Belmonte, Rodolfo Gaona o Antoñete, además del toro de Veragua que se encuentra disecado en los almacenes del Museo de Ciencias de Madrid. Dos días no pude resistirme al toro, uno con la lámina de un Cuadri, siempre impresionante y lleno de poder, y otro cuando los corrales de la plaza estaban de bote en bote, con reses de Núñez del Cuvillo. Lo que son las cosas, hay hierros y encastes en los que hay que separar en dos grupos de tres los seis toros de una corrida y estos permiten que se les “almacene” a todos juntos en un espacio reducido; será la casta y la bravura. De nuevo los banderilleros han tenido una considerable presencia sobre el papel, Juan José Trujillo, Luis Carlos Aranda y el fijo en los últimos años, Jesús Arruga. Daniel Luque y su toreo de capote, Uceda con la espada, al igual que Abellán o Spínola, un derechazo de Iván Fandiño o la completa lidia de Javier Castaño a un Carriquiri. La esperanza de futuro que supone Gonzalo Caballero y el que ya es pasado después de cortarse la coleta, Julio Aparicio, que protagonizó uno de los hechos más impactantes de todo el ciclo.

Creo que a pesar de lo que pueda parecer, el balance en cuanto a los contenidos, es bastante pobre. En más de un caso se dibujaron cosas más por compromiso que por merecimiento. Quizás resulte más evidente analizar lo que no ha podido ser dibujado por falta de méritos, o lo que es lo mismo, pesan más las ausencias que las presencias. Tanto tiempo y no ha habido ni un natural puro merecedor de ser recordado. Puede que alguien responda que uno de fulanito o menganito, pero entonces ya estamos con el bisturí en la mano, a lo que me niego. Si realmente lo hecho en el ruedo es digno de admirar y de ser recogido en esta sección, tiene que ser de una forma más o menos contundente. Igual que tampoco aparece aquí ninguna de las figuras que pasean palmito a ritmo de triunfo por esas ferias del planeta taurino. Ni Manzanares, ni Perera, ni Talavante, como máximos exponentes de las figuras presentes en Madrid han mostrado un toreo que estremeciera al aficionado; otra cosa es lo de la masa, el público de aluvión que una vez al año se digna a ir a merendar a la plaza.

Ni una faena maciza y construida sobre los sólidos principios de la torería. Mucha vulgaridad representada por los eternos males de la Tauromaquia 2.0. Abuso del pico, toreo lejano, estiramientos, contorsiones y retorcimientos, falta de mando y dominio por parte de los espadas, abandono de la lidia, medios pases, trapazos y muchas carreras entre muletazo y muletazo. Si alguien no se había dado cuenta, la casi desaparecida suerte de varas nos ha recordado tozudamente una y otra vez cada tarde que no existe el toro. Con los dedos de una mano, y sobran dedos, se pueden contar los toros que se han picado con cierta corrección en todo el serial. El colocarlos en suerte ante el peto ha sido la excepción, igual que los toros a los que no se les ha tapado la salida. Por otro lado la masa de público de aluvión ha ido empujando al aficionado, que ha tenido que sufrir insultos, la censura de los que les quieren obligar a callar en la plaza y el ataque desaforado de los medios de comunicación oficialistas, como si esos cuatro románticos pudieran hacer que se tambalease su status de privilegiado, con solo adular y bailarle el agua a los taurinos que se han hecho con el poder. Todo esto nos pone delante de un paisaje árido, feo, hostil y abandonado, que según muchos es el que nos tocará contemplar en los años futuros, siempre y cuando esto siga para adelante, que lo mismo en unos años se echa el telón y queda reducido a una “manifestación artística y cultural de la tradición ibérica” adaptada para el turismo.