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02/06/2012
  (San Isidro 2012) 2/6 - Desde el 7: Adolfos descafeinados
 
Firma: Joaquín Monfil
 
     
 

Nuestro gozo en un pozo. Tras la ilusionante y gran corrida que nos ofreció el pasado año Adolfo Martín y que le valió para salir con todos los honores de la famosa Lista Negra que hace anualmente la Asociación El Toro de Madrid, hoy ha vuelto a hacer méritos para volver a ella. Sólo el segundo y el tercero ofrecieron alguna posibilidad a los matadores pero, por una u otra causa que luego analizaremos, ninguno llegó a buen puerto. Los mayores puntos negros fueron el cuarto, que llegó a echarse a mitad de la faena de muleta, mostrando una falta de casta absoluta y de fuerza y el sexto, cinqueño que nunca llegó a meter la cara embistiendo, sólo amagaba y se paraba incluso antes de llegar a la jurisdicción de Fandiño. Para ser el último de la feria mostró el fracaso de la mayoría de los lidiados en ella, uno más de la decepción, por más que los mediáticos pesebreros nos quieran vender otra cosa distinta. El quinto pareció de otro hierro por su descastamiento y falta de fuerza, a pesar de ser también cinqueño, pero se comportó como los toros que piden las figuritas, nunca como debería comportarse un toro de encaste albaserrada. Y el primero sin fondo, a la defensiva y sin entrega alguna también nos decepcionó. Y para colmo, a este humilde narrador de lo que ha visto desde el 7 durante la feria, tampoco me gustaron los adolfos de salida, me parecieron feos de cara, algunas cornamentas horriblemente paletas y mal hechas y lo peor de todo poco poder, porque a ninguno le sobraban las fuerzas y la poca que alguno tuvo de salida la perdió en el primer tercio y no por su entrega. Y eso que no se les pegó en exceso, algo de lo que siempre se queja el ganadero cuando sus toros se paran al final. Esta vez no, Adolfo. No te vale la excusa. Y la casta en general muy justita. Para que no todo sea negativo, debemos decir que esta vez casi todos los toros han humillado más que nunca, aunque alguno no se rebosaba luego, pero con la cara casi siempre abajo. Es como si hubiesen entrenado esto de alguna forma. Y en cuanto a nobleza, excesiva, ninguna alimaña. Eso debe ser ya historia. El ganadero nos contará algún día cómo y por qué han cambiado de comportamiento sus “niños”.

Hubo un buen toro, el segundo que, incluso desde los lances de recibo con el capote, ya mostraba grandes virtudes por los dos pitones y en todos los terrenos. De inicio lo aprovechó el francés Jean Baptiste Jalabert (o Juan  Bautista), un torero que siempre nos ha parecido muy correcto pero con tal frialdad que, al hacerlo a veces todo tan fácil, le falta ese punto tan necesario en el toreo como es transmitir la pasión a los tendidos. Y no se olvide que el toreo, como manifestación artística en el escaso tiempo que dura, necesita el arrebato de la pasión en el público para que la comunión con el torero ocurra y el éxito aparezca como un estallido. Hubo un momento cuando, tras el quite correspondiente por verónicas de Fandiño replicó el francés con otro por delantales, se llegaron a calentar los tendidos pero luego, aunque las primeras series de muletazos fueron muy jaleadas, todo se fue diluyendo poco a poco. Tras una perfecta estocada corta en la yema el toro rodó sin puntilla en segundos, pero...en el ambiente quedó que algo no se había consumado ¿Le faltó entrega al torero? ¿Alma? Quién sabe.

El otro toro que pudo ser de éxito fue el tercero, cinqueño descarado de cuerna, bizco del izquierdo, muy feo de hechuras y que tras los dos primeros tercios, donde había dado síntomas de flojear, nadie daba un duro por él. Fandiño lo fue a brindar al público y al protestar por ello parte del 7 dejó la montera, tras el brindis, escondida bajo el estribo de la barrera. Se fue al platillo y citó de muy lejos en redondo y el toro se le vino, nunca galopando sino al paso, pero despertando los olés en el tendido. Muy entregado, dió varias series más, todas jaleadas, dando descanso al toro entre las series para que recuperase el resuello, mostrando que el torero había visto las virtudes y defectos del toro mucho antes que ciertos “listillos” (más bien ignorantes) que creen saber más que el que lo inventó. Había hecho bueno a un toro mediocre y tenía el triunfo en la mano. Todo el mérito era suyo. Y todo lo había hecho por el pitón derecho, el único que parecía tener potable el toro, según comentábamos en voz baja en el 7. Por el izquierdo no sabíamos cómo era pero callábamos, sus razones tendría. Él sí lo sabía. Y cuando se fue a por la espada, los “listillos” de turno volvieron a gritar que lo mostrase por el izquierdo, porque se iba sin torear. Iván les hizo caso y eso fue su perdición.


Tras todo lo bueno, aceptó el consejo y llegó esto. Se emborronó todo

Por ahí era imposible, el toro se descompuso y tuvo que volver al derecho, alargando la faena innecesariamente. Ahora ya el toro no igualaba y se movía gazapeando cada vez que se perfilaba con la espada. Terminó por entrar de mala manera varias veces, unas pinchando a volapié y otras recibiendo o a toro arrancado, hasta que acertó con un metisaca casi en la barriga, tras sonar dos avisos y descabello. El gran triunfo seguro se evaporó por culpa de unos “listillos” ignorantes. Y que además esta vez estaban ubicados en el 7. Pero no eran del 7, seguro. Ser del 7 es otra cosa. Es algo que Iván debe aprender para el futuro. No hacer caso de lo que pueda oir o aprender a distinguir entre los consejos certeros y las intemperancias de algunos ignorantes que quieren ser “protagonistas”. Y aquí, todavía, los únicos protagonistas deben ser toro y torero. Los demás sólo el coro.

Y fin de la peor Feria de San Isidro de la historia. Descansaremos mañana con los caballitos y el lunes que no hay festejo. Hasta el martes, los del 7 podremos dormir la siesta, para volver con más bríos en la coletilla final de la Feria del Arte y la Cultura, pomposo nombre que ha inventado Simón Casas para seguir sacándonos la pasta con varios carteles infumables, la Beneficencia con figuras y torillos, la victorinada y la traca final de los mediáticos Cordobés, Paquirri y Fandi. Adiós, amigos. 

 
     
   
     
   
     
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