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La casta y la mala suerte, esos fueron los dos protagonistas de la vigésimo tercera de San Isidro. La casta la pusieron los toros de Cuadri que, una vez más, no decepcionaron y devolvieron la ilusión y la emoción a la “maltratada” afición madrileña. El infortunio, la mala suerte, vino de la mano de Javier Castaño. El salmantino, el que tenía todas las papeletas para ser el gran triunfador, no tuvo a la fortuna de su parte y en un segundo se desvanecieron sus posibilidades de éxito. Todo ocurrió cuando Castaño se disponía a pedir el cambio de tercio en su primero. Javier cometió el error de perderle la cara al toro y éste no le perdonó. Le propinó una feísima voltereta de la que cayó con el cuello y que le provocó una seria conmoción. Aunque muleteó y estoqueó a ese “cuadri”, el de Salamanca ya no fue el mismo pues el golpe fue terrible. Tras pasar a la enfermería los médicos decidieron que era una inconsciencia volver al ruedo en esas condiciones. Está claro que para enfrentarse a un toro bravo, el torero debe tener plenas facultades y más si es ante este tipo de astados, tan listos y exigentes. En ese segundo, en ese despiste, Javier Castaño perdió la oportunidad de triunfar en Las Ventas y de que el público pudiera apoyarle como tenía planeado. Porque no hay duda que la afición de Madrid estaba con él y que tenía ganas de una apertura de la puerta grande. La suerte es un factor fundamental en este imprevisible mundo de los toros y es muy importante estar acompañado de ella en las tardes más trascendentales. Desgraciadamente, Javier Castaño no tuvo hoy fortuna y el destino quiso que no fuera hoy la tarde de su reafirmación como un torero en estado de gracia por su firmeza, valor, asentamiento, inteligencia y compromiso. Pero si no fue esta tarde seguro que será otra, porque quién busca la suerte…al final la consigue. Bolívar tuvo opciones pero no encontró las soluciones a sus toros Pero no todo fueron penas, ni mucho menos. La alegría nos la trajo, como casi siempre, Fernando Cuadri. Este ejemplar ganadero onubense, volvió a demostrar que es lidiar en Madrid una corrida de primera, de excelente trapío y seriedad y de gran emoción y casta. Fue muy exigente el encierro de Cuadri, sí, pero esa exigencia y complicaciones son normales cuando una vacada se sustenta sobre la base de la casta. Y lo bueno de este tipo de encierros, a pesar de sus dificultades, es que todo lo que se hace delante de ellos tiene un enorme mérito, sobre todo si se entiende el comportamiento de los animales. Solo el lesionado Javier Castaño entendió y estuvo a la altura. Sus compañeros, anduvieron muy por debajo de las circunstancias y el colombiano Luis Bolívar se dejó escapar un gran lote. Que alegría disfrutar de una corrida que no se cae, que lucha hasta el final, que se lo pone muy difícil a los toreros. Esto es la fiesta de los toros: la heroicidad de un hombre delante de una fiera. Ni más, ni menos.
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