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Tras el descanso de ayer, debido al circo reglamentado de los toros mutilados y los sombrerazos de los caballeros, la mayoría de siempre volvió a la plaza hoy, comentando lo que les habían contado de cómo el público verbenero había obligado a la presidencia a premiar con salir a hombros a uno que puso un rejón de muerte casi en la barriga. Suponemos que tal “gesta” no la contabilicen los taurinos como un gran éxito en esta porquería de feria, porque esos días de rejones ni hay tendido 7 (aunque haya gente sentada ahí) ni espectadores rigurosos que exijan respeto a las reglas de la tauromaquia que, en este tipo de festejos, también deberían seguirse. Creemos.
Por otra parte, se acudía con cierta ilusión a la convocatoria, pues se anunciaba un encierro completo (por fin) de una ganadería, la de Baltasar Ibán, que hace años presentó el toro más bravo y encastado que se recuerda en esta plaza en los últimos tiempos, un tal Bastonito, que hizo que muchos aficionados que estaban a punto de claudicar volvieran a reengancharse, al reciclar su afición y a creer de nuevo en el toro de lidia, aunque todo fue gracias a que se encontró entonces un torero de verdad, un tal César Rincón, que tuvo aún más bravura y casta que el propio toro y gracias a ello pudimos disfrutar del más bello espectáculo que es la fiesta de los toros, eso que los taurinos nos quieren hurtar y falsear un día sí y otro también. Aunque aquello desencadenó a la vez un efecto negativo, pues también sirvió para que la mayoría de figuritas rechazaran este hierro, que estuvo a punto de desaparecer al hacerle ascos los taurinos. Por suerte, aún quedan toros encastados de Ibán, tal como pudimos comprobar esta tarde, aunque no lleguen a la altura de aquél mítico y tampoco pudimos saber hasta dónde hubiesen podido llegar si los toreros de hoy hubiesen estado a la altura del aquel César colombiano.
Los toros mansearon, tuvieron casta y poca romana (los dos primeros y el último cinqueños) y sin embargo nadie protestó porque su trapío era evidente. Para que luego digan. Sus caras tampoco exageradas (pero no eran “nenes” sino “hombres hechos y derechos”), claro que tampoco estaban las figuritas enfrente. Y casi todos fueron hoy picados de verdad no simulado, aunque trasero y caído, claro. Algunos empujaron más, otros menos pero casi todos estuvieron bastante tiempo bajo el peto y con los piqueros sin levantar la puya. Y varios aplaudidos en el arrastre.
Y el caso es que la corrida comenzó mal, pues al primero no pudimos verlo en la muleta a la que llegó moribundo, marmolillo (se lo cargaron en varas) y el mexicano Spínola además se quiso poner bonito con aquello. Y nadie protestaba. Como si hubiesen narcotizado a la plaza. Me enfadé muchísimo pero, por lo que se ve, sólo yo. Con el cuarto, que se vino arriba en banderillas, el manito nunca le entendió y estuvo mal hasta con el capote. Sólo nos quedamos con los pares de banderillas de “El Chano” (¡qué gran subalterno si no trabajara con ese capote de ala-delta, que parece un mapa de carreteras desplegado!).
El segundo fue excelente, con poder, encastado y repetidor. Serafín lo intentó como mejor sabe, llegando a ser jaleado en algunas series bajando la mano y ligando los pases, aunque fue de más a menos, pero erró con la espada y todo se olvidó. Excepto la gran ovación con que se saludó el arrastre del toro. El quinto le salió respondón y no supo cómo acoplarse ¡La casta, la casta..! Y eso que no era excesiva.
Intentó Rubén Pinar darle distancia pero no cuajó el intento Rubén Pinar tuvo un primero al que le quiso dar distancia al comienzo de cada serie, pero con eso aún quedó más en evidencia su toreo vulgar, más bien destoreo. El toro estuvo siempre por encima de él y por eso también fue aplaudido en su arrastre. El sexto casi llegó a hacerse el amo del ruedo. Un subalterno tan eficaz como Alberto Martínez no pudo poner ni un sólo par de banderillas y Rubén, en cuanto vió sus aviesas intenciones, ni siquiera lo intentó, abreviando.
Interesante corrida en conjunto ¿Qué hubiese pasado si hoy los toreros hubiesen acertado y tenido un mínimo de casta como los toros? ¿Podría haber sido un corridón? Quién lo sabe. Todo ha quedado en el limbo de lo posible. Frustrante resultado para los del 7, una vez más, aunque al menos vimos toros. Además, al ser domingo, los isidros rellenaron el habitual “agujero de ozono”, ese de los altos del 5 y 6, la empresa volvió a forrarse, la infanta Elena ocupó el palco real y como todos los toreros le brindaron uno de sus toros, por tres veces se repetió el numerito de montera arriba y montera abajo, a base de lanzamientos cortos y por relevos de espectadores por el camino, entre el alborozo general. Todos pues pudieron divertirse, cada uno a su manera, claro ¡Qué cosas tiene esta feria! Pero qué poco de Tauromaquia. |
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