|
Estaban tres señores que siempre se quejaban de su mala suerte, que si nunca les tocaba nada, que si siempre les tocaba lo bueno a otros, que ni el reintegro de la lotería. Y un día compraron un cupón a medias, uno de esos que luego te siguen dando el premio hasta no sé cuanto tiempo después y ¿qué pasó? Pues que uno decía que se lo había dado a guardar a otro y el otro al tercero y este que… De repente, empezó a sudar, a no saber que hacer. El cupón lo habían metido a la lavadora, dentro del bolsillo de una camisa. Un montón de dinero pasado por un buen chorro de detergente. Un futuro espléndido centrifugado.
La estocada de Spínola Pues resulta que esto es lo que le ha ocurrido a Fermín Spínola, Serafín Marín y Rubén Pinar, que han metido el cupón premiado de los de Ibán a la lavadora. Además de esos toros nobles con casta, a los que si se les hacen las cosas bien te garantizan un triunfo indiscutible, un triunfo aplaudido por el público, el aficionado y los que pasan por la puerta de la plaza. Ninguno estuvo a la altura. Una tarde que podría haber dejado un puñado de momentos memorables, al final solo nos ha dejado dos instantes en la retina. En primer lugar el tercio de banderillas de El Chano en el cuarto, muy torero en la preparación, pero que al clavar se ha dejado ir un poco y ha clavado no asomándose al balcón del todo, sino de reojo sobre un pitón. Pero quien sí ha puesto la verdad por delante ha sido el azteca Fermín Spínola en la estocada al primero de la tarde. La verdad es que ha defraudado con su labor poco confiada, aburrida y hasta ventajista, pero en el momento de realizar la suerte suprema ha salvado su honra como matador. Se ha perfilado con la espada en la diestra, según algunos un tanto lejos, cuando se ha arrancado muy derecho, sin prisas y ha ido metiendo la espada por el hoyo de las agujas, como si estuviera cortando mantequilla caliente. Una estocada en todo lo alto de un efecto casi fulminante. En ese momento he recordado eso de lo que tantas veces se habla, lo de la eficacia; esa excusa para los malos toreros, en que la trampa, los trucos y la falta de vergüenza torera se quieren poner al servicio de la eficacia. Pues bien he aquí un argumento para desbaratar todo eso. Una estocada por derecho que ha puesto al de Ibán patas arriba en cuestión de segundos. Marín y Pinar se han visto sobrepasados por unos toros que no han tirado ni un mal derrote en toda la tarde, pero que exigían que se les hiciera el toreo, porque en caso contrario, te iban acorralando y comiendo el terreno poquito a poquito, hasta que te dabas cuenta de que había que salir de allí de cualquier forma, aunque te dieras cuenta de que era su cupón ganador; y al final lo único que han sabido hacer es centrifugar su prestigio y los contratos. |
|