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Esto no puede seguir así tarde tras tarde, era la lamentación más común que se podía escuchar hoy en el 7 al finalizar otro bochornoso espectáculo, con la gente escapando a toda prisa, decepcionada por el nefasto encierro que se corrió y la penosa actuación de los toreros. Hay que hacer algo urgentemente, no sé el qué, si la insumisión, la rebelión, quemar la plaza o lapidar a algunos de los culpables. Pero desde luego, esto no puede seguir así. Están jugando con fuego, con pólvora y algún día esto puede estallar. Tengo la costumbre de dejar grabando las corridas cada día y las vuelvo a ver (sin voz) cuando llego a casa para poder reafirmarme en lo visto (debo ser masoquista), aunque lo que vale para mí es lo que queda en directo en mi retina. Hoy, tras volver a ver la corrida por TV, incorporé el volumen y pude escuchar el comentario final de un tal Juan Serrano, apodado Finito de Córdoba (sí, ese mismo que ha cambiado el vestido de luces por el micrófono) diciendo que hoy la gente salía contenta tras la corrida. Si todo lo que dice Molés y sus secuaces aduladores es de este tenor yo y otros muchos aficionados del 7 podemos decir cómo es posible engañar a los televidentes al mentir tan desvergonzadamente. Pregúntennos a los aficionados cabreados cómo salíamos de contentos...no a los que ustedes invitan al palco y a canapés, muchos de los cuales no han visto una corrida en su vida, otros son toreros en activo, aspirantes a serlo o viven de los toros.
Porque hoy se lidió una corrida de Núñez del Torillo (perdón del Cuvillo, sí ésa por la que todas las figuritas se matan por torear), que más parecía una novillada...sin caballos, ya que ninguno se picó de verdad, salvo los picotacitos de rigor casi incruentos a los que nos tienen acostumbrados los golfos taurinos, que hacen más contra la fiesta que los propios antitaurinos. Se devolvieron dos por inválidos pero los sobreros no mejoraron la imagen de los titulares y también a ellos se les simuló la suerte de varas.
Castella dio la cara en Madrid con signos de dignidad Se aplaudió a Castella, tanto al finalizar el paseíllo como antes de salir el segundo de la tarde, que era su primero tras confirmar a Silveti el anterior, por el detalle de dar la cara, no quitarse y venir a esta plaza donde fue cogido hace una semana y también por no haberse ido aquel día a la enfermería hasta que no mató sus dos toros. Fue un detalle de vergüenza torera. En cuanto a su actuación de hoy fue muy diferente ante sus dos oponentes. Su primero, un sobrero de Carmen Segovia, manso descastado y ya quedado en banderillas, llegó a la muleta hecho un marmolillo y el de Béziers abrevió, al comprobar la ruina que tenía entre manos. Un detalle de torería. Sin embargo el cuarto, que no se empleó en los dos primeros tercios, llegó a la muleta con fondo y recorrido y una “nobleza” tal que parecía un perrillo doméstico, lo que aprovechó al máximo. Le hizo su típica faena, comenzando por el cambiado en el platillo y luego con todo su repertorio de toreo moderno y despegado, ligando los pases hacia fuera, con cambios de mano, arrimones y todos esos artilugios que algunos dominan tan bien, como irse a los terrenos de los isidros aplaudidores de la solanera y consiguiendo así que la mayoría de la plaza le jaleara como si fuese el “summum” de la tauromaquia, aunque siempre con las objeciones de los más puristas y ortodoxos del 7. Lo mató mal, con un pinchazo en los bajos y atravesado que escupió y una estocada corta trasera y atravesada, por lo que tardó en morir y sonaron dos avisos, el primero antes de entrar a matar por vez primera. La mayoría de la plaza le aplaudió a rabiar (tan huérfana y necesitada como está de éxitos) pero él sólo salió a saludar al tercio sin querer dar la vuelta (sabía que había fallado a espadas), por más que su peón José Chacón casi le empujase a darla y él se lo reprochara. Un detalle más de torería. Hoy estuvo dignísimo Castella. Si todas las figuras se comportasen así esto aún podría tener arreglo, premiando sólo lo que lo merece. Pero seguro que el próximo que venga y mate rápidamente de bajonazo indigno hará aspavientos como si fuese un Rafael Ortega redivivo. Y no digamos nada si es un modesto con sus autocares de fans.
Daniel Luque volvió a dar, otra vez más, una lección de su toreo (queremos decir de su destoreo) con un anovillado tercero (que casi sin picar le salió respondón) y un marmolillo quinto con el que nos aburrimos todos, él y nosotros. Nos pareció que está sobrevalorado.
En cuanto al mexicano de Irapuato, Diego Silveri, torero de una larga dinastía, nos pareció precipitada su confirmación pues le vimos muy verde e inseguro tanto con el primero (anovillado titular) como con el sobrero de Salvador Domecq que hizo sexto bis, el más cuajado y con trapío de la tarde, al que no supo cómo meterle mano en ningún momento. Debe seguir aprendiendo el oficio, el más difícil del mundo pero también el más hermoso. |
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