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Uno creía que no se podía llegar más abajo del infierno de los Juan Pedros, pero que iluso es uno, como si no conociera la capacidad de empeoramiento a la que pueden llegar los taurinos antitaurinos y el público feriante que va una vez al año a merendar a los toros y procura que sea en mayo. Esto no para, hoy eran Castella, Daniel Luque y Diego Silveti los que al final se podrían poner delante de una de Núñez del Cuvillo. Pues muy bien, en la plaza habría más de uno que estarían encantados en ver pintado cualquiera de los muchos pases de Castella, que como decía un señor, les ha parecido la mejor faena de la feria. Pues allá ellos. Lo único que no discuto es la cantidad, porque la calidad… Pero lo que se aplica a uno se puede aplicar a los demás. Mucho toreo moderno, muy ventajista, singando, sin poder, vulgar y pases como para llenar un saco.
El capote de Daniel Luque Solamente ha habido un momento, las verónicas de recibo de Luque al quinto, que podrían merecer ser dibujadas, pero más por encontrar algo al menos aseadito, que porque uno haya saltado de su asiento al verle querer mecer el capote. Pero al menos han sido un par en que parecía que el sevillano tenía claro que era al toro a lo que había que torear y no a un espectro invisible. No era plan de seguir acordándose de lo que pasó hace años. Confieso la tentación que he tenido de echar mano al toreo de David Silveti, el Rey David, pero si a la excepción le damos categoría de habitual, puede darse el caso de que nos apartáramos de la realidad, por muy negra que la veamos. Lo de los toros es capítulo aparte, los Cuvillos, los de los indultos y triunfos de las figuras de las galaxias, han demostrado lo que es el toro moderno en toda su dimensión. Unos animales que en algunos casos eran de dudosa presencia y todos de dudoso comportamiento. Lo de picar, ni hablar, lo de empujar, menos y pensar que los picadores vayan a apretar con el palo, ¿qué nos creemos? A ver si nos vamos a volver locos. Nada de nada de todo eso. Era entrar a la primera vara y ya estaban levantando la mano. Cumplían con el ritual de tocar el peto una segunda vez, pasaban de puntillas por el segundo tercio y luego iban y venían por la muleta. Así están las cosas. Dos tardes de toreo moderno y una verónica y cogidita con pinzas. Nosotros que queríamos ver toros y toreo de verdad, de ese mandón y con poder, y no esta pantomima de titiriteros. Lo que son las cosas, no queríamos caldo… pues toma trapazos. |
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