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Ignoro si seremos capaces de encontrar algo positivo al bochorno sufrido esta tarde en Las Ventas y la mayoría de las tardes en todas las plazas del mundo taurino. Toreros de postín y el ganado predilecto por todos los taurinos. Plaza llena, el gran público esperando ver algo grande a cargo de Morante de la Puebla o incluso de Alejandro Talavante; del confirmante, Juan Pablo Sánchez bastaba que cumpliera con su función de relleno. Los de Juan Pedro Domecq fueron saltando para evidenciar su ineptitud para la lidia; mansos, sin fuerzas, sin poder ser picados ni simulando la suerte, solo preparados para que un señor pusiera posturas ridículas en su derredor. El espectáculo podría parecer cualquier cosa, menos una corrida de toros, y el ganado podría parecer de carne, de tiro, una mascota incluso, pero jamás, jamás un toro de lidia. Todo el mundo admitía los pases como buenos, a pesar del sucedáneo de toro, todos querían creerse que esos señores eran matadores de toros, pero todo esto está tan lejos de la realidad, del ideal de la tauromaquia y de lo que un día fue grande y se consideró arte, que uno ya no puede creerse que las verónicas de Morante en un quite merecerían ser dibujadas. Lo siento, pero no me lo creo, me es imposible. Todo esto no hace otra cosa sino ensuciar el nombre de lo que fue la fiesta de los toros. Hay quien me dice que me haga a la idea, pero no puedo, aunque tampoco sé si me apetece intentarlo. La fiesta debería ser eterna y si sus valores se proyectaran sobre la sociedad, estoy convencido que contribuiría a que esta fuera mejor, pero esta cosa que nos quieren hacer tragar debería prohibirse ahora mismo, no tendríamos que esperar a mañana. El origen de los Juan Pedros
Pero no quiero que nadie se equivoque y que se piense que me he convertido en un antitaurino de la noche a la mañana. No creo que haya nada más grande que esto, un humano, ni que exalte mejor los valores del hombre y la naturaleza y su relación entre ambos. El nombre de Juan Pedro Domecq no fue sinónimo de pantomima, no hace mucho significaba bravura, casta, valor y hombres valerosos que tenían que tener miedo a nada si portaban espada y muleta. Un Juan Pedro fue el primero que pisó el ruedo de Las Ventas, recogiendo el testigo de aquella Vacada Real que fue propiedad del Duque de Veragua, que desde siempre contaron con el honor de ser los que hollaran por primera vez todos los ruedos de la Villa y Corte. Incluso uno de estos ejemplares fue elegido para ser disecado y expuesto en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, como paradigma del toro de lidia. Una historia muy diferente a lo que hoy contemplamos atónitos. Ahora pretenden que nos conformemos repitiendo tópicos estúpidos, “cuando hay toro no torero y cuando hay torero no hay toro”; “los artistas necesitan su toro”; “los artistas están bien cuando les viene la inspiración”; “para ver algo bueno hay que ir cien tardes” y mil y una estupidez más que solo valen para el que se quiera conformar. Primero que salga el toro y luego, el que aguante que se quede y el que no, a su casa o al tendido. Siento en el alma el tono de hoy en esta sección, pero no podía mirar para otro lado y explicar lo grandioso del quite de Morante a la verónica, pero al verlo mover la tela delante de ese animalillo me ha parecido grotesco, injusto e irracional.
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