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Si tuviera que rellenar una planilla con las buenas maneras como matadores de toros de El Cid, Perera y Fandiño, quizás solo escribiría unas líneas de la disposición de este último, y no podría hacerlo del punto de degradación que ha sufrido la tauromaquia de el Cid, que vive su ocaso, pero que no acepta ni esta decadencia, ni la opinión de aquellos que se lo quieren hacer ver. Tampoco podría escribir de la maestría alcanzada por Perera para desarrollar su destoreo y su falta de gusto para componer una faena. Eso sí, ninguno duda en atacar sin compasión a aquel público que un día les glorificó. Qué cosas, antes eran sabios y entendidos y ahora son intransigentes y necesitan cursos de “teoría taurina”.
El derechazo del vasco No seré yo el que diga que Fandiño ha estado grandioso, pero al menos se ha justificado y ha conseguido algunos muletazos estimables. Y como creo que hasta el día de hoy no nos ha visitado ni un derechazo, ni un natural estimable, no me podía permitir obviar un derechazo del vasco a su primer toro, donde se recogen todas las virtudes que la afición de Madrid querría ver con más frecuencia. Se sucedían las tandas con muletazos unas veces más acelerados, otras perfilero a la hora de embarcar al toro o dando medios pases. Pero entre tanto bullicio de pases recibió al toro con la pierna de salida adelantada, de forma natural y sin estridencias, embarcó la embestida, que condujo corriendo la mano con temple hasta detrás de la cadera, donde con un movimiento de muñeca lo dio por concluido, listo para el siguiente pase. Qué fácil y qué difícil parece esto del toreo. Y eso que los alcurrucenes venían con la idea de ofrecer todas las facilidades a los coletudos. Si nos centramos en la primera parte de la lidia, el calificativo que mejor les encajaba era el de mansos, escapando de los caballos, sin fuelle para recibir medio picotazo, aunque alguno luego lo echó en falta, pero en cuanto sentían la presencia de una muleta, parecían hechizados. ¿Qué poderoso influjo ejercerá ese trapo rojo sobre el toro moderno? No me lo explico. Pero no es que hayan mejorado un poco, es que de repente se convertían en un cortijo con patas, uno de esos que tanto demandan las figuras y aspirantes, un toro que se mueva, noble, que vaya y que venga y que no tire ni un derrote. Cosas de la magia. Pero no todos parecen creérselo, deben pensar que esto no puede ser verdad y si alguien les llama la atención sobre ello, lo desprecian y le mandan a hacer cursos de no sé qué. Y mientras, uno tras otro de los Núñez de Alcurrucén, seguían rindiéndose al embrujo de la muleta.
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