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Este fue el grito unánime del 7 al gran picador mexicano Nacho Meléndez, a las órdenes de Zotoluco, cuando se retiraba por el callejón, saludando a todos y agradeciendo las unánimes ovaciones de toda la plaza puesta en pie, pues había conseguido que el tercio de varas del cuarto de la tarde fuese el espectáculo cumbre de todo lo que llevamos de feria ¡Vaya lección para los picadores de acá! Y se la ha tenido que dar un manito de San Luis de Potosí, para que se enteren. Y gracias a él hemos podido disfrutar de la belleza que tiene esta suerte cuando se ejecuta de verdad, algo que los taurinos nos quieren hurtar un día sí y otro también. Y meto en este saco de taurinos a los “ganaduros” que están al servicio de los toreros, criando eso que ellos llaman toros “nobles” (es decir gilipollas), que no aguantan tercios de varas de verdad, como el de esta tarde. Y también meto en el saco a las figuras, que querrían que los torillos a los que se enfrentan saliesen ya tan flojitos que no necesitaran ser picados. Pues los maldigo a todos ellos, porque se están cargando una de las suertes más bellas y emocionantes que existen en esta fiesta actual tan aburrida y monótona. Pero para eso se necesitan dos cosas, un toro con poder y un torero sobre un caballo que conozca el oficio y al que el matador que le paga le deje hacer su trabajo en libertad. Y es tan difícil que estas dos cosas ocurran...
Quizá el momento más feliz de la feria. La gente se entregó a Nacho Meléndez Pues hoy ocurrió en el cuarto. Había ya tomado un primer buen puyazo, trasero por cierto, de Nacho, cuando al ser puesto por segunda vez, ahora un poco más abierto, se arrancó con alegría y galopando a caballo y caballero. Al meter en el choque los pitones abajo romaneando y empujar con los riñones levantó como una pluma a ambos, provocando un espectacular tumbo de latiguillo, rodando el montado hasta chocar su cabeza contra el estribo. Para eso se inventó el castoreño ¿verdad? El toro, manseando (era sólo bravucón), escapó al comprobar el estropicio. Mientras se recolocaban picador y caballo, Urdiales hizo un airoso quite por chicuelinas. Todos pensábamos que Zotoluco pedía el cambio de tercio pero el presidente (Manuel Muñoz Infante) no lo concedió (por una vez pensando en la afición, gracias don Manuel) y tras un momento de duda Zotoluco lo volvió a colocar en suerte, a cierta distancia de las rayas. Y bien que lo agradecimos los aficionados...y los que no lo son. Porque tras citarle Nacho levantando el palo, el toro acudió otra vez galopando, siendo detenido esta vez por un certero puyazo en lo alto (aunque algo trasero también) del piquero azteca. La plaza se levantó rugiendo, la gente no se lo podía creer. La Tauromaquia eterna y con mayúsculas había aparecido por fin en la feria de San Isidro del 2012. Efímeramente, sí, pero algo que será recordado para siempre por todos los que lo pudimos ver en directo. Con qué poquito somos felices, señores ¿Por qué son ustedes tan cicateros con nosotros? Los aficionados nunca se lo perdonaremos. Con tercios de varas así se volverían a llenar las plazas, seguro.
El resto de la tarde ya entró en el guión insufrible de cada día. De la corrida anunciada de Bañuelos sólo pasaron cuatro. Los inválidos segundo y tercero fueron devueltos al ser incapaces de mantenerse en pie, sustituidos por un sobrero de Aurelio Hernando y otro de Carmen Segovia, que llevaban meses en los corrales. Hicieron quinto y sexto dos remiendos de Couto de Fornilhos, de los que sólo se lidió el primero de ellos. El segundo, también inválido, fue devuelto y sustituído por un tercer sobrero de Domínguez Camacho. Hasta cinco hierros hubo hoy, pues. Casi como una corrida concurso ¡Veedores de Las Ventas, dimisión ya!
Zotoluco sólo pudo lucir sus conocimientos de la lidia y su saber estar ante dos toros complicados que no le permitieron lucimiento aunque él tampoco lo buscó. De todas formas se ve que conoce a esta afición y le dio lo que quería. Urdiales estuvo con gran voluntad pero nunca pudo pasar de ahí, sin acoplarse a las embestidas de ambos, que nunca le regalaron nada, es cierto. Y tampoco acertó con los aceros.
Y Morenito de Aranda estuvo muy lucido toda la tarde con el capote. La única oreja (y benévola, por cierto) la consiguió el arandino al tercero bis, de Carmen Segovia, un toraco cinqueño de 630 kilos que llevaba casi toda la temporada de sobrero en los corrales. En la muleta tiraba tornillazos y remataba los pases por alto porque el torero no le obligaba ni mandaba, pero como tuvo fondo, al final y a base de insistir y alargar la faena llegó a tragarse algunas series cortas, mostrando que el toro estaba por encima del torero y que éste se había equivocado en la primera parte de la faena. Al matar de delantera atravesada y descabello los orejeros sacaron pañuelos minoritariamente pero parece que alguien ha dado órdenes secretas de que esto hay que levantarlo de alguna manera y el del palco sacó el moquero. Así no se levanta esto, don Manuel. Con la suerte de varas del cuarto que usted alargó sí. En cuanto a Morenito, con el tercer sobrero que hizo sexto bis, no supo cómo redondear la tarde para conseguir la Puerta Grande, pues nunca pudo con él.
Añadiremos que también estuvieron brillantes con las banderillas Juan Martín Soto y Luis Carlos Aranda, que fueron obligados a desmonterarse. Para el 7 fue, pues, una tarde de subalternos. Y hoy muchos se fueron contentos. |
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