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Decir que la decimosegunda corrida de feria era de Bañuelos, es tan verdad como mentira. Verdad porque era el hierro anunciado y mentira, porque entre los desechados en el reconocimiento y los devueltos en el ruedo, al final solo han sido dos los que han sido lidiados. Pero esto quizás es lo que menos importa en este caso. Ha habido que esperar hasta el noveno toro que ha salido por la puerta de toriles. Y por allí asomó Estío de los Hermanos Domínguez Camacho. Poco peso, poca presencia y abundante casta y bravura. Empezó siendo protestado, pero rápido dio muestras de su condición; buscaba con verdadero celo los capotes, revolviéndose rápidamente para no perderlos de vista. Se le llevó al caballo y se arrancó como una flecha, para empujar con una fijeza y ansia tremendas. Un segundo puyazo y vuelta a lo mismo. Pero no voy a relatar su lidia al completo, solo voy a contar el por qué de la decisión de tomarle como uno de los modelos de mi dibujo de hoy.
Luis Carlos Aranda se encuentra con el toro A lo largo de la tarde ha habido momentos brillantes, quizá más de que los que podemos llevar en toda la feria. Pero en un mismo instante se han unido los dos protagonistas del festejo. Ha sido en el segundo tercio del sexto de la tarde, cuando Luis Carlos Aranda ha cogido los palos y con su torería habitual, su torería innata, ha llamado a Estío. No ha hecho falta insistir, pues el novillote estaba decidido a acudir a todo aquel que le dijera ven. Pero como ocurre en muchos casos, la bravura unida a la casta es una mezcla explosiva y rebosante de emoción, pero que no resulta fácil domar. Hay que ser muy torero, tener muchos recursos y un amplio conocimiento de los terrenos para salir con bien del envite. Luis Carlos Aranda es uno de esos toreros que guardan este libro del saber torero, como muchos, pero una vez arrancado el toro es capaz de recordar lo que ahí se explica. Y vaya que sí; al llegar a la jurisdicción del toro le ha ganado la cara, ha cuadrado y ha dejado un magnífico par en todo lo alto. Tras la ovación del respetable, el propio matador, Morenito de Aranda, ha querido reconocer su mérito, brindándole el toro. Podía haberme decidido por la forma en que el burgalés recogió a su primero, por el tercio de banderillas de Martín Soto. Un puyazo de Nacho Meléndez e incluso alguno de los muletazos de Morenito a su primero, pero creo que es justo dibujar la casta y la bravura de un toro y un torero. Sobretodo para rendir tributo a Estío, el novillote que se hizo el jefe. |
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