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Cada día tengo más claro que la afición de Madrid, aquella que se convirtió sin duda en la más exigente pero a la vez la más justa de todo el mundo, está desapareciendo a pasos agigantados. Cada día observamos más comportamientos extraños, preocupantes y que nunca se habían dado en la monumental de Las Ventas. Es verdad que, por ejemplo, los fines de semana (sobre todo los sábados) muchos abonados descansan y se ausentan de su localidad para tener un pequeño respiro entre tantas tardes de toros. La Feria de San Isidro es un ciclo muy largo que pesa mucho, también, a los aficionados y abonados que acuden todos o casi todos los días. Por eso, en días como hoy, muchos regalan, venden o ceden sus entradas a familiares, amigos y conocidos para que éstos pasen una tarde entretenida y diferente y ellos puedan descansar y dedicarse a otras tareas varias. Por eso es ligeramente menos alarmante que en días como hoy sucedan algunos comportamientos que verdaderamente requieren de una reflexión. Por ejemplo, el lanzamiento de almohadillas al final del festejo. En cierta medida es normal y comprensible que ante petardos como el del otro día de Julio Aparicio, el público se enfade y manifieste su descontento e indignación de esa forma. Tampoco es justificable, pero si puede ser comprensible. En cambio, en tardes como las de hoy no están justificadas reacciones como esta. Nunca se ha hecho esto en el coso capitalino y esperemos que no se ponga esto de moda porque es una falta de respeto, de educación y de civismo muy considerable. Los tendidos sin verdaderos aficionados=vivero de comportamientos preocupantes Por otra parte están los cada vez más frecuentes gritos a destiempo y que no vienen a cuento, por no hablar de ese tipo de público, cada vez más numeroso, que lo único que va a hacer a la plaza es a beber cubatas y armar jaleo con la consiguiente molestia de sus vecinos de localidad. Se ha perdido mucho el respeto que antes se daba en las plazas de toros y es algo que hay que intentar recuperar porque es fundamental que se sea consciente del respeto que merecen los que pisan el ruedo y se juegan la vida. Y la pérdida de buenos aficionados también se nota en los cada vez menos frecuentes comentarios o protestas por los errores en la lidia, la mala colocación de algunos matadores y subalternos, etc. Pero si hay algo que es todavía más preocupante eso es el que haya decenas (por no decir centenares) de personas que abandonan el coso antes de que acabe la corrida e incluso en los primeros capítulos de la misma. Hay que tener respeto hasta el final y, por lo menos, aguantar hasta que el último toro doble y sea apuntillado. Aunque bien es cierto que espectáculos como los de esta feria no ayudan.
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